Sabado 06 de abril 2024

Un segundo semestre sin manteca al techo

Redacción 08/08/2016 - 02.04.hs

Hernán P. Herrera* - La obsesión por la inversión extranjera y la eficiencia que abre la economía terminará cerrando o achicando industrias que necesitan protección. La reconversión hacia actividades de menor valor agregado deviene en un alza del desempleo y en mayor endeudamiento.
La Argentina tiene infinidad de debates políticos. Entre ellos hay una crema de los debates, los que han logrado instalar como claves, debates que venden, cosa que en cuestiones de política no es fácil. Es difícil construir masividad en torno del análisis político, del análisis económico. Salvo que en el medio haya fantasmas, odios, personas diabólicas, o elementos noveleros. En la generalidad de los casos el debate profundo, el que tiene que ver con la creación de institucionalidad para consolidar un patrón de acumulación o un plan de industria y desarrollo, no suele tener rating. ¿Pero por qué? Una de las razones es que su presentación no genera grieta: la gran mayoría estamos más o menos de acuerdo de que se precisa desarrollar el país, creando empresas con procesos de organización productiva que incorporen mayor valor agregado. Porque de este modo se integra más trabajo, más salario, y mejor nivel de vida para todos. Hasta aquí no hay mayor grieta, aunque ya comprende una mirada heterodoxa.
Pero en el camino hacia ese objetivo aparecen las grietas y los intereses explícitos. ¿Por qué van a proteger tal sector generando cierta inflación que tendrá impactos en mis costos, y me hará perder ganancias relativas? ¿Por qué vas a subsidiar tal actividad si demuestra innovación, y gastar recursos del Estado que deben orientarse sin distorsionar los precios? En este camino la ortodoxia empieza su trabajo de difusión.

 

Unos y otros.
Días atrás Cristina Fernández de Kirchner hablaba de poder. A esta altura está claro que el kirchnerismo no tuvo un plan de desarrollo, porque redistribuir y crecer no alcanza, porque debe ser sustentable, y esto tiene una pata económica y otra de consenso político. El kirchnerismo tampoco despenalizó el aborto, ni modificó la ley de entidades financieras, ni tuvo una política industrial de largo plazo, ni modificó la estructura tributaria, y en general tuvo problemas para avanzar en cuestiones sectoriales porque la macroeconomía pensada para el pueblo chocaba con intereses sectoriales. Perfecto. Nadie dice que sea fácil. Que la presidenta hasta 2015 no haya hecho esto no quita que haya enfrentado a los pesos pesados del sistema financiero global, mientras el gobierno actual parece salir a militar el aumento del precio de la manteca. ¿Querían pensar en gris? Bueno, en los grises, para mí, gana el que sostiene el desempleo bajo primero, porque de ahí surge la felicidad del pueblo, y avanza en el desarrollo después. En ese orden. El que plantea destruir empleo, para que la eficiencia traiga desarrollo (cosa nunca verificada de esta forma) no puede ser simpático para nadie que además de pensar tenga sentimientos.
Lo que molesta es que vayamos para el otro lado. ¿Por qué el macrismo no puede tomar un lugar más intermedio y entonces pensarse en el poder por más tiempo? Es decir, menos favores a la banca extranjera y mejores precios para créditos y costos de Pymes, con tasas reguladas, menos apertura comercial y más salario, menos empresas multinacionales de maquila y más promoción de sectores estratégicos. Claro, tendrían que debatir un poco con algunos embajadores y empresarios, pero estos últimos nunca se pelean del todo con la firmeza si es para poner un poco de orden en la jungla del capitalismo argentino. Aguantaron doce años al kirchnerismo, pueden vivir en un lugar intermedio de manera permanente entonces.

 

Algunas frases:
"Va a faltar manteca por la decisión empresaria de producir más queso que es más rentable y ahí no nos podemos meter", afirmó Buryaile. En declaraciones a Radio Uno, el funcionario añadió: "Nosotros como gobierno podemos persuadir al comercio para que vendan a determinado precio pero no vamos a hacer control".
"Es cierto lo que dicen los tamberos pero no podemos hacer que le cierren los números a costa de plata que no tenemos", señaló además Buryaile, al ser consultado sobre los reclamos del sector al gobierno nacional.
"Los beneficiados de este gobierno fueron los agricultores, no todo el campo", dice Ricardo Garnero, mesa de productores de leche de Santa Fe.
"La industria de alimentos y bebidas de la Argentina está en condiciones de duplicar sus exportaciones al mundo si logramos avanzar en las reformas de segunda generación que nuestro país necesita", dijo Funes de Rioja (Copal) y destacó que "las reformas de primera generación han sido oportunas, efectivas y valientes".
La lógica del lomo ahora la vive la manteca: exportemos lo más rentable, importemos lo menos rentable (aprovechando el tipo de cambio atrasado y la apertura de la cuenta capital) o directamente no consumamos lo que para algunos no se precisa. Esto sin dudas ayuda a sostener precios, pero también sin dudas, en un contexto generalizado, expulsa mucho empleo, lastima la mesa de los argentinos y el bienestar social.

 

Recién empieza.
Mientras tanto, cabe decir a favor de nuestros siempre criticados empresarios, que no están despidiendo personal por cuestiones ideológicas, sino más bien por razones económicas (es cierto que el empresariado concentrado milita las medidas actuales, pero señalar la punta del ovillo no es un tema menor). Esto no sólo apunta a frenar un poco el argumento de la maldad empresaria de clase, sino también a poner en carpeta que si la economía anda, y la actividad del conjunto mejora, no cabe esperar más -o tantos- despidos. Lamentablemente, hasta acá no se visualizan medidas para contener las fuerzas salvajes del capital vernáculo y global que habita nuestras tierras.
La Argentina de la exclusión social no tocó piso. Esto recién empieza. Con o sin crecimiento, así, como ahora, habrá expulsión de empleo durante años. Como todo, no sería grave la importación de manteca, o algún tarifazo, alguna devaluación, cosas que quizá eran necesarias para reequilibrar una economía que ni logró pagar las importaciones en 2015. Pero hacerlo sin un plan industrial sólo verifica la existencia de un plan antiindustrial, de valorización financiera.
Lo que está en juego cuando hablamos de reconversión productiva, es que la obsesión por la inversión extranjera y la eficiencia que abre la economía termine cerrando o achicando un montón de fábricas que necesitan de cierta protección. O sea, detrás de esa reconversión hacia actividades de menor valor agregado, financieras u orientadas al mercado externo, cabe esperar un alza del desempleo, que genera pérdida de salario, y mayor endeudamiento público para salvar el descalce entre la baja recaudación y un Estado más atado de manos que pierde legitimidad. ¿Alguien sin intereses concretos vinculados a ello quiere este cambio? No lo creo.
*Economía Política Para la Argentina (EPPA).

 


' '

¿Querés recibir notificaciones de alertas?