Martes 26 de marzo 2024

El crimen y su eterno retorno

Redacción 04/06/2022 - 00.52.hs

Sociedades individualistas, consumistas, con alta demanda de drogas y abundancia de armas hay en otras partes del planeta, pero muy raramente encontramos a personas que, como en EEUU, disparan sin piedad contra una multitud.

 

MIGUEL MOTZO*

 

Hace ya mucho tiempo que cuando ocurren en los Estados Unidos acontecimientos como el sucedido en Uvalde, abundan explicaciones que, aunque correctas, se reiteran en cargar las tintas sobre lo que es una sociedad individualista, egoísta, cada vez más "quemada" por sus drogas, la competencia y el consumismo desenfrenado. Todo ello, favorecido con el patético escenario de la venta ¿libre? de armas de cualquier tipo y calibre.

 

Nadie puede dudar que este estado de cosas contribuye a que sucedan estos crímenes tan terribles que estamos acostumbrados a presenciar. Pero creo que no se tiene demasiado en cuenta el análisis de la particularidad de estos reiterados actos criminales.

 

Me explico: sociedades individualistas, consumistas, con alto consumo de drogas y con abundancia de armas hay, en mayor o menor medida, en otras partes del mundo. Sin sobreabundar en ejemplos y con respecto a la tenencia de armas, podemos suponer que hay muchos ciudadanos armados en Colombia, en México, y seguramente en nuestro país hay más armas en manos de civiles de las que imaginamos. También hay adicciones e individualismo en éstos y otros países. Pero muy raramente encontramos que una persona armada irrumpa "sin motivo" contra una multitud anónima y desprevenida contra la cual arremete sin aviso ni piedad.

 

Sello y firma.

 

Este hecho, en cuanto repetido al infinito, es tan particular de ellos que lleva su sello y firma. También lo resuelven a su estilo: no se preguntan sobre las razones socio-culturales. Dictaminan pena de muerte (obviamente si el agresor no ha sido abatido o se suicidó antes) o lo sentencian a cuatrocientos años de cárcel (lo ridículo suele filtrarse hasta en la peor de las tragedias).

 

Resumo: aplican la máxima de "muerto el perro se acabó la rabia". Son tan individualistas que creen que "el mal" está "adentro" de una cabeza enferma y no en su propio sistema. Acto seguido, descubren que el asesino era un niño aislado, esquizofrénico o con algún otro cuadro psiquiátrico. Descubren que hacía dibujitos de agresión y muerte cuando era pequeño y que los padres eran malos, estaban separados o presentaban cualquier otra desviación.

 

Se pueden agregar descripciones, pero todo conduce que ese "loco" o "perverso", y del cual hay que cuidarse, está afuera de sus valores, principios y "enmiendas".

 

A este esquema parece que ahora le han agregado otro procedimiento en el que son expertos: bloquear e investigar escuelas, alumnos, docentes, etc. Sólo que en sus escuelas y con sus niños.

 

La propia medicina.

 

También sabemos que las guerras las libran afuera de su territorio. Pero ¿tan afuera? Llego a pensar que lo que le han hecho tantas veces al mundo está siendo reproducido en cada uno de estas balaceras en lugares públicos. En pequeña escala, pero en múltiples dosis.

 

El país y sus ciudadanos tienen armas, poderosas en su escala. El país ataca a otras sociedades y pueblos a veces desprevenidos o "débiles" (Hiroshima, Vietnam). Resultado: muchas muertes absurdas e injustas.

 

Los ciudadanos armados hacen lo propio con los conglomerados humanos en escuelas, shoppings u otros lugares donde hay un lazo social. Resultado: muchas muertes absurdas e injustas.

 

El país dice: "¡hago lo que quiero!". Los matadores individuales, tan repetidos ellos, actúan como si pensaran lo mismo.

 

Lo que cambia es que los hechos se invierten. La "medicina" que aplican al mundo se les vuelve como hecho siniestro en sus narices.

 

¿Ellos lo ven? ¿Se lo preguntan? No creo. Prefieren salvar el negocio de la venta de armas antes que cuestionar su sistema. Tampoco van a renunciar al miedo que provocan en muchísimos otros pueblos. Pero les apareció un "alien" cruel en sus dominios y no se quieren dar cuenta de que es su mismo rostro el que retorna del horror. Es, entonces, un hecho social y no un desaguisado de un individuo más o menos loco como cualquiera. (En memoria de mis amigos Antonio y Raúl).

 

*Psicoanalista.

 

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