Miércoles 20 de marzo 2024

Entre el "efecto contagio" y el "efecto invernadero"

Redacción 13/11/2022 - 00.40.hs

En una misma semana, nuestra región recibió una serie de mensajes que merecen la mayor atención. Pareciera que la naturaleza se cansó de tantas agresiones de los humanos y empezó a decir basta.

 

No suena demasiado casual que hayan llegado, cual pestes bíblicas, unas heladas tardías que arruinaron numerosos cultivos. Y que como golpe de gracia, unos días después, por si algo se hubiera salvado, cayera un granizo para terminar con las esperanzas de salvar algo de la temporada. La helada afectó a gran parte del Valle de Río Negro, San Juan, Mendoza, y parte de La Pampa, destruyendo más del 80 por ciento de los viñedos, lo que naturalmente impedirá contar con uva para la próxima cosecha.

 

Que de toda esta pérdida solo se haya salvado la producción de uvas y otros cultivos en la zona de Casa de Piedra también parece ser otro mensaje ecológico, en este caso premiando a quienes desde hace tiempo vienen haciendo las cosas como se debe, cuidando el agua para riego sin derrochar una sola gota y mejorando la eficiencia año a año.

 

Ya es sabido que la zona de Casa de Piedra es privilegiada, por la altura y la humedad que aporta el dique. Allí, el lago actúa como una especie de termorregulador natural, creando un microclima positivo, no sólo ante heladas sino también ante granizos o lluvias. "Más claro, echale agua", como reza un viejo dicho popular, aplicable sobre todo para quienes cortan ríos.

 

Más problemas.

 

Pero eso no fue todo lo ocurrido en la semana, porque las recorridas por las zonas oesteñas también trajeron como crudo reporte que los animales han dejado de tomar agua debido a su mala calidad, debido a que las adversas condiciones climáticas -sumadas a la acción del hombre- dejan al vital líquido cada vez con mayor salinidad.

 

Esta realidad regional, lamentablemente, se replica a nivel nacional e internacional, con casos tan dramáticos como el del turista brasileño que murió por un desprendimiento de hielo en el sur argentino, producto de haber ingresado a un lugar con acceso prohibido, pero en el que la caída de la masa congelada fue generada por el calentamiento global.

 

Así se podrían enumerar casos a lo largo y a lo ancho del planeta, pero sería tedioso. Con algunos ejemplos, de los cercanos y de los lejanos, alcanza y sobra.

 

A tomar nota.

 

La pregunta ante este panorama es qué hacemos como habitantes de este mundo para mejorar una situación que parece que en cualquier momento se nos puede ir definitivamente de las manos.

 

En los máximos niveles de decisión, por lo que se ve, los más poderosos siguen armando cumbres en las que terminan poniendo metas a largo plazo, que finalmente terminan atenuadas, postergadas y en muchos casos hasta incumplidas.

 

Fronteras adentro, también parece que todo es cuesta arriba. Sin ir más lejos, mientras los incendios arrasan con grandes extensiones que luego son aprovechadas para la producción agropecuaria, la Ley de Humedales que tiene por objetivo recomponer ecosistemas como el del Atuel sigue en debate.

 

Mientras la naturaleza reclama acciones urgentes, las definiciones generan tanta discusión que a poco de fin de año la ley terminó con dos dictámenes con escasos votos de diferencia, anticipando tal vez una negociación en el recinto que puede hacer naufragar el proyecto o bien terminar en un texto que de tanto buscar consenso termine en una norma con tantas ambigüedad y concesiones que finalmente no termine dando ningún resultado concreto.

 

Así las cosas, solo quedará por tratar de mejorar nuestro hábitat más cercano e intentar que el resto de la población vea esa realidad y se genere un "efecto contagio". Por ahora, solo tenemos un "efecto invernadero" y un fenómeno conocido como "La Niña" que no trae buenas novedades. Los especialistas coinciden en señalar que se vienen temperaturas más altas que el promedio y precipitaciones menos intensas que las habituales. El sentido común marca que esto dejará como saldo escasa humedad en los suelos y mayor evaporación por un calor más elevado.

 

Solo queda tomar nota de los mensajes de la naturaleza y hacer los deberes como corresponde de una vez por todas. Cuidar nuestro planeta con el pequeño granito de arena que nos toca y después reclamar para que nuestros vecinos, los más cercanos y los más lejanos, también cumplan con lo que les corresponde, es la única esperanza. Habrá que hacerlo ya, antes de que sea demasiado tarde.

 

DANIEL ESPOSITO

 

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