Martes 26 de septiembre 2023

Bob Dylan envasado en libro

Redacción Avances 18/04/2021 - 14.12.hs

Entre 1965 y 1966, las páginas sueltas de Tarántula vieron la luz pública en una pequeña tirada de carillas A4 apiladas y unidas con cinta scotch. En 1971 finalmente llegó, como el dios del comercio manda, a las librerías.

 

Daniel Pellegrino y Jorge Warley *

 

El nacido en Duluth, Arizona, en 1941, Robert Albert Zimmerman, era en los sesenta una celebridad de la música country. Un heredero por demás talentoso y renovado de las “canciones de protesta” que se nutrían de una veta estadounidense muy fuerte y rica. Se trata de las workers songs (cancionero de los trabajadores), melodías simples y de letras directas que acompañaron desde el comienzo del siglo XX pero, sobre todo, a partir de la catástrofe económica y social que los treinta trajeron consigo, el proceso de radicalización obrera y campesina, la formación de sindicatos y el crecimiento de corrientes socialistas, anarquistas y comunistas a lo largo y lo ancho del gran país del norte. Trovadores como Woody Guthrie y Peter Seeger se ubican en esta tradición que llega hasta la voz deslumbrante de Joan Baez, para citar algunos pocos nombres emblemáticos de quienes más que destacarse por sus discos lo hicieron por participar solidariamente de cientos de piquetes por los derechos civiles, el movimiento de estudiantes y jóvenes en general, reclamos de granjeros pobres que se negaban a dejar sus tierras en manos de los bancos, obreros industriales que buscaban sindicalizarse…
Con su andar bohemio y sus particularidades artísticas, Bob Dylan (así había preferido rebautizarse), integraba esa colectividad creativa. “Blowin’ in the wind” (“Soplando en el viento”), “The Times They Are a-Changin’” (“Los tiempos están cambiando”) y “A Hard Rain’s a-Gonna Fall” (“Una fuerte lluvia va a caer”) eran verdaderos himnos populares que acompañaban las manifestaciones callejeras.

 

Motocicleta.
Hasta que hacia mediados de 1966 Dylan sufrió un terrible accidente con la moto. Una vez recuperado su música fue otra. Del folk saltó al folk rock o el rock sin más, y sus guitarras se electrificaron. Los puristas del folk le gritaron en sus presentaciones “¡Judas!”, “¡Traidor!”… Dylan miró para otro lado, se juntó con The Band de Robbie Robertson y Levon Helm, con los teclados de Al Kooper, siguió adelante y a poco andar dio a conocer algunos de sus discos más hermosos, como Highway 61 Revisited y Blonde on Blonde.
Pero en ese período Dylan no se dedicó sólo a la música, sino que su cabeza creativa fue invadida por otra forma –más tradicional– de difusión. “Yo nunca quise escribir un libro”, declaró tiempo después a los periodistas, pero lo cierto es que, quizás por influencia de lo que estaban haciendo algunos de sus colegas más célebres (John Lennon había publicado el volumen In his own write), quizás por la continua insistencia de manager y amigos, quizás porque lo picó el bichito de la consagración prestigiosa, lo cierto es que el libro fue cobrando forma.

 

Tarántula.
Es un producto de forma irregular, por cierto. Pero de cualquier modo las páginas sueltas se fueron juntando entre 1965 y 1966, y ese año vieron la luz pública en una pequeña tirada de carillas A4 apiladas –casi– y unidas con cinta scotch. La motocicleta explotó y el volumen de poemas se hizo inhallable, gema de coleccionistas y alimento de los piratas de los mercados negros y paralelos.
Hasta que, en 1971, hace medio siglo, finalmente llegó, como el dios del comercio manda, a las librerías. El libro se llamaba Tarántula. Sus temas e imaginario de alguna manera son una extensión de las letras de los dos álbumes antes mencionados. Un surrealismo urbano de autopistas deformes, donde “hay que calzarse las botas / para andar pateando a los payasos”, y en el que se encuentran algunos versos memorables (“¿Qué querés ser cuando seas grande? Un dólar, señor”).
Asociaciones bien libres, surreales, fantasía desmadrada, alusiones a las obras y los temas de William Burroughs, Allen Ginsberg, Jack Kerouac, Lawrence Ferlinghetti, es decir lo mejor y más fuerte de la cultura de la beat generation. En la biopic I’m not there, de 2007, el personaje de Jude Quinn (como Dylan) aparece tecleando y fumando como maniático, a su alrededor se multiplican los recortes de diversas publicaciones, detrás pasea el actor que personificó a Allen Ginsberg recitando algo… La prosa poética de Tarántula le debe más a sus hermanos (apenas) mayores norteamericanos que a los furores simbólicos de Jean-Arthur Rimbaud o las enumeraciones caóticas de Paul Eluard.
Unas cuantas moralejas, sketches de melancólica autobiografía, pocas concesiones. En un reportaje Dylan observó que: “es muy complicado tocar con electricidad, necesariamente te tenés que relacionar con otras personas…”, pero pese a las dificultades ése fue el camino que eligió su música. A lo mejor escribir un libro fue un poco mirar hacia atrás, la experiencia se asemejaba a una experiencia más íntima y personal, como cuando estaba solo en el escenario, con la armónica y la guitarra.
El volumen en cuestión se tradujo a muchas lenguas; Ediciones de la Flor hizo su tarea en la Argentina con bastante premura. La crítica no le dedicó muchas páginas ni adjetivos a Tarántula, más bien le fue indiferente; el público en general prefirió seguir sus letras acompañando con el golpeteo de las suelas la melodía de las canciones; los ejecutivos de la Columbia seguro rumiaron “bueno, ya te diste el gusto, ahora largá los caprichos y volvé a las grabaciones, pibe, que es lo tuyo”.
Entonces ninguno de ellos ni siquiera sospechaba que unas décadas más tarde el tipo se iba a hacer del premio Nobel de literatura.

