Lunes 15 de abril 2024

Los 65 años de Salmo Bagual

Redaccion Avances 18/12/2022 - 06.00.hs

Este mes se cumplen sesenta y cinco años de la publicación de “Salmo Bagual”, primer libro de Edgar Morisoli en La Pampa, motivado por su andanza en nuestra tierra; también texto liminar para las letras y la cultura provinciales.

 

Walter Cazenave *

 

Sería redundante referirse a la importancia que tuvo la presencia de Edgar Morisoli entre nosotros. Desde su llegada, en 1956, hasta su muerte acaecida en el 2020, fue una figura que, dentro de su humildad pero también de su firmeza marcó un rumbo a la cultura pampeana, utilizando esta expresión en su sentido más amplio y profundo.

 

Al mismo tiempo esa producción intelectual aglutinaba y orientaba a los muchos intelectuales, escritores especialmente, que sentían un latido telúrico que todavía no sabían o podían orientar. Bien puede decirse que junto a Juan Ricardo Nervi, uno de sus grandes amigos, marcaron el norte de gran parte de los pampeanos que recién emprendían el camino de las letras. Su obra también fue una fuente de la que bebieron algunos de los mejores músicos de la provincia.

 

Salmo Bagual fue la expresión de un sentimiento nuevo para el poeta. Venido de una tierra de lluvias y ríos el libro es la palabra tratando de describir el descubrimiento paisajístico y humano de una nueva región: la que comprende el desierto pampeano-patagónico, una comarca por entonces detenida en el tiempo y conservadora de formas y fondo cultural muy fuertes, literariamente olvidada, diríamos, más allá de las descripciones de comienzos y mediados del siglo pasado. Una región, en fin, a la que fue posible acceder en su literatura y en la que le dio el sentido más amplio y profundo a la palabra poesía, al tiempo que obraba como recuerdo, casi como denuncia, de la vida en esos lares y épocas.

 

Dos palabras.

 

Si bien se mira aparece la índole de la obra en las dos palabras que le sirven de título: Salmo es una palabra de connotación litúrgica, de aproximación y alabanza a la entidad superior, en este caso la naturaleza misma que condiciona física y espiritualmente al ser humano de aquellas tierras cantadas y contadas; Bagual conlleva el concepto de libertad no domada, de existencia feral, aunque no en su raíz más cruel sino en un derivado fluente hacia lo intocado, lo que todavía guarda una identidad propia, independiente.

 

Más allá de sus valores propios y originales en fondo y forma, la poesía de Morisoli cuando habla del ser humano y su paisaje está respaldada –a veces motivada- por un muy sólido conocimiento de la historia nacional y regional, sumado a su percepción de la geografía en su sentido prístino, original, físico. El todo como telón de fondo a la presencia humana, a la reflexión y la solidaridad poética.

 

De allí entonces que Salmo Bagual apunte a una forma de ver y decir la provincia, la región más bien y que la aparición del libro haya constituido un suceso con influencia en posteriores manifestaciones de nuestra cultura.

 

La base material de las percepciones arriba comentadas muy posiblemente estaba en su profesión de agrimensor, que lo llevó a recorrer lugares recónditos de Pampa y Patagonia donde tuvo una comunicación que podría llamarse íntima, con los sufridos habitantes y el duro paisaje de esos lares. Rastreando su realidad y estudiando su historia descubrió velos insospechados; largas injusticias vividas por esas gentes; perduración de invalorables mitos y referencias que hacían a lo científico. La conjunción de esos elementos –al alcance de cualquiera pero que no cualquiera había sabido evaluar- lo llevó rectamente a la condición de lo regional en lo universal, volcado a través de su poesía y, también, de sus múltiples escritos de otra índole, reconocimientos literarios, ensayos, estudios históricos… A poco que se lea su obra, muy especialmente su poesía, concretada en varios libros a lo largo de décadas, se verá asomar arquetipos de otros lugares, de otras literaturas del mundo que, más allá del cubrimiento exterior de la región cuentan con el universalismo del hecho, del carácter, de la espiritualidad surgidos únicamente de la sensibilidad de la observación, sin imitación alguna. Valga como ejemplo aquella Ofelia del Oeste, virtual proyección de una actualidad local del personaje shakespeariano.

