Lunes 15 de abril 2024

La suerte errátil de la bolsa de nailon

Redacción 20/08/2014 - 04.19.hs

Señor Director:
La bolsa de nailon no quiere irse. Quizás le tomó el gusto a su tremolar en caldenes y alambrados.
Ningún bardo le cantó hasta ahora a la bolsa de plástico para darle enjundia literaria y proponer en su lenguaje la intuición del significado oculto de su llegar y de su voluntad de permanecer. Se la declara intrusa e indeseable tan pronto arranca su vuelo desde los basurales. Se atesora y se multiplica su uso doméstico y se le reconoce servicial y útil para hacerla contenedor de los desechos de hogares, oficinas y comercios. Y luego se la repudia y ningunea, quizás no tanto por ella misma como porque su presencia en el paisaje revela y hace público lo que se presume que no existe porque no se lo quiere ver: que la basura ha cobrado entidad y se torna omnipresente, aquí y en el mundo. Sería como la muerte: una certidumbre que aceptamos y presumimos que no nos altera.
Las decisiones del municipio parecen oscilar al compás de esa música. Un buen día se nos convoca a disciplinarnos con una pauta de colores y ritmos semanales: tales días, bolsa verde para residuos de alimentos y otros orgánicos degradables; tales otros, bolsa blanca para basura no degradable en el corto tiempo (papeles, cartones, metales). Muchos vecinos, no se sabe si la mayoría, se dijeron que era bueno que alguien pusiese orden y se prestaron a colaborar. Sin embargo, los controles no funcionaron y se mostraron decadentes, hasta retornar a la situación anterior. Otro día la autoridad municipal pareció tomar el toro por las astas: dijo se acabó la bolsa de nailon para las compras en los supermercados. Los partidarios del orden o, al menos, de propuestas encaminadas a generarlo, accedieron y se pusieron a pensar cómo presentar sus desechos en la propia vereda, noche a noche, mañana a mañana. La bolsa de los mandados, de remota existencia, retornó a paso redoblado, para las compras diarias, en tanto que los desechos se presentaban en una variedad multiforme y multicolor de envases. Cuando ya se llevaban algunos meses de esta consigna, de pronto, casi sin preanuncio, la autoridad municipal decidió el retorno de las bolsas de nailon, bien que esta vez al cabo de un ir y venir de decisiones, vetos y reafirmaciones. La política, que ha sido pensada como un elemento que resuelve los conflictos y problemas de la convivencia, mediante la gestión de las diferencias, el debate y las decisiones por mayoría suficiente, parece quedar impotente quizás porque, al menos en nuestro medio, la división de minorías y mayorías se ha tornado inconstante, fluctuante e imprevisible al disolverse los esquemas partidarios, hacer y deshacer mayorías y convertir la responsabilidad de gobernar en una suerte de guerra de corso, en la que muchos, si no todos, izan la bandera de la democracia y más bien parecen obsesionarse con el botín electoral presunto.
El paradigma de las bolsitas de nailon se repite en otros niveles. En la designación de directores para el ente petrolífero se rechaza que el P.E. escoja entre más de una opción y de este modo provoca que la rama ejecutiva se resista a nombrar sin elegir, consintiendo que la pseudo propuesta sea mera comunicación de una decisión que sólo cabe acatar. En la actualización de costos de la obra pública se reitera el conflicto, porque el organismo de control parece usar pautas diferentes a las determinantes del quehacer ejecutivo.
Las bolsas de nailon y su destino de símbolo (su tremolar en alambrados y caldenes) comunicarían un mal de los tiempos y no sería tan casual su hábitat lagunero, en la vecindad inmediata del frustrado techo del megaestadio, el cual, si algún sentido tiene, podría no ser otro que una frustrante actuación de profesionales en uno o más niveles de participación.
El techo espera, las bolsitas de nailon van y vuelven y quizás proponen que veamos el secreto muy oculto aunque no estético de su presencia en el paisaje.
Atentamente:
JOTAVE

 


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