Miércoles 16 de julio 2025

Algo más sobre el papel del fotógrafo

Redacción 26/07/2013 - 04.40.hs

Señor Director:
En años recientes se ha podido notar que el fotógrafo y la fotografía solicitan con creciente frecuencia el interés público.
Los datos salientes que arroja esa presencia son el conocimiento de algunos nombres de fotógrafos que son reconocidos ya como precursores ya como líderes ya como creadores de obras de valor artístico. Proliferan las exposiciones y su divulgación ha avanzado en las columnas periodísticas que dan cuenta del quehacer cultural. Se ha apreciado siempre lo que producen, pero antes predominaba el reconocimiento de la fotografía como una manera de enriquecer la memoria, tanto de los individuos como de las familias y de la humanidad. El pasado quedó fijado, en cada uno de sus momentos, en la fotografía. Al antiguo testimonio oral, luego, al escrito, se sumó el aporte singular de la imagen.
Días atrás pudo leerse en Caldenia una nota acerca de los Filippini, padre e hijo, fotógrafos de General Pico durante casi todo el siglo pasado. Tiene, esa evocación, el valor del reconocimiento a su labor, pero el autor es también un fotógrafo de General Pico, Jimmy Rodríguez, a su vez hijo de fotógrafo, radicado en Santa Rosa desde hace décadas. La lectura de este testimonio es grato por la calidez con que se hace la evocación y el singular acierto de haber elegido momentos significativos del último Filippini y de su padre para valorizar el espacio siempre escaso de la prensa escrita y para mostrar que el fotógrafo es mucho más que alguien que captura imágenes. Es alguien que interroga, captura e instala un documento que preserva el momento y su protagonista, con su componente visible y sus sugerencias invisibles. El valor de la foto, entonces, se revela como un rescate o una sacralización del momento, de modo que todos los que sepan mirarla, verán más allá de lo aparente si sienten algo más que curiosidad circunstancial. El pasado sobrevive así, también, en los monumentos intencionales y en algunas ruinas que el tiempo no ha alcanzado a disolver.
Cuando supe de la muerte del último Filippini consigné el hecho en esta misma columna en muy pocas líneas: quería provocar (y esperar) a que hiciera la tarea necesaria alguien que pudo conocerlos mejor que yo, de modo de rescatar la imagen y el aura de aquellos fotógrafos y de su tiempo. Jimmy lo ha hecho y acierta singularmente al recordar su última visita a Filippini y cómo logró, al mostrarle fotos que su familia ha guardado y pedirle que manejase una cámara actual, despertarlo del letargo de su memoria, devolviéndolo mágicamente al tiempo de su protagonismo.

 

Afro
Un policía de una población de Florida, EE.UU., que mató a un muchacho negro de l7 años, nada más que porque no le gustó su presencia y sintió (atávicamente) que era una amenaza para el bien ajeno que custodia, ha sido absuelto por un tribunal, a pesar de que no se pudo probar que actuó en defensa propia. El muerto no tenía arma alguna. Hallaron caramelos en sus bolsillos. Otros blancos conjuran ese atavismo y han salido a manifestar su protesta en todo el país. El gobierno central ha dado cuenta de su desaprobación.

 

Ario
En Santa Rosa, La Pampa, un policía de tez blanca fue acuchillado gravemente por un muchacho de 14 años, también de tez blanca.
¿Por qué? Nada más que porque la víctima es policía y porque desde la penumbra donde se ha criado el victimario, el policía es lo que impide su albedrío. La muralla que alcanza a visualizar por una negación que soporta y que no entiende. Más allá de su entendimiento, el cuchillero lo ve como custodio de lo que oscuramente siente que le ha sido negado y que él no ha estado en capacidad de ponerse en el empeño por recuperar. Es otro miedo éste. No es la negritud del norte, pero es el mismo signo trágico de la existencia humana.
Jotavé

 


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