Viernes 12 de abril 2024

Las torturas en la guerra de Malvinas

Redacción 09/10/2015 - 04.26.hs

La Guerra de Malvinas fue el último gesto de un grupo de militares y civiles usurpadores del poder que, además de bañar el país en sangre e injusticia, pretendieron perpetuarse como salvadores de la patria con esa contienda, demostrando una absoluta ignorancia de las circunstancias políticas internacionales y de las tecnologías bélicas para las que -se suponía- estaban preparados. Los resultados del enfrentamiento y el detalle de los mismos (con algunas honrosas excepciones) permiten obviar comentarios.
Sin embargo, en las semanas posteriores a la derrota y repatriación de los combatientes, quedó flotando una acusación nunca aclarada del todo: las torturas sufridas por los soldados a manos de sus propios oficiales y suboficiales. A la infame, y comprobada, sustracción de alimentos y objetos enviados por el pueblo desde el continente, se sumaron los golpes, estaqueamientos, "movimientos vivos" hasta el agotamiento y hasta el enterramiento parcial durante horas en la helada turba malvinense. Esto, increíblemente, para con los soldados propios y en la inminencia del combate.
Aquellas versiones se han comprobado en estos días a causa de que el gobierno nacional ordenó la desclasificación del material mantenido bajo secreto por las Fuerzas Armadas durante más de 30 años. Entre los documentos se encuentran las denominadas "actas de recepción" que debieron completar los soldados a su regreso al continente, al término de la guerra, donde tenían que mentir acerca del estado de salud y las condiciones bajo las cuales habían sido tratados en las islas.
En los testimonios -redactados todavía bajo gobierno militar- se habla de hechos tales como el congelamiento de los pies por la humedad y el frío del terreno, desnutrición, estaqueamiento (está documentado el caso de un oficial que tuvo ocho horas a un soldado en posición ventral, atado de pies y manos), enterramiento en fosas y variados castigos físicos que se aplicaban, sobre todo cuando salían en busca de comida, escasa entre la tropa. Esos testimonios de maltratos están confirmados por quienes los sufrieron y por testigos presenciales. Pero el por entonces comandante en jefe del Ejército, Cristino Nicolaides, avaló un plan de la dictadura para ocultar esos delitos cometidos en las islas, calificándolos como "secretos".
En el documento se indica que a la hora de impulsar una investigación interna, los vejámenes fueran considerados como simples "faltas disciplinarias" y que cuando, por la gravedad de los hechos, aquello resultara imposible, se le informara personalmente. Anteponiendo el interés propio a la búsqueda de la verdad Nicolaides dispuso "la adecuada reserva", a fin de evitar filtraciones luego de la derrota.
Estos estremecedores testimonios se agregan a las declaraciones de muchos ex combatientes, luego de que la Corte Suprema de Justicia declarara prescripta una causa y clausurara la investigación. También ayudan a comprender las conclusiones en los días de posguerra del Informe Rattenbach que evaluó las responsabilidades de los jefes militares del conflicto y solicitó castigos que iban desde la degradación a la pena capital, aunque después no se efectivizaran.

 


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