Miércoles 17 de abril 2024

“La cáscara de la naranja”

Redaccion Avances 04/09/2022 - 12.00.hs

En los últimos meses se ha editado una obra literaria escrita por un dibujante, creador de cómics, dueño de la tira “Margarita”, que se titula “La cáscara de la naranja”.

 

Gisela Colombo *

 

Este libro constituye su primera obra literaria, aunque Rubén Pergament ha dado muchas pruebas anteriores de creatividad, talento lúdico, ingenio y una mano especial para el dibujo.

 

No obstante, “La cáscara de la naranja” es una novela única en su especie. Pergament, dibujante consagrado, ha logrado algo tan original que difícilmente lo veamos en otros artistas.

 

No se trata de una novela gráfica, de comics o de ningún otro género ligado a las caricaturas. Es un relato completamente hecho en la materia prima de la literatura, la palabra. Sin embargo, su espíritu es muy otro. En efecto, con un cuerpo puramente lingüístico, el alma del texto es netamente plástica.

 

Cuando el cubano Reinaldo Arenas abrevaba de la fuente de cómics “El Gato Félix” como un objeto más del espíritu del realismo mágico, revelaba esta misma conjunción que persigue Pergament, quizá incluso sin conciencia racional.

 

En El Mundo Alucinante de Arenas sucede un hecho que puede ser parte de una de las muchas aventuras que vive Fray Servando Teresa de Mier, el fraile protagonista, pero que ningún lector de cómics pasaría por alto. El lenguaje literario asume el tono de una historieta gráfica de un illud tempore (un tiempo ancestral y maravilloso) en donde todo es posible. Donde la magia reconstruye el cuerpo de un hombre que se ha caído de muchos metros de altura y se ha hecho añicos contra el piso. Los fragmentos que parecían cristales de colores desperdigados por el suelo de mármol, de pronto regresan a su sitio y vuelven a darle vida al sujeto.

 

Ése es, indudablemente, un intento similar al que practica Pergament. Pudo no dibujar con las manos, con fibras o acuarelas, pero sin dudas dibujó en palabras.

 

Crisis es oportunidad.

 

La historia comienza cuando José Gonzáles, un hombre adulto que es despedido de la empresa en que ha trabajado durante décadas, se encuentra con un desafío desesperado: mantener a su esposa y sus dos hijas. Pero como suele repetir nuestra contemporaneidad, “crisis es oportunidad” y así parece vivirlo José. Porque en cambio de poner toda su energía y talento en conseguir un trabajo que se lo permita, descubre otra faz de la experiencia. En cambio, comienza a ver un mundo alternativo. Ya no es la única opción la dinámica de hámster corriendo en la ruedita para estar siempre en el mismo lugar. Ya no es única la opción a la que nos arrastran las sociedades modernas y mercantilistas.

 

José lo comprende, y se baja de la rueda para encaramarse al mármol, al bronce o al estuco de distintos monumentos históricos. Y lo hace gracias a la genial escalera doble que, si venciera nuestro afán metafórico diríamos que representa el vivir sin darle la espalda a ninguna de las necesidades, las de la materia, pero también las del espíritu, la creatividad, el arte y la libertad esencial. En esas travesías a las plazas públicas y el ascenso al caballo esculpido, también se le revela un don propio. Una habilidad especial para la reflexión y la crítica social, un talento para la arenga. Allí también se descubre inesperadamente capaz de contagiar entusiasmo a quienes se convierten en sus seguidores. Mientras tanto, sigue renegando con los problemas “reales” (léase “de dinero”) como si los otros no lo fueran.

 

El resultado del recorrido será más radical de lo que parecía en principio. Y el alucinado trayecto de José acabará con reemplazar la escalera doble por un doble par de alas que adornarán sus espaldas junto con las de su mujer e hijas. Esa metamorfosis es más que simbólica y resalta la vocación de libres pájaros que tienen nuestras almas cuando se salen de la ruedita y se preguntan: ¿Para qué?

 

Quizá sea importante aquí reflexionar algo sobre el título de la obra. Inicialmente la cáscara de una naranja podría remitir en el lenguaje del comic a una especie de barca para criaturas diminutas. Pero si seguimos los dichos de Cecilia Sandoval, directora de la editorial “Alia Ediciones”, responsable de la obra, la cosa tuerce su rumbo. “Es una novela cargada de ‘argentinidad’ en la cual Rubén Pergament nos hace viajar entre un humor desopilante y cuestionamientos sociales mientras disfrutamos de un buen mate con unas cascaritas de naranja”. Según Sandoval, entonces, las “cascaritas de naranjas” son el toque particularísimo con que se perfuma y saboriza algo que nos es más que habitual. ¿Qué otro destino tienen, si no, las cáscaras de naranja? La basura. Son el desecho que no se come. ¿Qué pasa si lo que creíamos desechable es lo que da el verdadero sabor a la vida?

 

Planteos propios.

 

Pablo Mazzuca, quien reflexiona sobre la obra menciona una anécdota simpática: en ocasión de su análisis que emparenta “La cáscara de la naranja” con una feliz versión de la Metamorfosis de Kafka, ve también como referente la narrativa de Nikolai Gogol. Aunque la realidad no lo contradice, Pergament lo hace por ella: Confiesa el autor de “La cáscara de la naranja”, con esa autenticidad que le es característica, que no los conoce, que no leyó a ninguno de ellos.

 

La anécdota no empequeñece sino agranda la capacidad intuitiva de un autor que, como si fuera al descuido, hizo sus propios planteos de cuestiones que discuten los clásicos del pensamiento permanentemente. Con la diferencia de que lo logra con una gracia, un tono carnavalesco y una ternura perceptible tan a simple vista, como si no fueran palabras las que se pintan, simples, ante nuestros ojos.

 

* Docente y escritora

 

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