Jueves 18 de abril 2024

Tangpin: el movimiento de la fiaca

Redaccion 28/08/2021 - 21.06.hs

En abril pasado, un ex trabajador de fábrica chino llamado Luo Huazhong publicó en la red social Baidu una foto de sí mismo, acostado en la cama, junto con la consigna «La fiaca es justicia». Luo, que tiene 31 años y hace un tiempo renunció a su empleo «996» (así le dicen en China a la semana de trabajo, con jornadas de nueve de la mañana a nueve de la noche, seis días por semana) y comenzó un «estilo de vida lento» inspirado en los sofistas griegos, y más precisamente, en Diógenes el Cínico. Su posteo se volvió viral, y su movimiento sofista (denominado «Tangpin» en chino mandarín) viene ganando adeptos, en lo que constituye en realidad un fenómeno mundial. Para miles de personas, el trabajo es un falso ídolo, que se ha tornado insoportable. Y el descanso, una forma de resistencia.

 

Porch.

 

Una usuaria de Twitter autodenominada @hollabekgrl, hizo una publicación semejante por la misma época. Su consigna fue «No quiero una carrera. Quiero sentarme en el porch». A 400.000 personas les gustó la idea. Tricia Hersey, una artista de performance que vive en Atlanta, EEUU, ha fundado una organización llamada «Ministerio de la Siesta», dedicada a propagar las virtudes del sueño, y cuenta cada vez con más adeptos en aquellas tierras competitivas. Otro intelectual negro, Casey Gerald, de Texas, publicó un manifiesto titulado «El Arte Negro del Escape», en el que promueve unos subversivos «actos de desaparición», tirado en la cama y sin atender el teléfono ni a los amigos.
De a poco la gente va saliendo del modo pandemia, y está dejando de añorar la supuesta «normalidad» anterior. De a poco están comenzando a recordar que antes del Covid tampoco eran felices, y, en particular, se hace evidente lo profundamente que odiaban sus trabajos. En EEUU los empresarios se quejan de que la economía en crecimiento está creando puestos laborales que la gente no quiere ocupar. Biden les dice que el problema es que pagan muy bajos salarios. Pero resulta que en Wall Street, donde los sueldos básicos pueden llegar a 150.000 dólares anuales, también la gente se está hartando.
De pronto aquella consigna de «carpe diem», esto es, «aprovecha el momento», parece estar cambiando por «desperdicia el momento».

 

Han.

 

Esta tendencia parece ser una reacción al mundo distópico que describe en sus escritos el filósofo surcoreano Byung-Chul Han, uno de los pensadores de moda. Para Han, el neoliberalismo ha impuesto una forma de dominación imperceptible, en el cual los sujetos se explotan a sí mismos, y sin embargo creen así realizarse. Viven en un mundo hipercompetitivo, donde el fracaso es siempre personal (nunca culpa de un sistema económico injusto) y donde los explotados, en vez de rebelarse, se deprimen. En esa «sociedad del cansancio» se pierde hasta la libido.
No es una casualidad que @hollabekgrl hable de «carrera» y no de «trabajo». Una carrera es supuestamente una vocación personal, en tanto un trabajo es meramente una forma de ganarse la vida. «Ganarse la vida», bien visto, es un concepto positivo: se trabaja para poder vivir, porque la vida no sólo está en el trabajo, y de hecho, en las condiciones laborales actuales, el trabajo puede ser un verdadero suplicio.
Desde luego, los seguidores del Tangpin no abominan por completo del trabajo, ya que de alguna manera hay que procurarse sustento: volver a vivir con los padres, como muchos han hecho en estos tiempos, tiene sus límites. Pero también están los vivillos: los que aprovecharon su licencia como «personal de riesgo» para desaparecer de sus trabajos hace un año y medio, se contagiaron lo mismo en fiestas clandestinas, y ahora ponen el grito en el cielo cuando los llaman a reincorporarse. Se han vuelto expertos en justificar cómo es que las vacunas (que se aplicaron religiosamente, no comen vidrio) no proveen la inmunidad que ellos necesitan.

 

Briski.

 

A los millenials les parecerá algo muy novedoso este fenómeno de pandemia. Pero créannos, muchachos, el culto a la fiaca (el dolce fare niente, dicen los italianos) tiene su historia y su abolengo.
En 1969 se estrenó con gran éxito la película «La fiaca», interpretada por Norman Briski y Norma Aleandro (con música de, nada menos, Astor Piazzolla) en la que se plantea precisamente la situación de un gris empleado de oficina, que un día se levanta y decide faltar al trabajo, por la simple razón de que tiene fiaca. La rebelión causa un verdadero escándalo familiar y social, lo cual no inquieta el orondo protagonista, quien hasta ensaya un himno personal con la consigna «Al laburo no voy», cantada sobre la melodía del Feliz Cumpleaños (o de El Payaso Plin-Plin, como prefiera el lector).
Esa película debería estar disponible en Youtube (el cronista acaba de chequear la mala noticia de que no es así). Debería mostrarse en los colegios. Debería ser declarada servicio público por ley del Congreso. Deberíamos armar un movimiento para conseguir esos logros. Pero, bien pensado, eso sería mucho trabajo. Después vemos.

 

PETRONIO

 


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