Sabado 23 de marzo 2024

Marcha atrás

Redacción 27/04/2017 - 02.19.hs

Que otra vez se vuelva a hablar de la religión en las escuelas es otra muestra del retroceso conservador que viene ganando el debate público argentino de la mano del gobierno macrista. Fue nada menos que el ministro de Educación nacional el que lanzó la primera piedra al admitir su agrado ante la posibilidad de que "las enseñanzas de Jesús y el Evangelio" junto a la de "otros profetas" esté presente en la escuela pública.
Esa mirada confronta con la Constitución y la normativa específica que, desde 1884 con la sanción de la Ley 1420 de enseñanza laica, gratuita y obligatoria establecieron con claridad que la enseñanza de la religión no debe realizarse en los establecimientos educativos del Estado.
Muchas voces se levantaron para rechazar las desafortunadas expresiones del ministro, incluso desde un ámbito religioso como los Curas en Opción por los Pobres, que alertaron sobre los riesgos que implica para la convivencia democrática y equitativa que debe reinar en el ámbito de la escolaridad pública volver a implantar prácticas confesionales que se pensaban totalmente desterradas.
Lo cierto es que la jerarquía eclesiástica argentina nunca se resignó a los avances de la laicidad de la enseñanza, a la que siempre consideró un territorio propio para desplegar su proselitismo misional, y ahora se muestra entusiasmada ante un gobierno nacional muy receptivo a sus renovados embates. No puede olvidarse que el Presidente de la Nación y buena parte de su equipo de gobierno se educaron en un exclusivo colegio privado y religioso.
El gobierno que decidió no convocar a la paritaria nacional docente, en flagrante incumplimiento de la Ley de Financiamiento Educativo, ahora muestra su simpatía, a través del funcionario de mayor rango en la materia, por la reintroducción de la enseñanza religiosa en la escuela pública. Más allá del rechazo que ha provocado este pronunciamiento del ministro en muy diversos ámbitos, se trata de otra demostración, una más, del definido perfil conservador del macrismo en el ejercicio del poder político.

 

Números adversos
Los últimos números aportados por el Indec muestran que la economía del país sigue cayendo, que los "brotes verdes" están muy lejos de aparecer y que el optimismo de los funcionarios nacionales es apenas una puesta en escena ante los medios ultraoficialistas.
La seguidilla de datos impresiona: en febrero la actividad económica cayó un 2,2% anual; la balanza comercial registró en el primer trimestre un rojo de 1.088 millones de dólares triplicando el mismo período del año pasado. Si a estos números le añadimos la inflación de marzo: 2,4%, y la caída de la industria que, según la UIA, se desplomó un 9% en febrero, se advierte rápidamente que el gobierno sigue derrapando. Pero eso no es todo, hay otras cifras que son peores: el 40% de la deuda emitida en dólares por el gobierno en lo que va del año se fugó del sistema financiero formal; son unos 8.000 millones de dólares. Es decir, casi la mitad de los dólares que ingresan al país y engordan vertiginosamente la deuda externa, se vuelven a fugar.
Según las promesas del gobierno, luego del fracaso del "segundo semestre" del año pasado, la economía iba a crecer un 3,5% este año y la inflación se ubicaría en el 17%. Hoy esas ilusiones se están evaporando. Una sola cosa es cierta: el peso de este desmadre no es pagado por toda la sociedad en forma equitativa. Hay una minoría -la elite económica- que está haciendo excelentes negocios y engordando sus bolsillos apostando a la bicicleta financiera, fugando dólares y gozando de la quita de impuestos y retenciones. Y una mayoría -trabajadores registrados o en negro, jubilados, Pymes- que sufre las consecuencias de esta política económica selectiva. ¿Cómo pueden enojarse los funcionarios macristas cuando les señalan que gobiernan para los ricos?

 


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