Jueves 11 de abril 2024

Un año de muchos lamentos y pocos festejos

Redacción 11/12/2016 - 00.54.hs

Emilio Marín - Ayer se cumplió el primer año del gobierno de Mauricio Macri. La autoevaluación del presidente fue una aprobación con 8, pero la mayoría de los argentinos le pone una nota más baja e incluso lo aplaza.
El tiempo vuela y parece que fue ayer cuando Macri bailaba en el balcón de la Rosada, con una Juliana Awada decorativa y Gabriela Michetti canturreando a Gilda, ante una módica concentración del PRO-Cambiemos en Plaza de Mayo, que nunca se repitió.
Pasó un año y ayer aquella plaza volvió a ser caminada por los pañuelos blancos de las Madres de Plaza de Mayo y la 36° Marcha de la Resistencia, con organismos de DD HH.
Entre las banderas actuales de esos derechos pisoteados en los '70 estuvo el reclamo de libertad para Milagro Sala, asunto que pone nerviosos a los dirigentes macristas más lúcidos y lleva al desborde emocional y gritos destemplados a sus legisladoras menos prudentes.
Hoy Macri no baila en aquel balcón sino que reacciona frenéticamente contra Sergio Massa y lo llama "impostor" por su proyecto sobre impuesto a las Ganancias, combinado con otros bloques opositores, y que tuviera media sanción en Diputados. El presidente se pone un 8 en un examen anual donde muchos otros argentinos lo aplazan o le dan una nota mucho más baja, por el balance de estos doce meses.
La vicepresidenta Michetti debe añorar aquellos días de gloria, metida como está en problemas judiciales por los 245.000 pesos y 50.000 dólares robados de su domicilio, y que no tienen procedencia clara ni justificación en su fundación SUMA flojita de papeles.
Que hay un balance distinto entre gobierno y sociedad, lo deja expuesta la última encuesta de CEOP dirigida por Roberto Bacman. La mayor de las preocupaciones es la economía y dentro de ésta, "la inflación, con un 31,8 por ciento de menciones como aspectos negativos del año de gestión de Macri. Luego, el aumento de la pobreza (21,2 por ciento), la mala distribución de la riqueza (13,2) y la quita de los subsidios a las tarifas (10,4 por ciento)".
El 71,2 por ciento de los consultados está convencido que las promesas de campaña no se cumplieron. Coincidentemente, en estos días tuvo reiterada difusión el video de campaña de Macri en 2015, donde aseguraba que "en mi gobierno los trabajadores no van a pagar impuesto a las ganancias".

 

Dura derrota política.
El tema Ganancias significó esta semana un durísimo golpe al mentón del gobierno. Es que su propio proyecto para modificar el impuesto a las ganancias -que venía con dictamen mayoritario de las comisiones de Diputados- fue derrotado por la oposición. En la sesión plenaria se aprobó por ancho margen el proyecto pergeñado por Sergio Massa y sus operadores Graciela Camaño y Marcos Lavagna. El mismo fue negociado con amplitud con diversos bloques opositores: el de Oscar Romero y Diego Bossio, el de Mariano Recalde y Axel Kicillof, el de Victoria Donda, el de Alicia Ciciliani, el de Margarita Stolbizer, etc, fueron convocados para armar una propuesta de amplia base.
El proyecto contempla un mínimo no imponible de 33.500 pesos para los solteros y de 44.000 para los casados con dos hijos, además de exceptuar los aguinaldos de ese impuesto y bajar al 2 por ciento (en vez del 9) la primera categoría que lo debe oblar.
Al mismo tiempo los renovadores y sus aliados incluyeron algunos impuestos para disminuir la brecha de recaudación que dejaría una ley como la propuesta. Así, se crearán impuestos al juego, la renta financiera, los plazos fijos mayores de 1.5 millón de pesos y a la actividad minera, que había sido favorecida por el gobierno de Cambiemos con el fin de las retenciones.
A la hora de la votación los números fueron contundentes: 140 diputados aprobaron el proyecto opositor, sólo 86 votaron en contra y 7 se abstuvieron, entre ellos los legisladores del FIT.
Los argumentos del Frente Renovador y sus aliados sonaron convincentes. Que en vez de 2 millones de trabajadores ahora va a pagar un millón y con escalas más apropiadas, por primera vez modificadas desde tiempos del gobierno de Alfonsín y Machinea. Que ese ahorro irá al consumo y dinamizará la economía, hoy cuesta abajo en la rodada. Que el agujero fiscal no será tan grave porque previeron otras fuentes de recaudación. Y finalmente, que de esta forma la política saldará la cuenta que tenía con los asalariados, tras la promesa incumplida del actual presidente.
El enojo de Macri fue mayúsculo, al punto de tachar de "impostor" al ex jefe de Gabinete de Cristina, condición que remarcó para tratar de pegar a Massa con la ex presidenta. En la misma línea de agresión se ubicó Elisa Carrió, esta vez desde su segunda patria, Estados Unidos, y la cadena CNN, que también es la segunda (la primera, obvia, Clarín).

