Lunes 15 de abril 2024

Si sería mejor el tiempo de la junta de los frutos

Redacción 20/11/2014 - 04.28.hs

Señor Director:
Días atrás, al leer la columna periodística de un escritor argentino pude enterarme que la legalidad, la ley, tiene una inesperada relación con el acto de recoger bellotas (el fruto de una encina).
Parece un disparate, pero de lo que se habla es del origen de la palabra (lex-ley, legalidad) y puede suponerse que el acto de recoger frutos es muy anterior a un desarrollo social que hizo necesario acordar ciertas pautas para la convivencia y generar una autoridad para asegurar el acatamiento de las normas. Horacio González, que es quien trae el tema, refiere que ley, lex en latín, remite a illex, la encina que produce las bellotas. Lex sería el acto de recoger los frutos... que deriva hasta "recolectar ciudadanos" (según Alberdi). No entraré en el detalle, salvo para decir que he podido entender que estas palabras ley y legalidad, nos obligan a remontar la historia y a pensar el probable desarrollo de costumbres y necesidades, sobre todo cuando las propias del individuo entraban en la situación de estar en una asociación cada vez más numerosa con la que había necesidad de convivir en paz y con un objetivo mayor, pues se trata de alcanzar el reconocimiento del otro como un igual. Para lograrlo, era necesario que se empezase a sentir y pensar en función de los otros, ya no visualizados como enemigos o competidores, sino como grupo identificado en un quehacer compartido. Dado que todo indica que nuestros predecesores eran tanto o más remisos que ahora para ajustar su conducta al orden acordado, llegó el momento de coordinar las voluntades con el objeto de formalizar el acuerdo. Todo lo demás se habría dado luego como consecuencia de la formación de sociedades cada vez más numerosas y complejas.
Cuando el acontecer local me puso en conocimiento del caso que tuvo lugar el pasado domingo en el autódromo local, donde un hombre fue golpeado por otros, luego de lo cual murió, estas ideas acerca del origen de costumbres y palabras me llevaron a considerar este caso con el mismo procedimiento de remitirme a las situaciones originarias y a la medida en que siglos de organización social institucionalizada no bastan para producir una transformación que nos convierta plenamente en hombre social. La reacción contra el individuo parece emanar de la disposición natural para la defensa de la prole, que no sólo el hombre sino todos los animales ensayan en la medida de sus posibilidades y aún a riesgo de la propia integridad en algunos casos.
El suceso del autódromo no estaba aclarado al momento de escribir. Incluía rasgos que debían dilucidarse en la autopsia. El occiso no habría estado normal en el momento de tomar a una niña como propia, sino que podría sufrir una alteración que le hizo creer que debía obrar de esa manera. Lo que se pregunta es si la reacción del padre real y, de modo especial, la de quienes se sumaron a la golpiza, excedió lo que razonablemente es necesario para asegurar el bien amenazado. Esperemos saber cómo decide la justicia y recordemos otros episodios recientes de justicia por propia mano, con el relevo de la ley y su reemplazo por la acción individual y al mismo tiempo colectiva y excesiva. En algunos casos (en Buenos Aires y en Rosario los más comentados) un grupo de personas que no estaban directamente afectadas se sumó para hacer una reproducción de lo que suele denominarse escarmiento: sentencia y ejecución, sin que existiese una proporción entre el bien valorado y lo que se entendió cobrar por él al matar al culpable presunto. Puede que en el autódromo el comportamiento anormal del occiso, incluso desde antes del hecho, contribuyese a crear la atmósfera que desataría el exceso. Ya veremos cuál es el juicio formal y su desenlace. Lo que importa es estar atentos y recordar que nuestro pacto social, del cual derivan ley y justicia, nos instala en una situación de responsabilidad personal y colectiva.
Atentamente:
JOTAVE

 


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