Jueves 11 de abril 2024

Qué dicen esos ritos estudiantiles

Redacción 27/03/2015 - 04.20.hs

La Facultad de Ciencias Veterinarias de la UNLPam ha adquirido una triste celebridad nacional al divulgarse, en las redes sociales y en medios de comunicación, una serie de crudas fotografías tomadas en un "festejo" de graduación.
Al momento de escribir estas líneas la gravedad real de los incidentes está en curso de investigación, pero lo que las imágenes muestran es a dos jóvenes sometiendo a otro a una suerte de vejación sexual. Se trate de un delito o de una mera simulación, la incógnita es cómo un grupo de jóvenes que han accedido a los más altos niveles educativos pueden entretenerse en prácticas aberrantes como las allí retratadas.
Acaso el concepto antropológico de "rito de pasaje" sirva para arrojar algo de luz en lo sucedido. Un rito de pasaje es una ceremonia, más o menos formal, con o sin connotaciones religiosas, diseñada para simbolizar el ingreso de un individuo a una nueva etapa de su vida. Son ritos de pasaje la circuncisión, la primera comunión, las fiestas de quinceañeras, las despedidas de soltero y las expediciones de caza que en muchas culturas simbolizan el fin de la niñez. Al cabo de la ceremonia, tanto el individuo como la sociedad que lo rodea reconocen el nuevo status, y acuerdan tácitamente en que la etapa anterior ha concluido.
No es aventurado incluir a estas prácticas habituales en la vida universitaria, dentro del concepto de "rito de pasaje". Quien concluye sus estudios es muchas veces ensuciado, se le corta el pelo y se lo exhibe en ese ridículo estado, acaso para simbolizar el fin de la bohemia universitaria, el fin de la juventud despreocupada y el acceso a la vida profesional y al mundo del trabajo con todas sus obligaciones.
No es inusual -como también suele ocurrir en las despedidas de soltero- que en el curso de estos supuestos festejos asome el sadismo y el individuo objeto de la ceremonia acabe lesionado. De allí la necesidad de que instituciones como la universidad no se desentiendan de estas actividades que se practican en su propio seno.
En este caso llama la atención no tanto la difusión de las fotografías ofensivas -hoy en día, prácticamente ningún aspecto de la vida diaria se sustrae a internet- sino el "motivo" elegido para simbolizar el pasaje de la vida estudiantil a la profesional.Aún cuando esas fotos reflejen solo un simulacro -como algunos estudiantes se apresuraron en aclarar- ello no le quita al hecho ni un ápice de su valor simbólico. ¿Por qué motivo estos jóvenes eligieron una violación como símbolo para el fin de la vida estudiantil? ¿Y por qué cayeron en la banalización de un delito grave, que ha lacerado la vida de tantas personas? El problema excede largamente la monserga moralista: lo que está en cuestión aquí es la formación humanística de los egresados.
Muchas veces, es cierto, se sobrecarga al sistema educativo con obligaciones y responsabilidades que exceden largamente sus posibilidades de acción. No es éste el caso. El hecho que salió a la luz interpela directamente al corazón de la universidad como institución, y obliga a un abordaje profundo -seguramente interdisciplinario- para que este síntoma aparentemente aislado no se transforme en una enfermedad endémica.

 


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