Lunes 22 de abril 2024

Un "tachero" con pasión por el arbitraje

Redacción 06/01/2022 - 08.00.hs

El oficio de taxista debe tener su atractivo, aunque en estos tiempos que corren también se sabe que existe un lado peligroso. Eso de interactuar con los pasajeros, andar todo el día las calles de la ciudad, en contacto con la gente, podría ser lo interesante.

 

Pero también está lo estresante de un tránsito alocado, a veces atolondrado, y la consecuente irascibilidad de quienes conducen -autos, motos y hasta bicicletas- que no pocas veces concluyen en incidentes ridículos. Y además -no se lo puede ignorar- a veces el taxista ha sido víctima de hechos violentos cuando presuntos pasajeros pretendieron robarle su recaudación, casi siempre con un arma apuntando a su humanidad.

 

Los que no tienen hinchada.

 

Pero hay otros oficios o profesiones que también tienen lo suyo... Y sino veamos cómo les va a los árbitros, insultados desde el mismo momento en que ingresan a una cancha, casi como una costumbre que -lamentablemente- está naturalizada. Son esos que no tienen simpatizantes y, es más, reúnen la unanimidad de los hinchas de los equipos que se enfrenten.

 

Dentro de un cotejo futbolístico existen distintos protagonistas, y el rol del árbitro o colegiado es quizás el menos gratificante: cuando se equivocan deben cargar con las críticas y los reclamos, y cuando tienen una buena tarde pasan desapercibidos.

 

El mal llamado folklore.

 

Las cataratas de insultos e improperios que reciben desde que la pelota rueda hasta el pitazo final son innumerables. Para quienes se vestían de negro los domingos para entrar a una cancha de fútbol -hoy en día todo cambió y lucen tonos multicolores, que van desde un verde manzana al naranja-, es una costumbre y parte del mal llamado folklore del fútbol.

 

Se sabe, la responsabilidad de los árbitros es fundamental. Deben resolver en milésimas de segundo situaciones de partido y discernir qué es lo que está bien y que es lo que está mal. Segundos después se convierten en la caja de resonancia de los reclamos de jugadores de uno y otro equipo -no pocas veces subidos de tono-, y luego deben seguir llevando las riendas del partido. Están en el ojo de la tormenta y nunca van a poder conformar a todos en esa misión que tienen que es la de impartir justicia.

 

El taxista y el árbitro.

 

Shair Salomón es árbitro de fútbol, ex-estudiante de Abogacía --carrera que decidió abandonar-, y conduce un taxi por las calles de Santa Rosa.

 

Pero no es un taxista común y corriente. Cuando llega el domingo, se baja del móvil 145, se viste de corto y tarjetas y silbato en mano se va a dirigir un partido de fútbol. Es en ese momento que pone su mente en blanco y concentrado, acompañado de sus compañeros ingresa al campo de juego.

 

Estas últimas semanas se puede decir que ha confirmado sus virtudes: primero en un clásico Atlético Santa Rosa-All Boys jugado de noche y bajo la lluvia. Su actuación fue impecable pese a las dificultades; y repitió días atrás en la final que en Uriburu consagró al local campeón de la divisional B frente a Campos de General Acha. Esta vez apoyado en Lucas Villalba, Matías Muñoz y Carlos Rodríguez.

 

Un buen año.

 

Para el joven taxista fue un buen año en lo deportivo. Recuerda que la noche anterior al clásico santarroseño en el Mateo Calderón no pudo dormir: "Martín Lobos (dirigente de la Agrupación Pampeana de Árbitros Unidos), me habló bastante y aconsejó", dice Shair. Tiene bien presente que "empecé como todos, dirigiendo en el fútbol infantil y me fui haciendo. Primero era para tener un ingreso, pero me fue atrapando, me gusta mucho y hoy es una pasión", describe con orgullo.

 

Sus referentes.

 

Como todos Shair también tiene sus referentes. En el referato a nivel nacional admira a Néstor Pitana, el misionero que dirigió la final del mundial de Francia 2018: "Me gusta porque es del interior y llegó a dirigir en ese nivel... Tiene presencia, personalidad, y un gran estado físico", elogia.

 

En el orden local no tiene reparos para ponderar a Malvina Schiel. "Fue la primera en dirigir entre nosotros, aún con todos los obstáculos que encontró. Y además también la primera en dirigir en el Federal A del fútbol profesional. Cuando me toca arbitrar siempre tengo su apoyo, me aconseja que tengo que tratar de estar tranquilo y ser buena persona, dentro y fuera de la cancha", precisa.

 

El "tachero" del fútbol.

 

Shair tiene claro que por aquí del fútbol no se vive y en nuestro pago chico hay sobrados ejemplos de futbolistas que tienen además otros trabajos. Ahí está el caso de Jeremías Lucero (jugador de All Boys) que tiene una despensa; Mauro Barreiro (ex All Boys) empleado en Faerac; Nicolás "Chapulín" López (Atlético Macachín) es propietario de un Taller de Gráfica; Alejandro Morettini (Belgrano), es empleado municipal. Y siguen los ejemplos.

