Si la situación de calle no es solo para perros
Domingo 10 de marzo 2024

Si la situación de calle no es solo para perros

Redacción 21/07/2017 - 01.22.hs

Muchos habrán leído una nota aparecida el pasado miércoles en nuestro diario. Hablaba de perros que no tienen amo ni casa propia.
Aquerenciados como estamos ni ellos ni nosotros queremos admitir que los motivos originarios de tal relación se agotan. El can busca sobrevivir como el caballo, otro acompañante del hombre por siglos. La asociación hombre-perro fue una conveniencia recíproca en la etapa pastoril cuando sufríamos el acoso de otros animales carnívoros que veían en el rebaño la ventaja de hallar comida en espacio acotado.
Toda una tradición habla del acoso del lobo al rebaño. Aún repetimos el relato del "pastor mentiroso", el que para entretenerse de una rutina plúmbea ideó vociferar que era atacado por los lobos. Buscaba atraer a otros pastores y campesinos. La consecuencia de tan mala ocurrencia fue que luego de varias llamadas falsas nadie estuvo dispuesto a prestarle oídos y cuando los lobos atacaron a su rebaño no pudo enfrentar la situación. No en todas partes había lobos, pero a falta de éstos, había tigres, pumas y otros predadores temibles (incluso hombres atraídos por el rebaño ajeno). Entre ellos estaba una variedad de lobo que parece no haber tenido ferocidad suficiente para arrostrar la vida selvática y terminó asociándose con los pastores y con otros hombres que también apreciaron rápidamente la conveniencia. Tal sería la "historia" del perro, criatura del bosque que no poseía nuestras potencialidades para desarrollar una aventura planetaria que se escribe con la palabra historia, ya sin comillas (dado que la historia es el relato de nuestra especie, en constante búsqueda de alternativas). El parentesco selvático inicial y la conveniencia recíproca generaron esta asociación cuyo ocaso vivimos en nuestro tiempo, porque nosotros ya no necesitamos del perro para vigilancia en una vida cada vez más recluida en la ciudad. Lo necesitamos a veces para compañía, pues nuestra especie está acosada siempre por la soledad y por la mezquina cuota de solidaridad que manifestamos entre nosotros mismos.

 

Historias
Las historias de perros, que también están bien esbozadas en la nota de nuestro diario del miércoles, abundan desde el siglo XX. Por entonces, John Steinbeck escribe, en el norte, Viajando con mi Perro y más recientemente aparece en España una serie de relatos de perros fieles que sueltan nuestras lágrimas. Cervantes, mucho antes, había escrito un diálogo de perros, pero éstos no eran tales sino hombres.
Repito: no son historias propiamente dichas, pero admiten esa calificación porque esos perros se historizan en tanto compañeros del hombre. Si hay perros callejeros ahora es por varios motivos: porque son abandonados deliberadamente o porque quienes eran sus amos y amitos no viven en casas con patios, jardines y árboles (última y nostálgica relación hombre-selva) o pasan por otra contingencia que les impide conservar al perro y no hallan quien se los acepte. Suponen que abandonarlo es menos cruel que darle muerte.

 

Contraste
El mismo miércoles en nuestro diario se hace referencia a un "merendero" creado por algún vecino o algún grupo de personas que asumen que es cosa suya interesarse por el prójimo en dificultades o en desgracia. Esta ya sí es historia, historia del hombre.
Hay un dicho español referido a un tal "Juan de Robles, que regaló un hospital, pero antes hizo los pobres". El problema para nuestra especie es que los que hacen tales demostraciones de beneficencia son siempre pocos, mientras que son más los que provocan o consienten una sociedad horra de solidaridad.
No solo perros: ahora hay más personas en "situación de calle". Y eso porque la mayor parte del fruto del trabajo humano queda en manos del 10 por ciento de la población mundial y de ese 10 el 1 por ciento de los humanos son superricos. Y ésta sí que es nuestra historia.
Atentamente:
Jotavé

 

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