Jueves 11 de abril 2024

Todos saben qué pasa

Redacción 08/10/2015 - 04.00.hs

Si los cimientos de una casa están defectuosos, por más que se arreglen sus revoques, se la pinte o se hagan mejoras en su techo no va a dejar de sufrir eternamente las consecuencias de aquel vicio de construcción original.
Este ejemplo bien puede aplicarse al acueducto del río Colorado que ha pasado a ser el principal motivo de padecimiento de los santarroseños. Y no es que falten otros, como bien puede demostrarlo la infinidad de llamados de vecinos a las radios locales expresando su malestar por el caos del tránsito, el estado del pavimento, el colapso de la red cloacal, las pérdidas de agua en las calles, la extracción de árboles sin reposición, los espacios verdes descuidados y una larga hilera de etcéteras.
Cuando el gobernador actual dice que el acueducto "no tiene mantenimiento", y el candidato a sucederlo por su misma fuerza -el PJ- promete que, de ganar las elecciones, ordenará una auditoría para "determinar si se rompe por fallas de operación, de mantenimiento o de construcción" los santarroseños no pueden menos que asombrarse. Ambos hablan como si no integraran el partido político que viene gobernando ininterrumpidamente la provincia desde hace casi treinta y dos años, como si no fueran hoy (en el caso de Jorge), o no hubieran sido ayer (en el de Verna) las máximas autoridades políticas de la provincia, como si no conocieran las condiciones bajo las cuales se proyectó, se licitó, se adjudicó y se construyó esta pieza de ingeniería única que pasará a la historia de La Pampa aunque no por sus virtudes.
La colección de este diario, como la de los medios colegas pampeanos, es la mejor fuente histórica para conocer las causas de las permanentes roturas que padece esta obra que fue noticia siempre, desde su misma presentación a toda pompa y como remedio para todos los males.
Por citar solo algunas en el acotado espacio de esta columna, podría recordarse, por enésima vez, que ni siquiera hubo un proyecto constructivo y que semejante gigante ingenieril que demandó tan elevado gasto público se llevó a cabo apenas con la documentación técnica de un anteproyecto. Este gravísimo defecto de origen fue reconocido por las propias autoridades que operan el acueducto y ratificado por varias fuentes técnicas consultadas.
También se podrá recordar el irregular proceso de licitación y adjudicación a una empresa que presentó una cotización sensiblemente inferior a sus competidoras y que luego ofertó -cual trueque pampa- una ampliación de la capacidad del ducto. Esa empresa, a la que el gobierno justicialista de entonces le entregó la obra, desembarcaba en nuestra provincia con antecedentes pésimos en otros puntos del país. Aunque los medios provinciales alertaran sobre semejante prontuario, el gobierno hizo oídos sordos y prosiguió con la adjudicación. Luego, y ya con la construcción en marcha, se demostró con creces que la empresa adjudicataria era la menos apta para realizar semejante obra y fue necesario rescindirle el contrato. Claro que ya había quedado enterrado un largo tramo del acueducto que es, y no por casualidad, el que sufre la mayor cantidad de averías. La ausencia -o falencia- de los ensayos hidráulicos realizados en esa etapa pueden ser recordados hoy apelando a la memoria o a los archivos periodísticos. También las causas judiciales y las condenas por el pago de coimas.
En síntesis, nadie en el gobierno justicialista actual, ni en el anterior y así sucesivamente hasta aquellos oscuros años noventa, ignora las razones por las cuales hoy el acueducto es un permanente dolor de cabeza para los técnicos que tienen que lidiar con él y para los usuarios condenados a una suerte de "ley seca" periódica. Que públicamente hablen de "mantenimiento" o de "auditorías" no pasa de ser más que una de esas estrategias retóricas con que el justicialismo pampeano puede reciclarse y eludir costos políticos merced a la fidelidad -o resignación- que le ha tributado hasta hoy su electorado.

 


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