 

Los aprietes.
Al margen de la bronca y los insultos, lo único que tenía cierta consistencia en el oficialismo fue su llamado de atención sobre el giro oportunista de Kicillof y diputados kirchneristas. Es que cuando fueron gobierno no atendieron los reclamos de estos cambios en Ganancias y justificaron la inamovilidad diciendo que afectaba a sólo el 10 por ciento de los trabajadores, tildados de "aristocracia obrera".
Sin embargo tampoco esa crítica del PRO-Cambiemos tuvo mucha efectividad porque si lo del joven ex ministro de Economía era acrobacia política, el abandono de la promesa macrista de que los trabajadores no tributarían más este impuesto, era directamente una agresión insoportable.
Otra argumentación de Macri, también empleada por el gobierno anterior, fue que de este modo se desfinanciaría el Estado, en particular las provincias. Aunque las cifras mudan según quién las formule, para la AFIP habría una necesidad de 40.000 millones extras al presupuesto votado días atrás. Es un elemento atendible, pero en buena medida los diputados opositores dieron salida a la cuestión, con sus impuestos al juego, la renta financiera y la minería.
El presidente está en campaña -luego del feriado largo que se tomó en Alta Gracia- para apretar a los gobernadores justicialistas y convencerlos que tienen que operar sobre sus senadores nacionales, para frustrar la sanción definitiva de la ley tal como salió de la Cámara Baja. O, de mínima, que le introduzcan modificaciones, con lo que debería volver a la cámara de origen; allí, para insistir en su redacción original, se necesitarían dos tercios que el macrismo cree poder impedir.
Por eso ahora la lupa está puesta sobre el bloque del FPV-PJ de Miguel Pichetto. Algunos gobernadores pueden ser sensibles al apriete de la presidencia, como Sergio Uñeac, de San Juan, que mucho depende de la actividad minera y podría ver con disgusto nuevos impuestos al rubro. Afortunadamente otros mandatarios, como Carlos Verna, de la La Pampa, han dejado trascender su apoyo al proyecto de ley tal como está, diciendo que los pesos que le ingresen de menos a la caja provincial se compensarán con una mayor actividad económica e impuestos a percibir.
El próximo martes hay reunión de comisión en el Senado y se escuchará a la AFIP y otros especialistas. Tras eso quedan dos posibilidades: que los senadores traten el proyecto sobre tablas o que pasen la sesión para el miércoles 21. Allí, como quedó esbozado, pueden aprobarlo sin cambios o introducirle modificaciones, en cuyo caso el proyecto volverá a Diputados y eso le dará más tiempo de operar a Macri, presionando a gobernadores y legisladores.
Si a pesar de todo ello, al final el proyecto de Ganancias se llegara a aprobar, eso pondría a Macri ante la opción de vetar la ley. Legalmente puede hacerlo pero políticamente le será mucho más costoso que el veto contra la ley antidespidos. Vetar una norma legal que venía a cumplir algo que el mismo presidente prometió e incumplió, sería de un costo mayor. Lo dejaría al presidente como muy poco democrático, irrespetuoso del funcionamiento del Congreso y de la división de poderes que supuestamente era uno de sus fuertes en comparación con el "autoritarismo" anterior y la "escribanía del gobierno".

 

Massa en campaña.
Muchos simpatizantes del gobierno anterior saludaron alborozados el resultado en Diputados, sumado al proyecto aprobado que venía del Senado, relativo a la emergencia social.
Así como en Ganancias hubo un voto supuestamente de izquierda, en contra, de Juan Carlos Giordano, del trotskista IS-FIT, en Emergencia Social esa condición de aislado la personificó Alfredo Olmedo, un cruzado contra los trabajadores informales (quizás por las denuncias de explotar trabajo agropecuario en negro).
Se ha dicho, parafraseando a Napoleón, que la victoria tiene muchos padres. Y esta media sanción en Diputados lo verifica porque varios se adjudican la paternidad de lo que pinta como bella criatura. Aunque sin la certeza de un análisis de ADN, el cronista cree que quien más puede explotar esa condición es el Frente Renovador de Sergio Massa.
Y allí radica precisamente una oportunidad que se convierte en peligro, toda vez que ex intendente de Tigre no expresa un cambio popular democrático luego del turno de Macri. Apenas hay matices entre dos asiduos visitantes a la embajada de Estados Unidos en Buenos Aires, con conexión directa con la Unión Industrial y la gran burguesía local, y muchos operadores en el triunvirato de una CGT que incumplió el paro general.

 

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