Domingo 21 de abril 2024

No mirar atrás

Redacción 29/10/2014 - 04.31.hs

En el desfile de declaraciones ante la sala acusadora del juicio político al ministro de Obras Públicas y en el cruce entre dirigentes en el marco de la interna del PJ se puede ver que inconcluso Megaestadio aparece como un gran ring de box para el oficialismo.
Jorgistas y vernistas son los más involucrados en este enfrentamiento que alcanzó momentos de gran belicosidad, al punto de que entre los primeros, nada menos que el gobernador, habló de "ilegalidades" en el proceso de licitación, adjudicación e inicio de la construcción de la obra y afirmó que habría intenciones de acudir a la Justicia a fin de promover una investigación penal.
Por ahora cuesta detectar hasta qué punto se trata de aprestos serios o de pirotecnia verbal para posicionarse mejor ante el adversario. Patear el tablero y denunciar las graves falencias, implica salpicar al oponente interno, pero existe un "pequeño detalle" que opera como una encerrona: ambas facciones compartieron el gobierno -antes del desmembramiento del jorgismo del seno vernista- como partes integrantes de una organización partidaria que reconoce una continuidad absoluta en la conducción del Estado pampeano desde hace nada menos que 31 años.
Porque es inocultable que el comienzo del dislate del Megaestadio tuvo lugar durante el último año del mandato vernista. En ese momento se dio inicio a esta obra innecesariamente compleja y sin un estudio de detalle profundo y serio de la estructura a levantar tal como lo exige la Ley 38 de Obras Públicas. En su momento, cuando se escuchó decir que el techo del Megaestadio era "único en el mundo", no se estaba mintiendo. Pero si esa expresión tenía entonces un sentido admirativo, luego se pudo comprobar con el fracaso de su construcción que no correspondía tal deslumbramiento, sobre todo cuando se supo que se licitó y adjudicó con apenas un anteproyecto en lugar de un proyecto.
En 2007, el actual senador piquense dejó al irse del Centro Cívico a su entonces delfín, quien heredó el problema pero no hizo lo que cabría esperar: denunciar lo que estuvo mal proyectado y mal hecho hasta ese momento. Por lealtad partidaria se empecinó en continuar una obra que tenía una monstruosidad de base: un techo calculado -es un decir- para 90 toneladas que luego ascendieron a 900. Ahí, cuando se detectó semejante problema, en lugar de detenerse a barajar y dar de nuevo, se resolvió seguir con la obra sin denunciar las falencias. Es que todavía, en ese momento, todos estaban contenidos en el gran territorio de la Línea Plural, y la lealtad, ya se sabe, es una virtud de máxima cotización en la tradición peronista.
El juicio político al ministro de Obras Públicas y la implacable interna en el seno del PJ de cara a las próximas elecciones revolvieron el avispero y encendieron las acusaciones cruzadas. Ante algunos ataques del vernismo -que aparece pagando mal la lealtad de su sucesor- el gobernador se enojó y replicó muy duro. Fue cuando habló, como se dijo, de las "ilegalidades" cometidas por sus oponentes. Sin embargo luego se tranquilizó y volvió a decir lo de siempre: pidió despolitizar y terminar la obra, es decir, no revolver el pasado y mirar para adelante. El mismo argumento que ha usado su ministro de Obras Públicas sentado en el banquillo del juicio político.
Encerrado en esa lógica de silencios encubridores, que fue perfeccionando con el continuo ejercicio del poder durante tres décadas, el PJ fue enterrándose más y más en el pantano de una obra faraónica, de la que nadie ha dicho con claridad cómo se podrá finalizar. Aunque sí se sabe que será con el dinero de "todos los pampeanos" que se terminará pagando la impericia supina de los funcionarios públicos y la empresa constructora.
Lo más probable es que la sangre no llegue al río. Hasta ahora el justicialismo siempre se las ha arreglado para salir indemne de los peores trances y, encima, ganar elecciones. Cierto que con un precio muy alto para la calidad institucional. Pero eso, ¿a quién le importa?

 

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