Las personas mayores y el apego a continuar su vida

Señor Director:
En la pasada semana se celebró sin mayor resonancia el Día Internacional de las Personas Mayores, reconocido por las Naciones Unidas.
La Organización Mundial de la Salud (OMS, ONU) hizo hacer que se vive más (sobre todo en los países desarrollados), pero no está claro que haya mejorado la calidad de vida de esas personas. La actualidad reproduce un aspecto de la situación de los ancianos en la Grecia clásica a partir del momento en que aparece y se desarrolla la escritura. Los helenos fueron largamente pueblos ágrafos (sin escritura), pero entre Homero y Hesíodo se produjo la transición y la escritura fue reemplazando la memoria de los viejos y limando uno de los sostenes de su prestigio antiguo. O sea que los ancianos siguen sufriendo los efectos de la desaparición del papel que los exaltó en las culturas ágrafas.
Es posible que algunos lectores no conozcan la historia de la vejez. Pueden salvar este déficit acudiendo a fuentes accesibles, como es el trabajo de Carlos Trejo Maturana sobre El viejo en la historia, que está en Internet. Por ejemplo, comienza por hacer notar que la palabra viejo tiene 22 sinónimos y anciano 33, siendo posible que este dato dé cuenta de los cambios que ha tenido la posición social de la persona mayor.
Trejo transcribe el más antiguo documento conocido de un anciano que pensó su condición. El escriba Ptah-Hotep, que vivió en el año 2450 a C (o sea hace 4465 años, V dinastía), dice. "¡Qué penoso es el final de un viejo! Se va debilitando cada día, su vista disminuye, sus oídos se vuelven sordos, su fuerza declina, su corazón ya no descansa, su boca se vuelve silenciosa y no habla. No puede acordarse hoy de lo que sucedió ayer...la vejez es la peor de las desgracias que puede sufrir el hombre". No sabemos hasta qué edad vivió este egipcio, quien dice lo mismo que puede pensar (y a veces decir: porque muchos veces callan lo que piensan por no hallar quien los escuche) un anciano de cualquier tiempo. Conviene recordar que la profesión de escriba era importante en el Egipto desde que comenzó la capacidad de poner por escrito lo que se considerase digno de ser perpetuado. Se conserva una representación de uno de estos hombres, llamada El escriba sentado.
La historia permite decir que el período de gloria de los viejos fue el de las culturas ágrafas. Entonces, el hombre que llegaba a los altos años (cuando el término medio de vida andaba entre 30 y 40 años) "es motivo de orgullo para el clan", y esto porque es depositario del saber y de la memoria que los estructura con los antepasados. Brujos y chamanes son entonces personas ancianas, de las que se supone que así como relacionan con el pasado, pueden curar y quizás comunicarse con lo trascendente, con los dioses. En Grecia, con la escritura decae el viejo y se exalta a la juventud. En Roma se intenta mantener el prestigio y el poder de los ancianos por medio de la ley (la abundancia de leyes es testimonio de su poco cumplimiento) y se estatuye la patria potestad, que llegó a ser una dictadura de los padres. Triste fue la suerte de los ancianos a través de la edad media y la moderna, a pesar de que no faltaron acciones de caridad. Recién en nuestro tiempo llegó la jubilación, primero para una minoría de ex empleados con aportes. En la Argentina este beneficio para todos los ancianos debió esperar hasta que el actual gobierno extendió este derecho y ya se jubila a más del 90 por ciento. Ahora se tiende a empoderar a la vejez: no a pensar en ellos en términos de lástima sino como sujetos de lo que llamamos derechos humanos. Pero, como decimos al comenzar esta nota, la Organización Mundial de la Salud apunta que no hay indicios de que se generalice todavía en el mundo una mejora de la calidad de vida. Por el contrario, la concentración humana en grandes urbes confina al viejo, le reduce su espacio y puede seguir siendo sentido como lo que está demorado en desaparecer.
Atentamente:
JOTAVE