Lunes 15 de abril 2024

Se van yendo quienes se hicieron notar en el XX

Redacción 15/01/2017 - 00.56.hs

La mayoría de quienes integran hoy el mundo humano es gente que nació en el siglo XX. El siglo es todavía una medida de la duración de la vida individual. Es posible que se acelere la actual expectativa de vida, que ya ha hecho que se reconozca el peso específico de la presencia de un alto número de gerontes.
Ahora se habla de adulto mayor, viejo o anciano. La tercera edad es una denominación de conveniencia y la hace arrancar desde los 60. La OMS prefiere hablar de edad avanzada para los 60 a 74 años, ancianos y viejos de los 75 a los 90, grandes viejos o grandes longevos desde los 90. Como la esperanza de vida sigue en aumento es probable que se vayan ensayando otras clasificaciones, hasta hacer de los 60 una edad inadecuada para marcar el comienzo de lo que me place llamar los altos años.
Leo una frase de Ingmar Bergman: que envejecer es como subir a una gran montaña: mientras se sube las fuerza disminuyen, pero la mirada es más libre, la vista es más amplia y serena. Es estimulante pensarlo así y puede ser válido para muchos, pero también cuentan los que decaen en su inteligencia y el alcance de sus sentidos,

 

Piglia.
El 6 de este mes se anunció la muerte de Ricardo Piglia, quien probablemente ha de ser reconocido como uno de los mayores escritores argentinos del siglo XX.
Piglia estuvo muchos años fuera del país. Se fue porque no soportaba una dictadura. Fue profesor en varias universidades de USA, entre ellas las de Harvard y Princeton. Se jubiló en Princeton y regresó. A poco de establecerse comenzó a sentir los efectos de una enfermedad que le quitó movimientos en forma paulatina, aunque no afectó a su inteligencia. La esclerosis lateral amiotrófica lo colocó en una relación inesperada con el autor de Historia del Tiempo, Stephen Hawking, aunque el mal no lo atacó tan temprano ni con tanta fuerza. También la historia le interesó a Piglia: la historia argentina, donde se encontró con Sarmiento, de quien hizo una valorización atenta a su tiempo y sus circunstancias.
La última vez que pude verlo y escucharlo fue en los cuatro episodios dedicados a Jorge Luis Borges, en el canal 7. Ya estaba limitado por su enfermedad, pero fue admirable verle decir a Borges ante un numeroso grupo de estudiantes

 

Bauman.
También en este enero ha muerto Zygmunt Bauman. Era polaco, de ascendencia judía. Cuando la ocupación de Polonia por Alemania pudo huir a Rusia. Se exilió en Tel Aviv y, finalmente, en Inglaterra, y comenzó a trabajar en la universidad de Leeds hasta jubilarse. Allí murió en este enero.
Sociólogos y escritores han aceptado su concepto de modernidad líquida, porque define bien la situación del individuo humano por la caída de los sostenes de su identidad de posguerra. Tales pilares eran tres: empleo de por vida, la existencia de un Estado (nacional) fuerte y la pertenencia a una familia estable. El mundo, especialmente el occidental, cambió desde el final de la guerra fría (caída del muro de Berlín). La causa de este fenómeno no es solo de la UE, sino del hecho de que se ha impuesto la versión del capitalismo (versión final para algunos), cuyo rasgo singular es la paulatina formalización de un nuevo poder, de ámbito global, el cual corroe al Estado nacional y lo subordina.
Las señales de esta transformación son muchas. Otras señales: la pérdida de vigor del poder sindical, el paulatino agotamiento de la socialdemocracia y de las políticas progresistas, el fracaso o impotencia de las propuestas de reemplazo (como en Grecia y en España), así como la emergencia de fuerzas políticas de extrema derecha, con capacidad para ocupar el poder, incluso mediante elecciones, hecho que define un vaciamiento de la democracia y la licuación de las relaciones integradoras del individuo. Algunas sociedades, sacudidas por guerras continuas, se desintegran y generan el fenómeno de los migrantes, cuya tragedia no alcanza para desatar una actitud de solidaridad, pues predomina el rechazo. Provoca alguna lágrima. Pero no obliga.
Jotavé

 

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