 

Literatura más canción.
Cuando comenzaron a mencionar la candidatura para el Nobel, no pocos esgrimían el libro como una mancha en el currículo del artista: “Seis, siete, quince páginas. Otra vez: nada, o casi. Un bombardeo de imágenes decadentemente ‘dylanianas’, un torrencial jazz disfrazado de escritura automática, como cientos de sus poderosas letras juntas y centrifugadas, pero apenas un poso gaseoso, indefinidamente ‘beat’: vacuo” (Diario El Mundo, 2007; “¿El Nobel para Dylan? Por Tarántula, no”)
Cuando llegó el Nobel, Douglas Eralldo, un crítico literario brasileño, escribió: “Dormido desde hace décadas, ahora tras la elección de Dylan como Premio Nobel de Literatura, obviamente la mirada se vuelve hacia él, sobre todo a sus palabras, con que Tarántula es reeditado por Tusquets y nos presenta y nos lanza a una época convulsa en la que el afán de protestar, de hablar y también de señalar están presentes en este libro de Dylan”.
Como cierre, recordemos que en junio de 2016 cuando se vencía el plazo para la aceptación, a Dylan parecía no importarle el gran premio sueco. Finalmente lo aceptó, pero no se presentó. Como discurso de aceptación envió una video grabación, en una de cuyas partes tal vez pueda leerse entre líneas su distanciamiento, o sus dudas sobre mezclar letras de canciones y literatura. Decía: “Las canciones son distintas a la literatura. Son concebidas para ser cantadas, no leídas. Las palabras de las obras de Shakespeare fueron concebidas para ser representadas sobre el escenario. Del mismo modo en que las letras de las canciones son concebidas para ser cantadas, no leídas en una página. Y espero que algunos de vosotros tengan la oportunidad de escuchar estas letras de la manera en que fue planeado: en concierto o en grabación o comoquiera que la gente oiga ahora las canciones. Vuelvo una vez más a Homero, que dice, ‘Canta en mí, oh musa, y a través de mí narra la historia’”.

 

  • Colaboradores

Tarántula (fragmento)

 

En el clásico “Subterranean homesick blues” (“Blues nostálgico y subterráneo”, o algo así), canción de Bringing it all back home (Llevando todo otra vez a casa) a través de diferentes juegos de palabras, cargados de humor en su mayor parte, bien comprensibles para angloparlantes como difíciles para quienes no lo son, Dylan cantaba hacia 1965: (…) Johnny está en el sótano, allí mezcla su medicina, mientras yo camino sobre el pavimento pensando en el gobierno. Un hombre con gabardina saca su placa, ha sido despedido, dice que tiene una mala tos y que merece ser compensado. ¡Cuidado chico! Es algo que hiciste,
Dios bien lo sabe, y lo estás haciendo de nuevo… Mejor desaparecé por las callejuelas y buscate un nuevo amigo. El hombre con la capa de piel de mapache ofrece una jaula grande por once dólares en billetes y vos sólo tenés diez (…)
Mientras tanto, por la noche, o en cualquier papel que pasaba por sus manos, escribía los textos que compondrían Tarántula, como el fragmento que sigue: “(…) aquí yace Bob Dylan, asesinado por la espalda por carne temblorosa que, después de ser rechazada por Lázaro, saltó encima de él por soledad, pero quedó maravillada al descubrir que él era ya un tranvía & ése fue exactamente el fin de Bob Dylan ahora yace en el salón de belleza de la Srta. Realmente que descanse en paz su alma & su grosería dos hermanos & el chico de una tía desnuda que se parece a Jesucristo pueden compartir ahora los restos de su enfermedad & sus números de teléfono no hay fuerza para dar –ahora todo el mundo puede recuperarla–”.

 

' '

¿Querés recibir notificaciones de alertas?