Miércoles 24 de abril 2024

Un duro viaje al horror del pasado

Redacción 18/10/2017 - 00.46.hs

Las audiencias del juicio por la represión ilegal desatada en el marco de la Subzona 14 que se están realizando en nuestro ciudad pueden asimilarse a una puerta abierta a un pasado no tan lejano. En lo que concierne a las personas mayores resulta imposible no revivir aquel sentimiento de miedo colectivo que se instaló en la sociedad por el accionar violento de quienes se sentían dueños de la vida (y los bienes, como ocurriera en muchos casos) de cualquier ciudadano y de su familia. En aquellos años, amparados en la fuerza de las armas y en un adoctrinamiento ideológico llegado desde Estados Unidos y Francia, militares y policías se entregaron a una tarea infame que no se detuvo ante la tortura, el asesinato, la desaparición de personas, la apropiación de bebés y la posterior adulteración de su identidad... En tal sentido para muchos resulta asombroso -y a la vez indignante- que durante el proceso judicial los represores hoy invoquen derechos que ayer no respetaron, y busquen acogerse a beneficios legales que desconocieron para sus víctimas cuando ejercieron el poder absoluto.
Otro aspecto singular representa la presencia en el juicio de jóvenes estudiantes que no habían nacido en aquellos años oscuros y que conocieron lo que sucedió en la dictadura a partir de lecturas o de referencias personales de quienes sí padecieron aquella dura experiencia política. La concurrencia juvenil a las audiencias aparece como una decisión acertada por parte de quienes entienden que resulta imprescindible transmitir a las nuevas generaciones las traumáticas experiencias pasadas a pesar de que esas "enseñanzas" impliquen momentos muy conmocionantes para los chicos y chicas que presencian los terribles testimonios de las víctimas ante al tribunal. Podría decirse que el conocimiento efectivo del horror pasa a constituir también una sabia, aunque dolorosa, clase de educación democrática
Pero en donde la atención judicial y pública ha percibido un mayor dramatismo ha sido en el conocimiento de algunos comportamientos que mostraron ciertos sectores de la sociedad bajo el terrorismo de Estado. Los docentes de Jacinto Aráuz se refirieron expresamente a tan delicada cuestión y no omitieron señalar que en esa localidad se llegó a realizar un asado para festejar sus detenciones. Esa parte de la población se mostró insensible ante la suerte de sus vecinos al tomar como propio el discurso de los militares golpistas que apuntaba muy especialmente contra quienes eran acusados de "subversivos". En ese marco resultó especialmente doloroso el testimonio de un pastor evangélico quien terminó con serias secuelas físicas producto de la tortura que sufrió.
Es innegable que, a cuarenta años de distancia, aquellos traumáticos sucesos continúan presentes en la memoria de buena parte de la sociedad argentina. Resulta muy positivo que estos juicios a los verdugos de la dictadura permitan conocer todo lo que pasó, en especial el sufrimiento atroz de las víctimas. Y terminen con las condenas que se merecen los que violaron todas las leyes que protegen la integridad de las personas.

 

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