Domingo 21 de abril 2024

El orgullo de marchar

Redacción 09/11/2021 - 00.27.hs

Ejercitar derechos como la autopercepción no debería representar peligro de muerte. Ni elegir orientaciones sexuales salidas del molde binario requerir de valentía.

 

VICTORIA SANTESTEBAN*

 

La marcha del orgullo en su edición 2021 fue la número treinta en el país. En las banderas de colores que flamean más libres se leyeron conquistas y reclamos a modo de resumen histórico de lo que han significado tres décadas de salir a las calles. De los escondites de la vergüenza a marchar con orgullo en los espacios públicos que supieron cancelar horrorizados toda expresión de amor e identidad salida del orden heteronormativo. Del ocultamiento injusto a la libertad de encarnar esas identidades elegidas y con el convencimiento de que contra el odio, amor con glitter. El orgullo como respuesta política, como escribía Jáuregui, para arremeter contra esa educación en la vergüenza que patologizó lo no binario. El sábado, la Argentina de las conquistas -y también la de las deudas- presenció un desfile más del amor que revoluciona.

 

Conquistas.

 

Las banderas del sábado tenían motivos de celebración: el cupo y la inclusión laboral trans para reparar la exclusión histórica que continúa arrojando a la prostitución a travestis y trans a lo largo y ancho del país; los DNI y CUIL no binarios que abandonaron el binarismo como etiqueta y dieron cumplimiento así a la ley de Identidad de Género; la ley de Interrupción Legal del Embarazo para los cuerpos gestantes y su derecho a decidir. A estas conquistas recientes se suman por supuesto aquellas que ya tienen unos años de existencia: la ley de Matrimonio Igualitario que cumplió 11 años el 10 de julio pasado y la ley de Identidad de Género del año 2012, pioneras en afianzar el bloque normativo que hecho de la Argentina un Estado de vanguardia mundial que reconoce al amor y a la libertad en todas sus formas.

 

Así, las conquistas de la comunidad LGTBIQ+ en una lucha enfatizada sobre todo una vez recuperada la democracia van desde la no criminalización y despatologización de la orientación sexual y las identidades no binarias, hasta leyes que garantizan el derecho de ser quienes queremos ser. Pero a pesar de las conquistas en papel, la lucha se concentra en efectivizar el paisaje prometedor de las leyes que hablan de igualdad e inclusión. El colectivo LGTBIQ+ sabe porque vive en carne propia desde los márgenes que sus vidas continúan en riesgo y penden enclenques de los mapas. Porque la realidad contrasta con lo que se consigue en el Congreso, porque los esfuerzos políticos para indemnizar años de violencia se quedan cortos, porque el legado patriarcal demonizador de libertades todavía rige mentes e instituciones.

 

Violencias.

 

La desigualdad estructural que resisten lesbianas, gays, travestis, transexuales, bisexuales, intersexuales, queers y otres es cachetazo de realidad que despabila frente a quienes ingenuamente dan por sentado que hecha la ley, ejercitado el derecho. Hecha la ley, hecha la trampa de continuar en el entramado de violencias que son represalia por la desobediencia al mandato hegemónico de heternormatividad y binarismo. A la par de la inclusión de todas las personas en la convivencia democrática que sanciona el pueblo en forma de leyes, las violencias como parte del folklore arrojan al desamparo, la exclusión y la muerte de quienes integran el colectivo LGTBIQ+: en 2020 se registraron 120 crímenes de odio basados en la orientación sexual, la identidad de género y/o la expresión de género; el 13 por ciento de los directivos de escuelas secundarias argentinas tuvo que intervenir por situaciones de discriminación por orientación sexual; niños, niñas y adolescentes trans/travestis son expulsadxs de sus casas y así su expectativa de vida no supera los 40 años; el registro de travesticidios y transfemicidios de la Oficina de la Mujer de la Corte Suprema encuentra entre los obstáculos para contabilizar la violencia que muchas de las personas trans y travestis son asesinadas por la policía que encubre las desapariciones, las anota con nombres que no se corresponden con su identidad, o bien como NN. Además, en tanto la exclusión también se da hacia el interior de las familias, muchas veces si quiera existe un pedido de búsqueda de la persona desaparecida. No es así el caso de Tehuel, el joven trans que continúa desaparecido desde marzo de 2021 y que en la marcha del sábado fue reclamo su aparición con vida, junto con la exigencia de ESI no binaria ni heteronormativa, justicia con perspectiva transfeminista, la despatologización de las infancias y adolescencias trans, y, por supuesto, el vivir la orientación sexual y la identidad de género libres de violencia y discriminación.

 

Libertad.

 

Ejercitar derechos como la autopercepción no debería representar peligro de muerte. Ni elegir orientaciones sexuales salidas del molde binario requerir de valentía. La deconstrucción de los armatostes que todavía sostienen la heteronormatividad y el binarismo como únicas alternativas válidas es camino sinuoso que hay que encarar con el convencimiento que el ocultamiento nunca volverá a ser opción. Que esa deconstrucción total por fin desbarajuste la rigidez, que lo entremezcle y amalgame todo, que revolucione, que sacuda los miedos, que abrace para ablandar hasta los corazones más acorazados y temerosos. Las marchas del orgullo caminan la ruta para esa deconstrucción urgente: para desetiquetar y colorear los días. Para que la vida sea libre y el amor verdadero.

 

*Abogada, Magíster en Derechos Humanos y Libertades Civiles.

 

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