Jueves 11 de abril 2024

Los migrantes y las paradojas

Redacción 30/08/2019 - 00.45.hs

En un mundo con cada vez menores y mal aprovechados recursos, el tema de los migrantes ha pasado a ser recurrente, y tanto que las fotografías y las noticias, estremecedoras en sí mismas, van creando un cierto acostumbramiento en el espectador, sobre todo cuando está lejano a las latitudes en que transcurren esos aconteceres.
En la actualidad dos son las "mecas" de esos desgraciados contingentes de hombres, mujeres y niños que afrontan peligros y privaciones en pos de una esperanza de vida mejor, no siempre confirmada. Ellas son en nuestro hemisferio la América del Norte, los Estados Unidos y el Canadá concretamente; en el resto del mundo las costas de cualquier país europeo que permita el acceso al continente donde -suponen- podrían llegar a tener una vida medianamente digna. Estos últimos migrantes están en clara desventaja con los americanos, ya que deben cruzar el mar y, en su desesperación, a menudo lo hacen en embarcaciones más que precarias que continuamente los ponen a un paso de la tragedia.
No se conoce una estadística precisa de muertos y desaparecidos en esas circunstancias, pero se da por sentado que las víctimas en los pasados tres años pueden contarse por miles. En el último de estos horrores (que ocurren casi a diario) alrededor de 40 migrantes (muchos de ellos niños) murieron y otros 65 lograron ser rescatados tras el naufragio de una embarcación frente a las costas de Libia, uno de los países expulsores de población.
La desesperación de esas gentes por alcanzar nuevas formas de vida es producto de la actitud de la Europa Occidental para con esos países de su entorno, antaño colonias, que son proveedores de materias primas esenciales para la política del continente. Los libios que abandonan su país desgarrado por la anarquía y una guerra civil incesante son el resultado de los feroces bombardeos de la OTAN cuando uno de sus gobernantes pretendió manejar el tan codiciado petróleo.
Las circunstancias de los países europeos más aptos para la recepción de migrantes tampoco son las mejores; una ola de gobiernos derechistas campea sobre ellos y, con alguna excepción, rechaza esos asentamientos extranjeros, que ya ni siquiera obran como mano de obra barata. De allí al racismo sólo hay un paso, como lo evidencia el discurso oficial de algunos países de la Unión Europea y la odisea de un barco alemán que recogió varios de estos náufragos y al que se le cerraban todos los puertos para desembarcarlos. De hecho algún gobierno, como el italiano, llegó a agregar a la prohibición de entrada y tránsito también la de abastecimiento a la nave, en evidente emergencia humana y hasta debió mediar la orden de un fiscal para que se permitiera un desembarco caritativo.
Acaso lo peor de la circunstancia sea que una cuestión profundamente humana como ésta se vaya embretando en razones políticas y jurídicas que justifican las medidas pero no mejoran la situación de las personas involucradas. Cabe recordar que a ninguno de los genocidios que registra la historia le faltaron razones y argumentos que los justificaran.
Paradojas de la historia: varias de las naciones tan reticentes ahora a la recepción de extranjeros, un siglo y medio atrás fueron expulsores de población que también buscaba una vida mejor, aunque no en condiciones tan inhumanas que incluyen el comercio y la semiesclavitud de personas.

 


' '

¿Querés recibir notificaciones de alertas?