Domingo 14 de abril 2024

Tan temprano para matar o para morir

Redacción 27/05/2008 - 02.35.hs

SEÑOR DIRECTOR:
Las noticias sobre hechos violentos abundan en la crónica policial de todas las sociedades. No obstante ello, tales sucesos siempre despiertan el interés de la gente, aunque rara vez se sostienen mucho más tiempo que unos días.
En la pasada semana tuvimos el asesinato de una niña de dos años, en Rafael Calzada, provincia de Buenos Aires. Se llamaba Jacquelin Milagros. Su cuerpo apareció colgado de una puerta, con un cable atado al cuello. Murió por asfixia, aunque hay que determinar si por haber sido colgada (sus pies tocaban el suelo) o porque la estrangularon apretando el cable antes de colgarla. Había sido desnudada y golpeada con un palo. Dos muchachos, de 7 y 9 años, no tardaron en ser sospechados y uno de ellos, el menor, reconoció que habían matado a la niña.
El dolor que siempre produce la muerte de un niño se unió al horror que despierta saber que los autores del crimen fueron (pueden haber sido) otros niños, apenas unos años mayores que la víctima. Algunos medios dijeron que el caso no tiene antecedentes en la jurisprudencia argentina, pero habrá que esperar que esto se confirme. De todos modos, hay antecedentes de hechos semejantes en el mundo. Es posible que se recuerde todavía el caso del pequeño James Bulger, un niño inglés de dos años. Había ido con su madre a un shopping y desapareció. Las cámaras de seguridad del mercado mostraron que salía llevado de la mano por dos pequeños, de unos 10 años. Dos días después el cuerpo de James fue hallado en las vías férreas, donde había sido cortado en dos por un tren. La autopsia reveló que su muerte fue previa a ese hecho. Había sido llevado hasta las vías y allí golpeado con una barra de hierro en la cabeza, luego de lo cual lo desnudaron, lo abusaron introduciéndole unas pilas que estaban en el lugar, lo pintaron de verde y, finalmente, lo dejaron sobre las vías, probablemente para que pareciera un accidente. El video permitió hallar a los culpables, Robert Thompson y John Venables, ambos de diez años de edad. En el caso argentino se sabe que los que mataron a Jacquelin Milagros son inimputables y ni siquiera serán sometidos a juicio. Desde su detención quedan en manos de psicólogos y asistentes sociales. En cambio, los asesinos de James Bulger, en Liverpool, provocaron una reacción incontrolada que pedía, de hecho, la aplicación de la ley del talión. Fueron sometidos a juicio público y condenados a prisión de por vida. La muerte de James Bulger se produjo en 1993. La condena, en 1996. Thompson y Venables fueron a la cárcel. Hacia comienzos del nuevo siglo hubo una reacción. Se los había condenado sin defensa y sin considerar su inmadurez psíquica. La justicia había cedido a la presión de la prensa amarilla (los temibles tabloids británicos) y a la demanda de los padres de la víctima. En general se los señaló como psicópatas y capaces de repetir el crimen. Hubo una revisión del juicio en 2001 y Thompson y Venables fueron puestos en libertad, con severas restricciones. Se entiende que les cambiaron la identidad civil y se cree que pueden estar viviendo en otro país. Ahora tienen (si viven) 25 años de edad. En estos días, también en Liverpool, se investiga la muerte de Jade Mathews, de 9 años y se sospecha la produjo un muchacho de 13 años.
Los vecinos de Jacquelin Milagros quisieron hacer justicia por mano propia, pero se evitó ese extremo. Lo que interesa saber es qué piensa la sociedad y qué se hará con estos muchachos, cuya historia personal no ha trascendido. De Thompson y Venables se sabe que venían de hogares empobrecidos y desarticulados y que se criaron en un ambiente en el que la violencia era la ley para sobrevivir. En base a estos antecedentes tuvieron, al cabo, defensores eficaces. De los asesinos de Jacquelin falta conocer la historia, aunque puede suponérsela con algunos elementos comunes en cuanto al ambiente familiar y de barrio. No consuela saberlo.
Atentamente:
JOTAVE

 


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