Cuando el mundo empieza a sobrar
SEÑOR DIRECTOR:
Hay ocasiones en las que el santarroseño puede decirse que el mundo sobra, puesto que aquí se da todo y lo contrario de todo.
La voz mundo tiene uso amplio y diversificado. En el párrafo inicial se usa en las acepciones cuarta y quinta: como totalidad de los hombres y como sociedad humana.
Veamos. En mis apuntes de las noticias del miércoles 20 he hallado: 1) vándalos dañan una escuela por inaugurarse en un barrio santarroseño (un edificio para primaria y secundaria, construido como parte de un plan nacional), 2) ardió el tradicional (y desactivado) molino harinero; 3) nuevos dimes y diretes acerca del techo del megaestadio en construcción; 4) animado debate acerca de la arboleda de la avenida Edison: que hay que talar, que la culpa no es de los árboles; 5) un vecino se aficionó sexualmente a las perras en sentido lato, esto a las hembras de los perros (en el tango y la tradición machista, "perras" eran las mujeres ingratas); 6) los jóvenes consultados, estudiantes, dijeron que consumen bebidas alcohólicas en un 73 por ciento y que el 32 por ciento de ellos lo hizo alguna vez hasta emborracharse... Si agregamos necrológicas, tomamos noticia de: que sí, que la gente se sigue muriendo a distintas alturas de sus años. Algunos recordarán que en otro tiempo los diarios anunciaban los nacimientos ("robustos varoncitos", "agraciadas nenas"...) Los hay que mueren por males diversos y los que hacen salidas inesperadas por efecto de accidentes o por violencia criminal o por una multitud de causas. El nacer y el morir marcan el ritmo, pero cada vez se le agrega alguna otra manera de anunciar el estar aquí o estar todavía: cumpleaños, quince años (o 90 o 100 años), bodas y formación de parejas (divorcios y separaciones no se celebran ni publicitan todavía), títulos académicos, aniversarios de algo, domingos y feriados, fechas significativas (excepto las "patrias" que suenan a antigualla) y, cada día más, se hace saber que alguien fue bien asistido y que por eso está ahora tan bueno (o que no, que no está nada bueno, incluso que ni siquiera está, pero que fue atendido de primera).
Pensada la cosa, se cae en cuenta que el mundo que no es Santa Rosa es pura redundancia. Pensado un poco más, se ve que siendo el personaje el mismo en todo el mundo humano, la comedia se repite al infinito, con variaciones argumentales que se mueven en una franja estrecha. Esto último sucede porque la imaginación creadora está condicionada por los materiales que le da la experiencia y ésta es, más bien, una repetición que nos empeñamos en no analizar, quizás como manera de mantener el ánimo y nutrir la esperanza.
Los apuntes que el columnista hace al repasar los medios noticiosos, son los materiales para sus ensayos de interpretación del acontecer. En mi caso, anoté lo de los vándalos de una escuela, pero recordé que ya he escrito (muchas veces) sobre actos de vandalismo: los que se repiten en la laguna, los que resultan de la tentación de romper algo por ejercer el poder de destrucción de que estamos dotados... El tema de la arboleda es un clásico de nuestro diario, que suele repetir la palabra "arboricidio" por ver si alguien reacciona (cosa cada vez más difícil, pues hasta hay indiferentes incluso para los casos de genocidio). Los árboles han estado desapareciendo a toda velocidad de nuestras calles, como si fuesen expresión de un pasado aldeano. Anoté lo del molino, porque lo sé símbolo de una continuidad de nuestra polis, ahora muy quebrantada en lo identitario.
Supongo que nuestros perros machos no entienden al vecino desorientado o desatentado. Ellos no tienen la obsesión del sexo. Están atentos y acuden cuando su olfato recibe ciertos efluvios. Luego, vuelta a lo suyo, a la vida perruna, y nada de estar pensando en la anatomía de la hembra. No hay perra que imite a nuestras humanas pasadas de edad que andan exhibiendo sus siliconas por tevé.
Atentamente:
JOTAVE
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