 

Y pasa también con periodistas, dirigentes y árbitros que forman parte de cada domingo futbolero.

 

Shair no es la excepción. Tiene su labor fuera de las canchas: de lunes a sábados, ocho horas de corrido -y a veces un poco más- arriba del auto. "Me gusta ser taxista. Por ahí son muchas horas sentado y hacés de psicólogo con los pasajeros, pero es un lindo laburo".

 

Sus "jefes".

 

Señala que "en pandemia fue difícil ser taxista... no circulaba casi nadie y era complicado hacer el mango...". El coche que maneja, casualmente, es propiedad de Pablo Giménez, quien hasta no hace mucho fue árbitro de fútbol -y de los buenos-, que incluso llegó a dirigir en el fútbol grande debutando en un San Lorenzo-Colón, y que sumó ocho cotejos en esa divisional.

 

"Pablo hace 27 años que es taxista. Es mi jefe pero más que eso mi amigo. Sus consejos me son de gran ayuda para afrontar estos caminos del arbitraje y compartimos el oficio de tacheros. Me deja salir antes cuando necesito; como hacía 'Lalo' Rojas, mi anterior jefe.

 

Lo que viene.

 

Shair Salomón es cauto y va despacio. Pero igual confiesa que su deseo es "poder dirigir la final del Provincial, y como estoy haciendo las cosas bien algún día se me va a dar. No hay que subirse al caballo...", advierte.

 

En su palmarés se cuentan 57 partidos oficiales en primera y llegó a ser asistente en un partido de Federal A acompañando a Paolo Machi -árbitro principal- y a Germán Schamber (el otro asistente).

 

Lamenta haber empezado "un poco tarde" porque no pudo hacer por edad el curso de Arbitro Nacional.

 

Acostumbrado a los insultos.

 

Como cualquier otro colegiado, en estos tiempos de violencia -aunque en el fútbol parece que siempre existieron- rememora que la pasó mal en Villa Longa. "Fue un partido tranquilo que terminó 1-1, pero en el final la hinchada local quiso ingresar a los vestuarios. Estuvimos tres horas sin poder salir de esa localidad... es increíble, pero parece que la gente va a la cancha a descargarse. Después los cruzás en la calle y son personas normales... Pero bueno... estoy acostumbrado a los insultos y hago oídos sordos", afirma.

 

Es árbitro y taxista. No obstante hacer bien ambas tareas se regocija cuando lo catalogan como "un buen pibe". Y eso a sus jóvenes 30 años es el mejor galardón que le pueden entregar. ¿O no es así Shair? (E.V.)

 

El día que expulsó a su primo.

 

Su vocación, sus ganas de hacer las cosas bien en un oficio tan difícil como el arbitraje lo demuestra en cada una de sus presentaciones. Suele ser severo con los jugadores sin levantar la voz, sin gestos ampulosos, y no desdeña el diálogo con ellos cuando lo considera necesario.

 

En una oportunidad, en un partido Deportivo Mac Allister-Anguilense ese buen jugador que es Jael Ferreyra lo complicaba a Shair Salomón, que no dudó en aplicarle una tarjeta amarilla "por hablar". Enseguida Jael le hizo falta y penal a un rival y el referí no dudó en mostrarle la tarjeta roja. Iban nada más que 26 minutos de juego.

 

"Lo cómico es que es mi primo... pero además vivimos juntos. Se enojó y estuvo tres días sin hablarme... Pero se le pasó y hoy nos reímos de eso".

 

Y está visto, Shair no perdonó ni al pariente.

 

Dolorosa pérdida.

 

El "Turco" Raúl Salomón fue un querido trabajador de la UNLPam -apasionado del paracaidismo-, y su muerte es uno de los grandes dolores de Shair. Fue en 2012, producto de una cruel enfermedad.

 

"Todo pasó en dos semanas y fue una pérdida irreparable. Trabajaba en el área de mantenimiento en la Facultad de Agronomía, y era muy conocido y querido por todos", dice Shair.

 

Cuando quien esto escribe tenía nada más que 16 años y perdió a su padre (Juan Carlos Vega), tomó coraje y comenzó a llamar a amigos y seres queridos del "viejo" para contarles la triste noticia. Entre ellos estaba "El Turco" Raúl Salomón.

 

Shair alguna vez en su adolescencia, y aún antes, fantaseó con que podría ser futbolista. "Me di cuenta que jugar al fútbol no era para mí y me sumé al arbitraje", y ahora dice que ser arbitro lo disfruta "como jugar un partido" que afronta con la misma preparación y responsabilidad.

 

Nacido en Santa Rosa, tiene otros dos hermanos: Gabriela y Mariano (ex concejal de la ciudad).

 

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