Sabado 16 de marzo 2024

Un fin de semana sin precedentes

Redacción 22/06/2012 - 04.30.hs

El fútbol es, por lejos, el deporte más popular del mundo, y en la Argentina tiene una aceptación social tan profunda que no distingue clases, etnias ni religiones. La pasión de los hinchas, los negocios de los empresarios, la violencia de los barrabravas y el juego de los futbolistas se entremezclan para dar como resultado un fenómeno sociológico cuyo análisis es apasionante.
Este fin de semana, el antiguamente denominado balompié ofrecerá un menú inédito en 80 años de profesionalismo, a tal punto que casi no alcanzan las señales televisivas para mostrar en paralelo las imágenes de todos los partidos. Los equipos grandes, medianos y chicos buscarán títulos y ascensos y tratarán de eludir promociones y descensos; con la ansiedad exacerbada por sectores del periodismo que piden "desdramatizar" -uno de los tantos neologismos acuñados en la jerga futbolera-, pero que, a la vez, inyectan en sus comentarios dosis de adrenalina al por mayor.
Mucho se dice, en estas circunstancias excepcionales desde lo deportivo, que en otros países un descenso a una segunda división se lo asume con más naturalidad, como si no fuera el apocalipsis que sí es en estas tierras. En realidad no lo es, y cualquiera que lo piense con sentido común lo entiende así, salvo los fanáticos más enceguecidos. Pero eso no impide el llanto, la desazón, el encierro o la bronca. Porque esas conductas son propias del ser humano en estas o en otras circunstancias.
A sabiendas de este contexto de enorme expectativa, vale insistir con una idea: ni la vida ni un club desaparecen por un marcador. Si el hincha es apasionado, si ese sentimiento forma parte de su ADN, seguirá alentando a su equipo esté en primera, en segunda o en cuarta, aun con el dolor a cuestas. Y si se trata de un campeonato lo disfrutará con el goce que significa estar en la cúspide del deporte más popular. El que goza o sufre profundamente por este deporte sabe que se goza o se sufre a partir de lo propio y no de lo ajeno, más allá de las inevitables bromas y chanzas.
Pero es cierto también que muchas veces este mensaje encuentra paredes difíciles de quebrar cuando desde la televisión, pública o privada, las radios y la prensa gráfica se bombardea minuto a minuto con informaciones, polémicas, chismes, frases provocadoras, dudas, títulos inexactos... un aquelarre de señales que con el avance de la semana favorece la irrupción de reacciones destempladas que, al masificarse, multiplican las consecuencias. Y esto dicho sin justificar ni dejar de lado la responsabilidad individual de cada simpatizante.
Es tan elevada la temperatura de la "previa" de este fin de semana que expertos en marketing y publicidad calculan que el negocio publicitario -sumando avisos en estadios, televisión y otras vías- rondará los 500 millones de pesos. Tan desmesurada es la expectativa que algunos auspiciantes habituales quedarán marginados por otros debutantes o inusuales que están dispuestos a desembolsar fortunas para promocionar sus productos o servicios sabiendo que el ráting está asegurado. Otros, computando gastos por traslados, entradas, hospedaje y merchandising, se animan a afirmar que la danza de los millones será equivalente a la que inyecta el mercado turístico durante un feriado puente en todo el país.
Mientras tanto, los hinchas saltarán, gritarán, maldecirán, llorarán o reirán. Algunos verán en ese paisaje un circo romano moderno. Otros dirán que los sentimientos no se venden. Y detrás, invisibles, estarán los mercaderes. Al otro día, Boca, Ríver, Racing, Independiente, San Lorenzo, Central, Instituto, Quilmes, Arsenal, Tigre y todos los demás clubes seguirán siendo lo que son, con sus historias centenarias a cuestas. No es que no habrá pasado nada, pero tampoco tanto. Un resultado, a favor o en contra. Con todo lo que ella implica, en su justa medida.

 


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