Jueves 18 de abril 2024

Del sur global al centro del mundo

Redacción 30/05/2022 - 00.06.hs

La necesidad de alimentos y energía puso al país en un lugar estratégico del nuevo escenario mundial, disparado por la guerra en Rusia. Equilibrios, oportunidades y alianzas.

 

Por Nicolás Lantos

 

A menudo, la diferencia entre una política audaz y otra errática sólo puede establecerse a posteriori en función del éxito obtenido a través de esos medios. En el primer caso, si se alcanzan los objetivos, ocasionales deslices y faltas cometidas por el camino se perdonan; por el contrario, si a fin de cuentas se fracasa, serán recordados como pecados que servirán para echar toda la culpa al responsable. La agenda exterior argentina transita ese estrecho desfiladero, entre la patriada y el abismo.

 

Cuando más apremia la necesidad, y el fantasma de una nueva crisis vuelve a frecuentar las preocupaciones de los argentinos, las circunstancias pusieron a este territorio de la periferia extrema, súbitamente, en el centro del planeta. La guerra cambió las bases y condiciones. Los que crean que el tablero, los jugadores y las reglas de juego son las mismas que hasta febrero de este año, equivocan el diagnóstico. Los que crean que esto va a pasar rápido, también.

 

Incluso si el conflicto en Europa concluyera hoy, y no hay ninguna señal de que algo así vaya a suceder en el corto plazo, el mundo tiene por delante entre 18 y 24 meses de emergencia alimentaria severa, según concluye el estudio que tomó relevancia global a partir de la última tapa de la revista The Economist, que advertía sobre este riesgo inminente. Lo que vimos hasta ahora, al comienzo de la guerra, fue apenas una suba de precios. Cuando falte trigo estaremos ante una hambruna global.

 

Las estimaciones hablan de una caída del 40 % de la producción de trigo en todo el mundo para la próxima cosecha, lo que implica que pueden faltar unas 300 millones de toneladas, particularmente en países africanos y de medio oriente. Argentina genera anualmente "sólo" el 2,4 % del trigo mundial, pero a diferencia de grandes productores, como la India y China, tiene un importante excedente respecto a las necesidades de su mercado interno.

 

Por otra parte, el potencial energético de Argentina, aunque se beneficie de ello, no depende de los precios inflados por la guerra. Durante las próximas décadas, mientras el mundo realice su transición energética hacia otras fuentes, el gas, que es el menos contaminante de los hidrocarburos, jugará un rol clave, y Vaca Muerta tiene las segundas reservas a nivel mundial. La ruptura de relaciones de occidente con Rusia, otro actor central del mercado gasífero, realza el valor estratégico de esas reservas.

 

Es que lo que todo el mundo necesita hoy y va a necesitar durante mucho tiempo más es justamente eso que la Argentina puede proveer en cantidades significativas: energía y alimentos. El consenso que existe en la comunidad de negocios global respecto a las oportunidades que tiene por delante el país está tan extendido como las dudas sobre si esta vez estará en condiciones de aprovechar la ventana histórica para el desarrollo de sus capacidades plenas.

 

Aislados o no.

 

No se trata de estar o no aislados del mundo. Se trata, en todo caso, de cómo va a ser la relación con los distintos actores que conforman esa entelequia. En resumen: el mundo, hoy y por varios años más, necesita a la Argentina. Mejor dicho: necesita de sus recursos. Ante ese dato de la realidad se abren tres caminos por delante. El primero es hacer un aprovechamiento estratégico de la situación para que el país se vuelva más próspero e igualitario. El segundo es aplicar una política entreguista que haga millonarios a unos pocos. El tercero es caer en un conservacionismo impracticable para un país que no tendrá cómo defender lo que conserva cuando otro venga a explotarlo.

 

El delicado equilibrio necesario para recorrer la primera de esas sendas (que, insisto, si no produce resultados puede confundirse fácilmente con un zig zag errático) se pondrá a prueba durante el próximo mes, cuando la agenda internacional le depare al presidente Alberto Fernández tres paradas de máxima importancia. La Cumbre de las Américas en Estados Unidos, el encuentro virtual del presidentes del Brics y la cita de presidentes del G7 en Alemania mostrarán hasta dónde puede explotar este gobierno la ocasión.

 

La primera cita será en Los Ángeles. El presidente Joe Biden nunca pensó que la organización de la Cumbre, un ámbito de encuentro regional en el que Estados Unidos históricamente se manejó como patrón indiscutido, iba a traerle tantos dolores de cabeza.

 

Por eso, Fernández se siente con margen para endurecer su posición y su discurso en los últimos días, tratando de negociar una salida decorosa para todas las partes y exitosa para él, como negociador.

 

Al cierre de esta columna el presidente argentino no había confirmado aún si no irá a Los Ángeles, en protesta por el veto, o asistirá, como titular de la Celac, para usar ese foro como amplificador de la denuncia de esas exclusiones.

 

Hay alerta, también, por la posibilidad de que la próxima cumbre de los Brics, el bloque de las principales potencias periféricas del planeta, sea el trampolín para que la Argentina se incorpore a ese grupo. La decisión se toma por unanimidad de todos los miembros y en cancillería ya cuentan con los votos de Brasil, Rusia, la India y China. Resta solamente la conformidad de Sudáfrica, motivo por el cual Santiago Cafiero tiene planeado un viaje ese país para el mes de julio.

 

Gas licuado.

 

Eso no significa renunciar al vínculo con "el norte" al que Fernández también castigó dialécticamente esta semana. De hecho, horas después de participar virtualmente de la cumbre de los Brics, viajará a Alemania para participar del encuentro presencial de mandatarios del G7, el grupo que reúne a las potencias occidentales. Será el único país representado en los dos foros y el único latinoamericano en el retiro que tendrá lugar en los Alpes.

 

La agenda argentina en esa reunión se resume en tres palabras: gas natural licuado. Es el insumo que va a necesitar Europa a partir de la interrupción del suministro de energía rusa. Argentina, a través de Vaca Muerta, tiene capacidad de sobra para producir lo suficiente para cubrir la demanda, pero es necesario hacer una inversión considerable para poder extraerlo, transportarlo hasta un puerto, licuarlo y exportarlo: en el gobierno calculan unos 8 mil millones de dólares por el combo completo. (Extractado de Eldestapeweb.com)

 

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