Jueves 28 de marzo 2024

La historia de "Bocha": canillita desde hace 55 años

Redacción 19/04/2022 - 10.51.hs

Se nota en su rostro castigado por el calor sofocante pegando duro en las mañanas, y por los vientos y los fríos propios de cuando nos adentramos en esta época del año -cuando los días se hacen más cortos y las noches más largas- que es un hombre que trabaja en la calle. Afrontando la circunstancia climática que toque, de lunes a lunes -con un muy escueto calendario de feriados en todo el año-, casi siempre en bicicleta o cuando no alguna moto.

 

Fueron durante décadas los que llevaban encima esa carga de noticias que hoy muchos encuentran en sus celulares; y los testigos de las primeras horas del despertar de la ciudad cuando la noche se va haciendo día... pedaleando y pedaleando para llevar su mercancía, o cuando no parados en algunas de las esquinas más transitadas, o en determinados lugares frecuentados por mucha gente... los canillitas.

 

La vorágine de los cambios que modifican todo el tiempo la sociedad los fue raleando... en este tiempo son un puñado que aún resiste pero que viven su oficio como en los viejos buenos tiempos cuando iban de una punta a otra de Santa Rosa.

 

Siempre el trabajo.

 

Bocha es alguien que acepta que lo suyo es el diario trajinar por la ciudad y luce con orgullo su condición de canillita. Sí, es "el diariero", que así identificamos también a quienes cada jornada les exige el trabajo de vender -o repartir domicilio por domicilio- el producto que cada madrugada sueltan las rotativas.

 

Julio César Zimerman (67), Bocha, es nacido en Pasteur, provincia de Buenos Aires, "cerca de Lincoln, pero vivo desde los 2 años en Santa Rosa. Lo mío siempre fue el trabajo, el viejo que se llamaba Enrique era albañil, después fue camionero. Y sí, me tocó llevar baldes con mezclas y darle a la cuchara, teníamos muy buena relación y en vez de pagar un peón yo le ayudaba. Tenía 15 años, pero ya había empezado a repartir diarios. Mi mamá se llamaba Ramona y se encargaba de la casa y de nosotros, que éramos cinco: Enrique que está en Buenos Aires; Rosa es ama de casa y vive en el Peñi, en la casa que era de mi vieja; Sergio es changarín, taxista y lo que venga; y Adán guardiacárcel. Una familia muy humilde, bien de abajo, pero por suerte laburantes todos", expresa.

 

Un barrio que se inundaba.

 

La familia Zimerman supo vivir "en el barrio el Molino, en un terreno fiscal. Fue todo muy difícil, porque era todo rancherío y cuando el lugar se inundaba nos mandaban a la Escuela Hogar, cuando el agua se iba de vuelta a la casa", rememora épocas difíciles, donde convivir con la pobreza no era una deshonra sino un desafío que había que enfrentar trabajando duro para salir adelante.

 

En la puerta del diario Bocha recuerda distintos aspectos de su vida, del aprendizaje obligado en esas calles que conoce como pocos. "Y claro, si ya a los 12 años empecé a vender La Arena, y en el tiempo que no salía los domingos vendía La Capital, y cuando este diario cerró repartía por la tarde La Reforma que tenía su agencia en Santa Rosa frente al Automóvil Club Argentino".

 

Y sigue desgranando recuerdos: "Los primeros años me movía 'a pata', y por un tiempo vendí en la Plaza San Martín. ¿Se acuerdan que los colectivos que iban a los barrios tenían ahí sus paradas?", evoca. Fue toda una sorpresa, de las buenas, cuando el gobernador Aquiles José Regazzoli le ragaló "una bicicleta mini por ser el mejor vendedor de diarios de la ciudad", dice con la humildad que lo caracteriza pero con verdadero orgullo. "El mejor de la ciudad...", ratifica por si alguien no tomó bien nota de eso.

 

"Y sí, soy peronista... Peronista y de RIver", reafirma con una sonrisa como para que a nadie le queden dudas.

 

Escuela y pelota.

 

Como muchos chicos de tantas familias pobres de la ciudad no la tuvo fácil Bocha. Ni siquiera para hacer la primaria. "Fui a la Escuela 314, que me quedaba cerca, pero la terminé en la nocturna precisamente por el laburo", cuenta.

 

Se regocija cuando habla de fútbol: "Es que la pelota estuvo siempre ahí... jugaba en cuanto baldío encontrara, pero además me di el gusto de jugar de delantero en el Club Argentino, cuando nos dirigía José Caliba", otro histórico canillita de la ciudad. Pero además se puso la número 11 de Sarmiento cuando el entrenador era Juan Alejo Suárez Cepeda.

 

Tiene una familia grande Julio César (pocos lo identifican si lo llaman así), porque es padre de un varón y tres mujeres: "La más chica es Jennifer y vive conmigo; y también están Jhoana, Silvina y Alejandro. ¿Nietos? ¡Tengo una pila! Son 15 y tres de ellos viven en mi misma casa", precisa.

