Jueves 04 de abril 2024

The end para el cine Amadeus

Redaccion Avances 16/04/2020 - 22.04.hs

Los daños colaterales de la pandemia están comenzando a sentirse fuerte. El cierre del cine Amadeus es un doloroso ejemplo. La cuarentena se impone y toda actividad comunitaria está fuera de la ley. Las manifestaciones del arte y la cultura ocupan las primeras filas entre las más castigadas. Con las salas clausuradas no hay cine, ni teatro, ni recitales de música, ni exposiciones de obras plásticas o fotográficas. El público que alimenta las expresiones del espíritu está abocado a la terrenal ocupación de sobrevivir en un planeta convertido en un campo de batalla con infinidad de muertos provocados por un enemigo que ni siquiera se ve.
La pesadilla cinematográfica de «La guerra de los mundos» se invierte y los virus, en lugar de convertirse en aliados de los humanos para matar a los invasores extraterrestres, nos atacan a nosotros, los «amos» de la Tierra. (Qué desconsuelo hablar de la muerte de un cine a través de una película).
El Amadeus pertenecía a una Pyme familiar. Hacía 16 años que venía funcionando a pleno por eso hoy los amantes del cine, que no son pocos, sienten esa pérdida como un desgarro. Para muchos ir al Amadeus se había convertido en un programa habitual de la semana. En su sala de la calle Gil pudieron ver no solo las películas más taquilleras que Hollywood lanza en serie todas las temporadas sino también esas otras que, sin tanta promoción, se abren camino por el esfuerzo y la calidad que imponen sus realizadores; y sobreviven intactas a los años y las modas. Si alguien, al leer estas líneas, piensa en el ciclo «Jueves de cine», acertó. Lo mejor del cine universal de todos los tiempos, los directores y actores más prestigiosos -que no son, por lo general, los de más fama- pasaron por la pantalla de la calle Gil.
Pero hubo también muchas otras actividades que hicieron del Amadeus un reducto irremplazable del movimiento cultural santarroseño. La proyección de la obra de Jorge Prelorán, un lujo para cualquier cinéfilo; charlas, debates y presentaciones de libros, muestras de obras pictóricas, por nombrar solo algunas de las inquietudes que se canalizaron por el lugar.
No se muere un cine sin consecuencias, sin dejar heridos entre los devotos de ese rito pagano que nació hace más de un siglo y perdura hasta nuestros días a pesar de tanta competencia audiovisual. La era digital, la informática, la TV por cable, los televisores inteligentes (si cabe el oxímoron), Netflix y sus muchos imitadores no lograron vencer al «viejo» arte de la linterna mágica. Es que en ese duelo, no exento de épica, también están en disputa dos formas de conectarse con el «séptimo arte»: una solitaria, entre las cuatro paredes de un living; la otra social, colectiva, en la penumbra de una sala compartida.
En este otoño de 2020 el cine Amadeus sucumbió al ataque del coronavirus. Todos guardamos la esperanza de que, cuando pase todo, cuando la vida social se reorganice y recupere su habitualidad, vuelva a abrir sus puertas. Pero esto es solo una expresión de deseos en medio de tantas incertidumbres sobre el presente y el futuro.
Grandes escritores han dejado páginas inolvidables en memoria de los cines de barrio. El Amadeus no fue un cine de barrio, fue un cine de pueblo, que eso es todavía la modesta Santa Rosa a pesar de sus ínfulas capitalinas. Y hoy los vecinos de este pueblo sienten, al enterarse de esta noticia, que les han quitado un trozo significativo de su vida social y cultural. Dentro de mucho tiempo, cuando se siga hablando de la pandemia que nos confinó en nuestras casas, la referencia al cine Amadeus va a estar presente en esas charlas evocativas. Y quizás ese ejercicio de la memoria sea el mejor homenaje que esta comunidad tribute al querido cine Amadeus. Y a Walter y a Bettina, desde luego. (SS).

 

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