Al adversario, ni justicia
MODESTO MORRAS
A los vecinos de Winifreda, les asiste todo el derecho de patalear y desahogarse acudiendo al lenguaje que ha hecho universalmente famoso al Tano Pasman.
Con una módica cuota mensual, los winifredenses podrían haber visto cristalizado el sueño de contar con desagües cloacales, un servicio que otrora fuera lujo, hoy forma parte inseparable de las aspiraciones elementales de todo habitante de un núcleo urbano.
La frustración, según la palabra oficial de la intendenta del lugar, se origina en la actitud del gobierno provincial que, sin causa que lo justifique, omitió poner su firma para respaldar el proyecto de obra que debía elevarse al gobierno nacional.
Resumiendo, para esa realización de saneamiento y con una financiación internacional, Nación se comprometía a cubrir la parte mayor del proyecto, mientras el vecindario se hacía cargo del pequeño y accesible resto mediante un módico aporte en cuotas a largo plazo.
Los curioso (o no tanto) es que el Centro Cívico no tuvo inconveniente en aprobar proyectos similares en otras diecinueve localidades. Sólo quedó afuera Winifreda, gobernada en su comuna por un partido político no afín a la gente de Villa Elvina.
Se supone que la diversidad partidaria es circunstancia a regir sólo en la puja por ganar el voto del vecindario. Pero, entiéndase bien, transcurrido el breve lapso de una campaña electoral, en un sistema democrático se impone terminar con todo favoritismo sujeto a la voluntad de los habitantes de un pueblo dado. A partir de allí, gobierno y oposición, más aún tratándose de una obra que apunta la beneficio común de toda una sociedad pueblerina, deben ajustarse a la clara premisa que hace cuarenta años proclamara un viejo político: "el que gana gobierna, el que pierde ayuda".
Allí parece estar "flojo de papeles" el actual gobernador, cuya actitud sectaria y sus caprichos. que asomaron nuevamente, es severamente criticada por propios y extraños. Entre sus compañeros que lo empujan a la reelección a falta de otro candidato, se dice que el hombre de Villa Elvina va a cambiar. Se entiende que va a dejar su sectarismo el mismo que, con cierta frecuencia, lo lleva a atacar a nuestra Cooperativa, batalla que reconoce varios años de antigüedad, incluso cuando le tocó ser intendente de la ciudad y, p.ej., resolvió expropiar las columnas de alumbrado que había financiado y colocado la CPE. Menos mal que en la cuestión, la Justicia lugareña se acordó de su deber y declaró la nulidad de esa apropiación ilegítima.
Más cerca en el tiempo, en la actualidad, se advierte la inquina antisolidaria del titular del PEP cuando se niega a pagar su parte en la construcción de la estación transformadora céntrica; o, para asombro de los dioses, sigue marginándola a la entidad opular en la prestación del servicio telefónico de entes oficiales. En ese campo y con un ultramenemismo trasnochado, que ya no puede despertar tantos amores, el gober prefiere que esa función la preste una compañía extranjera, la misma que en los años '90 fuera muy sospechada adjudicataria de bienes que poseía y servicios que prestaba la vieja ENTEL.
Estas reflexiones se diría que pecan de inoportunidad. El hombre al que los suyos le extienden un cheque en blanco si se compromete a un cambio de conducta que lo habilite para gobernar con cierta eficiencia, con la interna de ayer ya quedó habilitado para representar al partido oficialista en un nuevo período cuatrienal.
Entre nosotros (o "inter nos", como acostumbran a manifestar los presuntuosos que acuden con frecuencia a la los latinazgos): alguien, aún con muy pequeña virtud criteriosa, ¿podría tener alguna esperanza de una autorrevisión diametral de convicciones y conductas, en un ser humano que ha entrado largamente en la octava década de vida? En la mitad de ese tramo vital, la cosa no se hace fácil. Qué decir de quien ya lleva transitado otro lapso semejante, una altura en que los prejuicios se anquilosan y forman la propia personalidad del individuo.
Si los pampeanos no han aprendido tan elemental premisa, sería bueno recomendar. incluso a agnósticos y ateos, que en una oración a viva voz clamen "que el cielo nos proteja".
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