El legado de Vicenta
Domingo 07 de enero 2024

El legado de Vicenta

Redacción Avances 29/08/2021 - 12.00.hs

En el Canto Quetral se intersectan lo escrito y lo oral, lugares y fechas, pero también lo familiar. Vicenta y la prosapia materna tendrá un anclaje profundo en la obra de Bustriazo Ortiz.

 

Sergio De Matteo *

 

En apreciaciones de notas anteriores habíamos resaltado que “quienes le conocieron personalmente recordarán que se quedaba indagando sobre los apellidos de las visitas que le presentaban, buscando sus orígenes, tanteando, la genealogía”. Para Bustriazo no era Edgar Morisoli, era Edgar Osvaldo Juan Morisoli Renel; tampoco era Fernando Dagué, era Luis Fernando Inchaussandague; además dichos con su peculiar “cantito”. Esto corrobora la importancia del lenguaje y la sonoridad para el poeta pampeano.

 

Mater familias I.

 

Resaltábamos que la raíz materna será nombrada en su poética, equiparando las dos ramas que se funden en la unión de los apellidos Bustriazo y Ortiz. Por eso Vicenta sonsonará en muchos poemas o pliegues de poemas, incluso, amparado en el territorio, sea el Paso Ñañez, General Acha o Trilí.

 

Invitación al campo, que se había publicado en 1956, es un libro no reconocido por Bustriazo Ortiz, pero algunos poemas o fragmentos se resignifican con variaciones en obras posteriores –“Cacique Painé” se convierte en “Zorro celeste” o “Relmu” en “De la cautiva”, en Zambas del Piedra Juan (1954-1959)–. En “Evocación del Trilí” (de Invitación reaparece en “Trilí” de las Zambas aludidas) se presenta a la familia: “Salíamos alegres con mis padres y hermanos”, aunque en la segunda versión se tiene el título “Trilí” continuado de “y mi madre, doña Vicenta Ortiz Pardiño”, leyéndose: “Ya la estoy viendo a mi madre”, que Oscar García fusiona en su canción del disco La patria del corazón (2010).

 

El clan familiar queda manifiesto en Huellas de la pampa honda (1957), pues el poema “Huellita achense”, que también es canción (Cacho Arenas, huella), Bustriazo la destina “Para Vicenta y Carlos, que me hicieron, con las sonoras alegrías de aquel tiempo”, donde unifica su alcurnia, la que desciende de los pueblos originarios, en Vicenta Ortiz Pardiño, también se la conocía como Ñañez, ya que había vivido cerca del Paso Ñañez; y la militar/policial en Carlos Wenceslao Bustriazo Balbarrey.

 

De Las última zambas del Piedra Juan (1960-1964) podemos destacar el poema “Del cerro Ñañez”, donde alude “En memoria de mi bisabuelo materno don Jesús Concepción Ñáñez…”, que fuera musicalizado como milonga por Guri Jaquez, en el que dice: “Por ‘Los Molinos Caídos”/ se aleja Pardiño, el peón”. Esta alusión retorna en el “Poema 33” de Agua enjuta, guitarra… (1969): “Jesús fue el nombre celeste que te pobló los oídos remoto abuelo paisano/ mi madre cuenta”, y casi coincide la dedicatoria: “En memoria de Jesús Concepción Ñáñez. Mi bisabuelo materno,/ que murió en General Acha, cuasi legendaria figura en sus tiempos/ famoso visteador y señor en el cuchillo…”. Es interesante observar que el “Poema 32” habla de Antonio Bustriazo, el bisabuelo del poeta, y que ambos textos en contigüidad implica una interpretación de equilibrio entre las ramas que vertebran la figura de autor.

 

Así se citará a su madre, hermanas, incluso, como protagonistas de poemas, por ejemplo, en “La manosanta”: “A la buena de doña Pastora Pardiño, tía de mi madre”. Ese conocimiento ancestral se prolonga en la matriz materna y es puesto en evidencia en el texto “Del conjuro”, en la introducción el poeta nos presenta el tema: “Mi madre, cuando venían grandes vientos, allá entre los años 37 y 40, en Trilí y Acha, repetía estos viejos conjuros, aprendidos de sus abuelos”, para poetizar: “Conjurera!…/ Para desviar la tormenta/ estás arrojando puñados de sal/ en forma de cruz…/ Uuu…/ Y clavarás bajo el viento,/ conjurera,/ un hacha en la tierra/ llamando la luz!…”; también zamba de Guri Jaquez.

