Si el ser puede quedar destituido por el otro
Jueves 07 de marzo 2024

Si el ser puede quedar destituido por el otro

Redacción 20/12/2014 - 04.14.hs

Señor Director:
A pesar del título de esta nota no me propongo ingresar en el farragoso tema del ser en su habitual tratamiento desde la teoría filosófica, sino observar cómo la discrepancia política puede llevar, sin declararla y como contrabando, la carga del desvelo de los metafísicos.
Sucede que leía, el pasado domingo, a José Pablo Feinmann, atraído porque anunciaba unas Reflexiones sobre la historia. Sucede que llevo publicado algo de lo que voy creyendo entender respecto de esta ciencia o de la sustancia de lo histórico. Como suele suceder con los planteos de Feinmann, arranca preferiblemente de lo que es noticia actual, desde el acontecimiento aunque esté referido a una persona, en este caso la suya. Cuenta Feinmann en esa nota periodística que él se había acercado a un café porteño cuando se le arrimó una persona que le preguntó si él era Feinmann y que, como lo confirmara, le asestó esta frase: "Usted es un sorete kirchnerista". Y se marchó.
Parece que Feinmann no reaccionó sino que, como filósofo, quedó sumido en meditaciones: "Me quedé absorto... Había dicho usted es... Nunca me resultó sencillo el problema del ser... en general, no me gusta ser algo sino estar abierto a mis infinitas posibilidades y ser lo que vaya eligiendo ser... por fin sabía lo que era. Un sorete. No cualquier sorete sino uno kirchnerista". Nombre y apellido.
Luego cambia el tono y dice que "ese señor piensa como la y desde la mierda. No piensa, insulta. No piensa, agrede. Odia". O sea que lo destituye como perteneciente al ámbito del pensamiento. Cuando se odia falla el control racional. Se impone la voluntad de aniquilar lo diferente.
Vuelve a la meditación en tanto filósofo para decir que para dibujar nuestro propio rostro necesitamos tomar elementos del rostro del enemigo para incluirlos como partes de nuestro ser, de nuestra cara. Eso mismo es lo que hizo Borges en el Poema Conjetural. Cuando Laprida siente el filo de Aldao que lo mata, sabe que al fin se ha encontrado con su destino sudamericano ("el íntimo puñal", adjetiva Borges). Luego Feinmann vuelve a la historia para recordar que en nuestras guerras civiles no se resistía la independencia de España (los caudillos no tenían esa intención); se resistía la dependencia respecto de Buenos Aires. "Ganó Buenos Aires y se dedicó a hacer no un país, sino una ciudad, la bella ciudad de Buenos Aires".
No es que Feinmann se olvidase de ese ser que le había sido enrostrado. Había seguido el hilo del pensamiento porque no se sentía insultado, sino, más bien, que su agresor había actuado (digo yo) como las esfinges. Si bien éstas hacían una pregunta, el insulto permitía recordar que "la historia es conflicto", que "la historia, en la Biblia, surge de la desobediencia, del pecado. Desobedecer a Dios es poner la responsabilidad de hacer la historia en los hombres. Aunque asimismo la historia los hace a ellos. Porque la historia también la hacen los otros".
No es el primer caso en que un pensador, interpelado de una u otra forma, parece escapar hacia esa suerte de cerros de Úbeda que algunos ven en la metafísica, cuando lo que intenta es entender el contexto dentro del cual surgió la interpelación (y el insulto sería una forma de interpelar). Nada de alejarse del tema, porque Feinmann halla una respuesta para el conflicto entre historia oficial y revisionismo: la historia es un quehacer de todos. Incluso de los excluidos, los que no tienen voz que sea escuchada. El error consiste en querer borrar al otro, aunque sea reduciéndolo a eso que le dijeron que era su ser.
Feinmann no se presenta como kirchnerista, aunque tampoco niega su proximidad a las propuestas del gobierno que comenzó en 2003. Lo hace sin bajarse de su posición crítica. Siempre interpela y se interpela. Deja advertido que la historia es hija del conflicto y que suprimir a uno de los protagonistas no es hacer historia. Ni filosofía, por cierto.
Atentamente:
JOTAVE

 


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