Jueves 21 de septiembre 2023

Para comunicar con perspectiva de género

Redaccion 07/06/2021 - 21.13.hs

La comunicación sin perspectiva de género no revitaliza la democracia sino que atenta contra su misma existencia, cercenando derechos, valiéndose de audiencias cómodas.
VICTORIA SANTESTEBAN*
El 7 de junio de 1810, Mariano Moreno fundaba la «Gazeta de Buenos Ayres» y desde 1938 la fecha celebra en Argentina el Día del Periodista. A más de 200 años, revoluciones de todo tipo mediante -ni qué hablar de la tecnológica en la era de las comunicaciones- la feminista irrumpe en redacciones y estudios históricamente atiborrados de varones, para que mujeres, travestis y trans ocupen los lugares postergados. También, la irrupción feminista exige comunicación con perspectiva de género, con lenguaje en clave de derechos humanos, con prisma decolonial y feminista para el abordaje periodístico de la realidad.

 

Violencia mediática.
La ley 26.485 de Protección Integral hacia las Mujeres, diferencia entre tipos y modalidades de violencia machista, por lo que define en su artículo 6 como forma en la que se manifiesta la violencia simbólica, a la violencia mediática contra las mujeres, como toda «publicación o difusión de mensajes e imágenes estereotipados a través de cualquier medio masivo de comunicación, que de manera directa o indirecta promueva la explotación de mujeres o sus imágenes, injurie, difame, discrimine, deshonre, humille o atente contra la dignidad de las mujeres, como así también la utilización de mujeres, adolescentes y niñas en mensajes e imágenes pornográficas, legitimando la desigualdad de trato o construya patrones socioculturales reproductores de la desigualdad o generadores de violencia contra las mujeres».
La importancia de contar a nivel nacional con una ley que amplía el concepto de violencia para llevarlo más allá de la agresión física radica precisamente en identificar la multiplicidad de formas en que el patriarcado violenta a las mujeres sin golpes de puño, pero de puño y letra, con movimientos frenéticos que golpean los teclados, con las voces disparadas de pantallas que hacen eco en cada casa hasta instalarse como verdades absolutas. Este articulado es el que permite, por ejemplo, que el diario La Capital de Santa Fe sea denunciado por Lía Basso, sobreviviente de femicidio, por violencia mediática tras el abordaje revictimizante del caso, y que Clarín también enfrentara cargos tras titular «fábrica de hijos» para instalar que las mujeres pobres se embarazaban para cobrar planes sociales.
De esta forma, la ley 26.485 vino a expresar esto que el feminismo denunció históricamente: el patriarcado como sistema de opresión lo impregna todo, hasta convencer que la dominación del varón (blanco y heterosexual) es «natural». El universo simbólico patriarcal ubica en la arena pública al hombre proveedor, sostén económico familiar, al pater fuerte que nunca llora y tiene poder de uso y abuso sobre las mujeres, mientras la mujer movida por las pasiones queda en el hogar a cuidar, criar y aguantarlo todo. Tales los estereotipos que los medios de comunicación se encargan de reproducir, hasta nuestros días.

 

Sutil violencia.
La sofisticación de violencias más imperceptibles, como sucede con la violencia simbólica, hace que su identificación sea tarea trabajosa, que requiera la agudización de los sentidos hasta deconstruirlos de modo tal que lo enseñado por el patriarcado como «natural» nos suene por fin a dominación, discriminación y desigualdad. Desde los cuentos de princesas que esperan al príncipe para vivir felices por siempre, pasando por publicidades y noticieros donde la mujer debe coincidir con el parámetro de belleza hegemónico para estar en el panel con compañeros que la doblan en edad y kilos, se cae en la cuenta de que el machismo todo lo impregna y que ir por todo incluye por supuesto al andamiaje simbólico que lo legitima y que termina por validar la violencia en todas sus formas. Ese «ir por todo» es deconstrucción total para miradas de la realidad con lentes de género: es cuestionar la cosificación de mujeres, trans y travestis en los medios de comunicación, la exigencia de belleza hegemónica que recae sobre las mujeres en los medios -periodistas incluidas- la imagen oscilante de las mujeres entre cuidadoras eternas del hogar y objetos sexualizados en las publicidades, el abordaje periodístico de la violencia de género que ubica a las mujeres como responsables de la violencia cuando cuestionan sus vidas como si esto eximiera de responsabilidad a femicidas y violadores. Ir por todo, sabemos, hace que el machismo aproveche para seguir poniendo la etiqueta de exageradas a las feministas que denuncian al piropo en tanto acoso, que escrachan los besos no consentidos de Disney y deschavan sobre la falta de lenguaje inclusivo. Ir por todo es interpelar también el lenguaje sexista y atajar cada pelotazo de quienes juegan con la Real Academia Española a defender un léxico pretensamente inmaculado.

 

Libertad.
El Estado de Derecho exige el respeto a la libre expresión para la convivencia democrática. Y este derecho a la libertad de expresión si bien fundamental, reconoce límites, como cualquier otro. Los discursos que violentan, que excluyen, que perpetúan y reproducen la desigualdad, los del odio y la desestabilización democrática no quedan amparados bajo la órbita de esta libertad. La comunicación sin perspectiva de género, aquella que interpreta la realidad con prisma legitimador de la dominación, aquella que sólo incluye a los privilegiados, aquella que no construye pero divide, la que continúa validando injusticias y envenena para arengar al odio, no revitaliza ninguna democracia sino que atenta contra su mismísima existencia, cercenando derechos, valiéndose de audiencias cómodas. De esa ciudadanía que reposa en el sillón, porque interpelar las propias creencias requiere de introspección valiente y comprometida. Porque entender la realidad sin la traducción maliciosa de quienes tienen el poder de dibujarla también exige un trabajo de autodeterminación y empoderamiento mucho más complicado que hacer un click, darle play y mutear cualquier voz que hable en inclusivo. La deconstrucción total del ir por todo quiere llegar también a esos sillones. Para una interpretación empoderada de la realidad que incluya y ponchee a todxs.

 

*Abogada. Magíster en Derechos Humanos y Libertades Civiles.

 

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