 

En Alcatufé, Topasaire, Sol azul, Pedernal y Piedra de oro, cinco libros en uno, que abarca el período 1977-1983, homenajea a su madre en el cumpleaños y anota al pie del poema “10” (ya casi 19), lo escribe en las postrimerías del natalicio, porque ella había nacido el 18 de julio de 1910, y lo titula “Cumplenacencia de Vicenta Ortiz Pardiño”: “despiértame despiértame Vicenta/ mañamañana llámame madrépora/ agua de mi agua arcáicana yacenta/ nacerás vos naceré yo placénllora?!”.

 

En el poema “65”, fechado en (General Acha, 24 de setiembre,/ y Santa Rosa, 24, 25 de octubre), rememora a la abuela “Isabel Pardiño”: entreamarilla entrecobrecita/ muy seria ella estábase muertita/ madre vicenta tan llollorollilla/ hermana yoli que se compungía/ honoriotío no era una jarilla/ era un matorro de una lagrimita/ de dos de tres de cuatro salllovidas/ y esos paisanos esas paisanitas/ limaymuideras esas achenillas/ esas achenses de ojos piedrasfinas/ y este buen nieto que aquí se confía/ a esta rezada a esta rogativa/ que ya se acaba que ya se contrista// y esa isabela esa pardiñita!

 

En clave Morse.

 

Además de “ejercer virtud” sobre la palabra o “engendrarle un brujo a la guitarra”, nuestro ghenpín Bustriazo sentía una atracción hacia la arqueología y, en cuanto a los oficios en que se desempeñara, nunca dejaba de apuntalar que había sido “radiotelegrafista” en la policía territoriana. Además del recurrente rastreo de etimologías también, muchas veces, por medio de una cuchara pulsaba el código Morse y transmitía su nombre. En ese sentido, el poema “84”, situado en (Noche del 16, madrugada del 19,/ Estación Terminal de Omnibus.), se titula “Radiotelegrama a Vicenta en Bahía”: “Salud madre hola madre ola de mardre/ ola de agua en Bahía salud jaldre/ en hojaldre de gracia de orla de aire/ son los dedos de tu ángela madreante/ hola madre en tu océano de atlante/ ola madre en Bahía este acezante/ te besumbra mi letra queda exangüe/ no me alcanza el diner mi mar mi madre// Stop”. Texto que tiene la particularidad de estar acompañado por un bosquejo en ese alfabeto: “.–.  .–  –..  ..  – – –  –  .  .–..  .  – –.  .–.  .–  – –  .–  /  .–  …–  ..  –.–.  .  –.  –  .–  .  –.  –…  .–  ….  ..  .–”, que es transcripción del título pero en clave Morse.

 

En la (Terminal, siete días/ antes del 28.) señala el poema “101” y vuelve la madre: “Esta joven Vicenta teje teje/ Yo la veo tejer recién lavado/ levantado peinado Jovencita/ yo la nazco tejer tejiendo sabio/ el tejido de aguja de arañita/ No he nacido No importa Me levanto/ de venir de no sido de no hecho/ de no nacido Yo no era ni Juancarlos/ Porque ella lo sueña mientras urde/ esa urdilla urdesumbre a su pensado/ a su hombre querido a ese buen mozo/ de charrasca sonora A ese tal Carlos/ Ella teje blanquita y amarilla/ su carpeta tiernita a ese muchacho/ que se ha muerto caramba! Cierto cierto!/ Que su hombre ya cumple su cumpleaños!/ Que mi padre se ha muerto Que Vicenta/ teje teje su círculo sagrado// Llevará Al Cementerio Su Carpeta// Jovencita Vicenta Y Yo Sin Párpados!”. Imposible no asociar este poema al mito de Penélope, quien tejía de día y deshacía durante la noche, a la espera del regreso de Ulises; en ese tejido del tiempo, se entrecruzan Carlos y Juan Carlos, padre e hijo, en el hilado de la madre. En este sentido, de urdir, de tejer, Bachelard en “Instante poético e instante metafísico” (1939) plantea que “el poema no se desarrolla sino se trama, se teje de nudo en nudo”.

 

Mater familias II.

 

Haciendo pie en la referencia anterior, y recurriendo a determinados conceptos para poder asir parte de lo que se poetiza, pero sin perder de perspectiva la triada en el imaginario poético propuesta por Monteleone (2016), es decir, el sujeto imaginario/el sujeto simbólico/la figura de autor; sería posible la pregunta, sin duda, esencial, sobre la propia relación del poeta con el pasado familiar y cultural. ¿Qué es lo que se puede decir? ¿Qué es lo que se niega? Tanto la contingencia como la diferencia que surge y se nutre de la experiencia de vida y, a su vez, de la experimentación literaria, que es, a la vez, personal e histórica, se sitúa en el centro de la creación de un lenguaje nuevo, de un lenguaje emergente que viene raspado de y a la tradición.

