Jueves 11 de abril 2024

Una división en la comunidad ranquel

Redacción 04/07/2015 - 04.11.hs

Un rasgo original y sobresaliente de la historia pampeana del último medio siglo ha sido el hecho de que las etnias indígenas, que a lo largo de nuestra historia constituyeron una de las características humanas del territorio (junto con la inmigración y los ríos robados), se integraron al movimiento de reivindicación aborigen que se dio en todo el país. La evolución intelectual de la Argentina moderna abrió las puertas a una revisión histórica que sirvió de base a las reivindicaciones de los pueblos originarios, casi siempre postergados e ignorados por la cultura oficial.
En nuestra región pampeano-patagónica el movimiento se vio ayudado por el impulso que venía del sur, donde las comunidades de origen mapuche se hicieron fuertes en Chile y contagiaron su fortaleza a sus hermanos de raza de este lado de la cordillera, y aun a los de origen pámpido, que no lo eran en lo genético cultural pero estaban igualmente postergados.
Así la idea avanzó de sur a norte y cobró fuerza en las comunidades que se habían conservado más puras en cuanto a cultura y tradición, como las de la Colonia Emilio Mitre. Pero también prendió entre los descendientes que habitan los pueblos del este provincial, dando lugar al surgimiento de grupos que clamaban por los derechos conculcados a sus ancestros, básicamente la tierra. Con esas reivindicaciones renació el orgullo étnico y se acabó "la vergüenza de ser indio", volviendo a tener vigencia como símbolos de las comunidades ritos antiquísimos expuestos como una forma de cohesión e identidad colectiva. El de los ranqueles, particularmente, fue un buen ejemplo.
Cierto que, como suele ocurrir, hubo desmesura en algunos objetivos (como el desconocimiento de la nacionalidad) pero fue innegable que la voz de las comunidades reforzó, y mucho, las reivindicaciones que aparecían como lógicas y justas y a las que se les comenzó a prestar mayor atención.
Por todo lo expuesto es que sorprendió la noticia de que en la última Junta Grande -especie de asamblea general realizada por los descendientes ranquelinos- se haya producido una escisión en el consejo de lonkos (jefes) por parte de un sector que alega falta de atención a sus reclamos; los mismos apuntan básicamente a la obtención de tierras para la comunidad y el uso de la lengua ranquelina.
Resulta notable advertir cómo la vieja tradición ranquel del derecho a la opinión durante los parlamentos -al menos la que nos ha trasmitido la literatura tradicional- mantiene vigencia en instituciones modernas no muy conocidas para el resto de la sociedad pampeana. Junto a ese rasgo positivo, la división del grupo por disidencias internas y falta de acuerdos es, evidentemente, negativo y puede dar lugar a desgastes innecesarios y riesgosos en cuanto a la acción política.
Resulta aventurado adelantar qué consecuencias podrá tener esta división para la comunidad ranquel, aunque es sabido que las escisiones no suelen tener consecuencias favorables. De todos modos, el funcionamiento democrático en estas instituciones tan recientes, aunque de raíz muy antigua, permite abrigar la esperanza de que se puedan encontrar caminos de entendimiento en favor de la defensa de los intereses comunes.

 


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