La tabaquera de Porfirio
Viernes 01 de diciembre 2023

La tabaquera de Porfirio

Redacción Avances 09/05/2021 - 13.36.hs

Como una demostración de afecto hacia su padre, América Teresa Bustos –“Morocha”–, bordó la tabaquera que llevaría Porfirio Bustos consigo durante las largas jornadas de trabajo en el campo.

 

Gladys Pelizzari *

 

La familia Bustos vivió en el Puesto “La Imarra chica,” a unos 50 km de Puelén. Allí Porfirio tenía una majada de 3.500 ovejas, cavó el jagüel, colocó un tanque y construyó un canalito de piedras, que llevaba el agua hasta el bebedero. A fines de la década del 40 decidió trasladarse hasta Puelén para enviar a los hijos a la escuela, donde se desempeñaba como maestro Fabián Arballo. Compró mejoras de una chacra, construyó la casa y cultivó 2 hectáreas con alfalfa, que segaban a guadaña.

 

Rumbo a El Sauzal.
Don Porfirio pretendía cultivar una mayor superficie con alfalfa, por eso la familia se trasladó hacia El Sauzal. Allí le compró las mejoras de una chacra de 24 hectáreas a Roque Valdéz y además ocupó una isla ubicada enfrente, donde criaba ovejas y chivas. Para ampliar la superficie destinada a cultivos, adquirió un rastrón de cola que tiraban dos caballos percherones.
Todos los hijos ayudaban en los trabajos de la chacra, los mayores arrancaban el monte natural, con picota y hacha, los más pequeños se encargaban de juntar las ramas y aprovechaban las noches de luna llena para quemarlas.
Construyó una amplia casa de adobes y ladrillos y organizó el sistema de riego, captando el agua en la llamada “toma de Leguizamón.”

 

Tabaquera.
Don Porfirio fumaba “armados” y tenía como costumbre llenar diariamente la tabaquera y llevarla en el bolsillo. Utilizaba tabaco en hebras marca “Caporal” que venía en latas y un papel especial de arroz, muy fino y suave.
En la tabaquera que bordó para su papá, Morocha no utilizó el cuero de cogote de avestruz como se hacía habitualmente, eligió una tela de color negro que permitía resaltar los colores del bordado. Usó dos tapas de 20 centímetros de largo por 10 de ancho y otras dos más pequeñas para los bolsillos, destinados a guardar el tabaco y el librito de papel. Luego realizó el bordado de acuerdo a técnicas heredadas, con diseño de flores de su creación e hilos de coser de diferentes colores (amarillo, verde, rojo, azul, anaranjado y lila). A los motivos de flores, les agregó las iniciales de su dueño: P B. Una vez concluido el bordado, cosió las partes y realizó las terminaciones ribeteándola con cintas de color amarillo y marrón de 49 cm de largo, que remató con un pequeño adorno de metal. Le permitían envolverla para guardarla.
Morocha le impuso sus matices particulares, unido a costumbres que se fueron transmitiendo como una singular herencia familiar. Allí se aúnan horas y horas de silenciosa labor hogareña.
Para encender los “armados” Don Porfirio utilizaba el “yesquero.” Era un pequeño tarrito de metal que contenía bencina (el carburante) y dos rueditas estriadas (pedernal), que producían la chispa y encendía la mecha de hilo (yesca).

 

Anécdota.
A fines de la década del 50, personal de la “Comisión Técnica del Río Colorado” realizaba las tareas de establecer los nuevos límites y superficies de las chacras de El Sauzal. Hasta la propiedad llegó el ingeniero responsable con una motoniveladora y su maquinista. El ingeniero le comunicó a don Porfirio que de acuerdo a los nuevos límites de la chacra, debían derribar el parral que tenía. Inmediatamente se manifestó el enojo del dueño y les contestó que allí nadie iba a destruir su “parrón”, el que le brindaba sombra protectora en las calurosas jornadas veraniegas.
En medio del entredicho, don Porfirio con deseos de fumar, comenzó a pedir insistentemente a su esposa: ¡Rosa, traeme el yesquero, Rosa traeme el yesquero!” Los empleados de la Comisión Técnica pensando que pedía algún arma, decidieron salir rápidamente del lugar y la orden no se hizo esperar: “Vámonos de aquí porque el viejo nos va a sacar a los tiros”. Cuando llegaron a la oficina y contaron lo sucedido se enteraron qué era el yesquero. El ingeniero que venía de la ciudad comenzaba a aprender algunas costumbres de nuestro oeste. (Testimonios: Morocha, Hugo y Raimundo Bustos)

 

  • Colaboradora en 25 de Mayo
' '

¿Querés recibir notificaciones de alertas?