 

Sin embargo, en esa aprensión donde se entrecruza el linaje paterno y materno, donde los familiares cobran “vida”, o representación” en la trama del poema, el sujeto imaginario, enlazado al sujeto simbólico en la figura de autor, se sostiene en el gesto, en donde el autor o autora, junto al lector o lectora, se ponen en juego en el texto. Sin texto no hay deconstrucción, no hay lectura, no existe porosidad sígnica. El sujeto (poético, en este caso), según Agamben (2005) “es aquello que resulta del encuentro y del cuerpo a cuerpo con los dispositivos en los cuales ha sido puesto –si lo fue– en juego” (93); porque la escritura, toda escritura, es un dispositivo, “y la historia de los hombres no es quizá otra cosa que el incesante cuerpo a cuerpo con los dispositivos que ellos mismos han producido: antes que ninguno, el lenguaje” (94).

 

Bustriazo pone el cuerpo en el cuerpo del poema donde reúne a los ausentes, esa figura sostenida por medio del lenguaje revive lo pasado, lo sitúa en la historia, desde ya, simbólicamente, imaginariamente. Por eso regresan una y otra vez, como la proyección de Morel en la isla, cada vez que se los resignifica en el acto de lectura. En el poema “160” de Alcatufé se manifiesta “el abuelo ortiz. Agonía y sueño”, junto a un intertexto de una carta, “…y yo dije pancho sierra/ pancho sierra santo bendito/ –le rezamos– y lo ungimos en/ aceite, como el ese pancho/ sierra lo había curado a papá/ cuando era chiquito. No sé si/ vos habrás escuchado por/ la abuelita que lo contaba…”/ (de una carta de mi tía ma-/ terna nilda ortiz, desde neu-/ quén, a mi madre vicenta,/ dándole relación de la muerte/ de su padre, fechada el 15 de/ junio de 1981.)”. Lo real irrumpe en el poema para convertirse en literatura, símbolos que se apoyan en los sujetos imaginarios y simbólicos, mientras la figura de autor arbitra y ordena la lengua: “lo ungierpn con aceite como en ellos viejos tiempos/ y pancho sierra albeaba en labios de sus deudos/ los ataques del ángel convulsión de los cielos/ convulsiones del brujo en el quedo aposento/ vuelan blancos caballos y cantan pardos perros/ sonoros cerros pasan cuchillos azulencos/ el ataque del aura del aire ceniciento/ el coceo del hábito mortal del buen veneno/ y se cortó a las siete y dieces de su hueso/ y la noventa luna bajóse con ungüentos/ lo ungieron con aceite como en los viejos tiempos/ las ortices mujeres con paños lo envolvieron”. Bustriazo lo data el (día de san paulino/ obispo).

 

Las palabras imbrican a cada uno de estos familiares de Bustriazo y, además, se sostiene en una geografía enmarcada en nuestra región, así que en el texto se intersectan parajes y fechas que operan a modo de huellas, de cronotopos del autor. Así se pasa textualmente por Limay Mahuida, Acha, Trilí, El Odre, Paso Ñáñez, etc. y por la trama de relaciones que teje y desteje en los distintos poemarios. Desde (General Acha,/ 13 de octubre 82) adscribe el poema “176” que se titula “Honorio Ortiz”: “has muerto en la porfía/ de respirar y amar, y en tu agonía/ no sé no sé quizá qué sentirías/ irte tal vez o no que yo querría/ dejar tu niebla aquí muy cuasi escrita/ se perderá en los días mis carillas/ suben a verte con sus melodías// vaga tu alma por Limay Mahuida!”.

 

Autobiografía.

 

A cuenta de la apreciación de la poeta y crítica Tamara Kamenszain (2000), cuando señala a “La poesía como lo más parecido a una autobiografía de la muerte” (145), quizá el poema “202” resume cada una de las alusiones que citamos y que emerge con un título contundente “the end”: “ahí está bustriazo en su ataúd perfecto está igualito como si sonriera/ el pobre penbca se murió perfecto se fue nuevito y nos dejó en tierra/ ahí está bustriazo corazón perfecto se fue de amor su lira nos espera”.

 

* Colaborador

 

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