 

Tragedia.

 

Con la misma profundidad, independiente o no de sus antecesores históricos, en la obra de Morisoli asoma la tragedia histórica nutriéndose –es un decir- de la temporalidad cercana, falseada y oculta, pero imborrable.

 

El hombre, el poeta, lejos estaba de vivir en la torre de marfil que una crítica superficial supo adjudicar a los de su condición. Porque al lado del hombre que cantaba y contaba la humilde e impactante realidad que lo rodeaba aparecía –relumbrante- el técnico que vislumbraba la posibilidad de trocar los desiertos en tierras de pan llevar, todo con la intervención del río, de los ríos; los mismos ríos que asomaban como entes poéticos y evocados a través de su literatura. Allí aparecía el técnico, el hombre que avizoraba la posibilidad de cambios en función del estudio, de los antecedentes físicos y humanos que tan a fondo conocía.

 

Por su enorme bagaje cultural sin jactancias; por el conocimiento técnico aplicado desde su profesión; por su amor por el agua y la universalización al contar en su literatura y, también, por la estatura humana que le permitió ignorar los agravios que la mediocridad le dio, largamente merecen ser recordados libro y autor.

 

* Colaborador

 

 

Fin del verano (de Salmo Bagual)

 

 

¡Lámpara ausente, pétalo de niebla, vivo cáliz del Sur – Te Vas, te vas, dulzura de la Travesía, Racha carnal de polen, padre ciego y celeste/ De las yeguadas libres, diadema del desierto que encendiste y/Hoy lloras/El fulgor del mollar sobre tu pecho…! Ay, la calandia overa/También se irá contigo,/Mientras las algarrobas desgranan en el viento su estirpe milenaria/O el fruto del chañar palpita y cae, ya y dulcemente tierra hacia la tierra,/ hacia el pardo regazo en que la tarde se llama otoño y dora/los chulengos.

 

Nadie busque en mi frente. La señal de relámpago se ha borrado/En las sienes del Errante,/Mientras su voz polvosa se hace piedra y distancia. Nadie busque/La altivez de otros días, los símbolos de fuego./ –Oíd, oíd qué/ Heridamente suena,/En la orfandad y la belleza de esta tierra vastísima,/Su canto, las palabras que le entrega la vida como harina y/ Espada!

 

Su memoria/ Pedidla a la madera, su sangre a los llaullines o al cardenal/Costeño,/Su juventud al grito coral de las boleadas,/Su tristura a los viejos Peletay –monte y cuero-/Su tambos de conjuro a los ocultos, su ancha alegría al aire de los cerros…

 

De otro fuego se nutre, y la nostalgia/Lo arasa como un zumo de potestad nocturna cuando el verano/Tiembla, cuando apenas/Su adiós es una leve ceniza baya por los fachinales/Y el vino una crisálida del sueño. ¿volverás, volverás chuza de plata,/ águila buche-blanco, potecito de arrope,/ arriero fantasmal de brillazones por el salitral interminable?/Mueres.

 

El errante te siente morir dentro su pecho,/Mientras reclina la olvidada frente cubiera por despojos de un/Destino más alto/Sobre la fiel tibieza que lo salva. -También fuiste la angustia, la mirada/Remota del paisano que amalhayando lluvias te maldijo cien/ veces/Junto a los lambederos que enhebran su nimbo de osamentas…

 

Te despedí en Ayala, te lloré entre sus sauces:… allá se quedó/ Otero levantando un saludo solitario,/Rodeado por la arena sin orillas y la miseria oscura.

 

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