Martes 23 de abril 2024

Cuestiones de estética

Redaccion Avances 10/07/2022 - 17.00.hs

Pilar se dio cuenta de que ya no estaba corriendo la carrera de la eterna juventud y también de que su comportamiento ya no se adecuaría a ciertos cánones. La rebelión tiene su precio, pero fluir con la multitud tiene otros.

 

María Evangelina Vázquez *

 

Pilar querría ser agua, fluir, como dicen ahora, dejar que todo fluya. Pero era como un pedazo de carbón que se apaga y se enciende. No sabía por qué se había puesto de moda el término “fluir”, “relajar” o “tener onda”. Esto que le decía su mejor amigo de la infancia: “hay mucha competencia con las chicas de veinte, vos tenés que aceptar todo lo que él te proponga”. Y había algo en Pilar que se negaba a aceptar.

 

No importaba la competencia. Había mucha competencia, aun la desleal, las que alteraban artificialmente sus cuerpos para ser más atractivas al ojo masculino. Adulterar un cuerpo, adulterar un pensamiento, adulterarse. Hacerse adulta era saber que ya no recuperaría su cuerpo de veinte años, ser adulta significaba que la ciencia a veces ayuda a conservar la belleza y la juventud, pero no tenía que recurrir a algún tratamiento como si fuera un manotazo de ahogada. Algún arreglo de vez en cuando sería aceptable siempre y cuando no se transforme en una adicción y ni siquiera tenía ganas de retocarse, prefería pensar que cada etapa de la vida tiene su propia clase de belleza. No quería perderse en un mundo artificial donde ya no pueda reconocer ni sus propios rasgos.  Ella temía eso, perderse en un hombre que no le permitiera reconocer sus propios rasgos. Sus debilidades la hacían fuerte y ella quería ser fuerte a toda costa.

 

No quería inmutarse cuando le pasaban cerca las de los jeans ajustados, las de los escotes profundos, las de las pestañas extendidas, las del top con la panza al aire, las que podían lucir unos tacos altísimos y no trastabillar. Ella sabía que ese no era su mundo ahora, que su adolescencia había pasado, pero aun así quería saberse entera, sólida, saber que estaba bien aceptarse con sus imperfecciones. Que el hombre a su lado supiera que ella ya no estaba corriendo esa carrera. Cuando le decía a alguien que estudiaba Estética, muchos pensaban que era cirugía estética. Y ella no lo podía soportar, que denigraran así una disciplina con tanta historia. Entonces se preguntó si no era más saludable aplicar los cánones estéticos a una obra de arte en lugar de ensañarse con los defectos humanos. Que la belleza humana o mundana no traía la felicidad; eso era seguro. Pero la felicidad sí llegaba al contemplar una verdadera obra de arte.

 

* Escritora

 

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