Cómo funcionan los motores del cambio
Señor Director
En una de sus periódicos retornos, Silvio Waisbord dice cosas de su quehacer: investiga la comunicación política y la comunicación general. Vive en Estados Unidos. Tiene cátedra en la universidad George Washington.
Entre lo que dice en un reportaje vale citar esta afirmación: que en Internet existe ahora más concentración que la que había en la industria de la comunicación hace veinte años. Y mayor masificación. Google no diversifica sino que remediatiza la información y así remasifica audiencias segmentadas. Ahora se consume más información, pero eso no significa que estemos dispuestos a consumir cualquier tipo de información. Esto es así porque "la gente es muy conservadora y visita siempre los mismos sitios (Google, Yahoo, Clarín, Página/12). Eso consolida a las marcas establecidas y las marcas nuevas tienen dificultades para entrar". A su juicio, la diversidad (diversidad de fuentes) no se relaciona con una oferta variada de información. Que exista información diversa no significa que se la busque.
Esta idea permite confirmar que los procesos de aceptación o rechazo por parte de la comunidad (sea de información, sea de ideas diversas en general) tienen un ritmo reposado, más bien lento. Waisbord usa la palabra "conservador" y quizás acierta porque una comunidad va aceptando reglas de juego (digámoslo así para aludir a normas legales, pautas de conducta, ideas, opiniones) muy parsimoniosamente y, luego, parece esforzarse por prolongar su duración. Lo saben todos los que proponen reformas radicales y se desesperan ante la lentitud de la respuesta. Puede que tal sea el ritmo con que trabajan los motores del cambio: una comunidad no se congela en un punto, en una "cultura", pero parece rumiar mucho antes de aceptar la novedad.
No creo que esta operación sea plenamente consciente. En el caso de las fuentes de información, he observado los esfuerzos del actual gobierno y de una parte mayoritaria de la opinión política por quebrantar monopolios de información que se aprovecharon de la parálisis institucional para avanzar sobre un espacio que no hubiesen podido dominar en tan poco tiempo de no haber mediado la fuerza aplicada por la dictadura y por el momento de dominación del neoliberalismo. La nueva ley de medios fue votada por un arco de opinión muy superior al que viene ganando las elecciones desde 2003. De hecho, han surgido otras fuentes de información, pero los nuevos medios tienen dificultad para instalarse, porque la gente se apega a lo que ha aceptado, aunque hayan mediado, para disimular la expansión monopólica, factores políticos de excepción. Por otra parte, hay algo que Waisbord no comenta en el reportaje, quizás porque no le es preguntado: hay toda una franja social que se siente mejor expresada por esos medios, los cuales reflejan una idea política, una idea del poder y del papel del Estado. Y, además, esos medios no intentan expresar a toda la comunidad, sino que son herramientas de otro poder para el que un Estado activo es intruso o enemigo.
Dice otras cosas este estudioso. Incluso esto: que ha comprobado que en las redes sociales no hay comunicación con lo diverso ni con lo opuesto: cuando un "amigo" revela ideas diferentes, se tiende a interrumpir la relación. Cada uno se siente cómodo en su instalación.
La oferta informativa ha variado poco. La "tapa" refleja ya la fuente oficial ya la que se presenta como privada. Esas fuentes crean la agenda. Además, el propio periodismo es conservador: le cuesta cambiar de agenda. Algo es distinto, observa: Clarín no solamente tenía agenda propia, sino que la fijaba para el resto de los medios. Ahora ya no (o cada vez menos). Pero, los medios tradicionales aún marcan la agenda de las redes sociales, Facebook y Twitter, cuyo 80 por ciento está dedicado a "celebridades" (políticos, artistas, deportistas, gente de la farándula).
Atentamente:
JOTAVE
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