 

Canillitas emblemáticos.

 

"Debe haber poca gente que conozca tanto Santa Rosa como yo, anduve por todos los barrios, salvo los más nuevos de ahora. La vi crecer a la ciudad, y asombra ver los cambios que tuvo porque nada que ver. De la Spinetto pocos de acuerdan que eran todos pinos y eucaliptus, igual que la Avenida Perón, y también la Uruguay-España. Era difícil andar en bicicleta por esos guadales de tierra".

 

La ciudad tuvo canillitas emblemáticos -aún quedan algunos-, como Terete Domínguez, El Pato Heredia, Luis Sarmiento, Pocho Coppo, y por supuesto Fasulo Rodríguez.

 

Justamente hace algunos días Fasulo dijo en estas mismas páginas que dejaba el oficio. Un accidente doméstico le produjo un problema y decidió que era el momento de decir basta.

 

"Fui amigo de todos ellos y siempre aprendí algo de cada uno. En el caso de Terete eso de vocear los diarios, de entusiasmar al vecino diciendo que se publicaba alguna noticia impactante. Y lo de Fasulo la verdad es que lo siento porque fueron muchos años que anduvo en las calles", lo distingue.

 

"Ahora soy el número 1"

 

Y sigue: "¿Yo? Pienso trabajar mientras me den las piernas, y por suerte estoy bien porque jugué al fútbol; pero me da pena sólo pensar que alguna vez tendré que dejar. Pero bueno, es la vida", admite.

 

Pero de pronto parece darse cuenta y sonríe. "Claro, si ahora soy el número 1 de los canillitas. Tenía el 2 atrás de Fasulo y quedé primero. La verdad es que tengo muchos amigos en el oficio, y también con clientes que me aprecian", sostiene.

 

En los tiempos en que el trabajo era mucho, cuando debía recorrer barrios y determinados lugares para vender se levantaba después de la medianoche y salía hacia la Distribuidora para buscar los ejemplares que después dejaría en manos de los lectores. "Había una época en que el diario se imprimía un poco a cualquier hora, y había que estar listo para salir a repartir. Pero ahora es distinto, así que se sale más temprano y ya le pego hasta las 10 y media u once de la mañana; y los domingos hasta las 12 porque la gente está en su casa", explica.

 

Muchos años tuvo su parada en el Hospital Lucio Molas, "pero con la pandemia no iba nadie así que ya no volví por allá. Tuve siempre la costumbre de leer los diarios, así que le iba diciendo a la gente lo que había para que lo comprara", agrega.

 

Lo peor el frío.

 

Bocha narra que para su trabajo "lo mejor es el calor, eso es espectacular, porque a la noche alcanza con una remerita y pantalón corto. Y sí, de día hay que bancarla, pero prefiero eso".

 

Lo que es devastador para el canillita "son los fríos penetrantes, por más guantes o ropa que te pongas, pero al trabajo tenés que hacerlo igual. Y ni hablar si llueve, esos son los días más jodidos para el canillita. Hay que ponerle bolsas de plástico a los diarios, se te moja la ropa en el cuerpo, tuve la suerte de no enfermarme, pero es bien bravo eso", reconoce.

 

De todos modos hace algunas semanas estuvo afectado por el Covid que por suerte no lo afectó en demasía, según cuenta; pero la neumonía lo obligó a estar algunos días en su casa, sin salir.

 

Como hace 55 años.

 

Esta noche tomará su bicicleta, llegará hasta la sede de LA ARENA y volverá a salir. Le toque el clima que le toque... Después de la medianoche andará las calles -muchas veces a contramano, hay que decirlo- para hacer su reparto, así hasta promediando la mañana en que regresará a su casa para descansar un rato: "Me acuesto hasta las 5 y media ó 6 de la tarde; me levanto, reviso la máquina (la bici), preparo todo, me recuesto otro rato, y tipo 11 y media arranco a buscar los diarios".

 

Sí, como cada noche hace 55 años. Con esa vocación del canillita que vive en su alma y que lo llevó ahora -al dejar el histórico Fasulo- a ser el número 1. Y no importarán las inclemencias del tiempo, ni el frío ni el viento, ni la lluvia... aunque sean estos los días más complicados.

 

De dónde sale "el canillita".

 

Fue Florencio Sánchez, nacido en Montevideo, quien escribió una pequeña pieza teatral -un niño vendedor de diarios- que tituló "Canillita". Conmovido por las piernas flacas de los diareros rosarinos, al que en invierno los veía con las narices chorreando como canillas. "Canilla" deriva del latín "canella", que significa "cañita" en español. Una de sus acepciones es "hueso largo de la pierna" y otra, dispositivo que "bloquea o libera la salida del agua". Sánchez fue perseguido en su país por sus ideas políticas.

 

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