Miércoles 17 de abril 2024

La chica que corría envuelta en napalm

Redacción 09/06/2022 - 08.10.hs

"Yo llevo la guerra impresa en mi cuerpo", dice Kim Phuc en Canadá, su lugar de residencia actual, desde donde condena la muerte de niños por la violencia en EEUU.

 

JOSE ALBARRACIN

 

Ayer, 8 de junio, se cumplieron 50 años de un hecho crucial en la historia del siglo XX, y en la de la fotografía en particular. En un rutinario raid sobre la aldea de Trang Bang, en el sur de Vietnam, aviones norteamericanos arrojaron napalm sobre la población civil, incluyendo un grupo de niños que jugaba en el patio de la iglesia local. Un fotógrafo que trabajaba para Associated Press, Nick Ut, tomó una fotografía de esos niños huyendo del lugar, heridos. Al frente de ese grupo, una niña desnuda, con los brazos en cruz y llorando de dolor, se transformó así en una de las imágenes más icónicas de la historia.

 

Icónicas.

 

De los billones de fotografías que se toman diariamente, muy pocas acceden al rol de imágenes icónicas, aquellas que, independientemente del personaje retratado, resumen un concepto movilizador y comprensible para cualquier observador. En esta categoría, desde luego, está la foto del "Che" Guevara tomada por Alberto Korda en La Habana en 1960, que luego se multiplicaría en pancartas, posters y remeras, simbolizando la lucha de los pueblos del Tercer Mundo por su emancipación.

 

Entre nosotros, una imagen similar fue el retrato del fotógrafo José Luis Cabezas, asesinado en Pinamar en 1997, que junto al slogan "No se olviden de Cabezas" pasó a ser un estandarte en la lucha contra la impunidad y la corrupción imperantes en aquel momento histórico. Por cierto, es más que recomendable -sobre todo para las nuevas generaciones- un documental sobre este caso, disponible en una popular plataforma de streaming.

 

Aquella foto de Trang Bang -que le valió a su autor un premio Pulitzer- puso literalmente al desnudo los horrores de la guerra, amplificados por ser niños las víctimas, y por la especial crueldad del arma empleada por los Estados Unidos. Como resultado de aquel enorme impacto mediático, los días de ese conflicto impulsado por el gobierno de Washington estaban contados.

 

Canadá.

 

Kim Phuc, la niña que corría envuelta en napalm, vive hoy en Canadá, y acaba de publicar un conmovedor artículo con motivo del aniversario. Recuerda una infancia feliz, una "vida simple con abundancia de comida, ya que mi familia tenía una granja, y mi madre poseía el mejor restaurante de la ciudad".

 

Después del ataque que comprometió un tercio de su cuerpo, fue inmediatamente auxiliada por el propio fotógrafo Nick Ut, y aunque ella no lo mencione en su relato, fue llevada a Cuba para su cura y rehabilitación. Si bien hoy está agradecida por haberle salvado la vida, confiesa que por momentos odió a aquel fotógrafo que la retrató en su momento de mayor vulnerabilidad: "Yo era una niña de nueve años, desnuda. ¿Por qué tomó esa foto? ¿Por qué no me protegieron mis padres? ¿Por qué se publicó esa imagen? ¿Por qué yo era la única niña desnuda, cuando mis hermanos y primos en la foto aparecen vestidos?".

 

Al dolor y la vergüenza por haber quedado desfigurada, se sumó luego la trascendencia de esa imagen, que la persiguió de por vida, y la llevó a una fama no deseada, con incontables entrevistas con periodistas, presidentes y figuras públicas. La foto se transformó en un símbolo de la niñez víctima de la guerra. "Pero quienes sobrevivimos a ese instante no somos símbolos: somos seres humanos que necesitamos trabajar, amar y ser amados, necesitamos comunidades en las que vivir y que nos nutran".

 

Fundación.

 

Recién como adulta y ya viviendo en Canadá, felizmente casada, Phuc encontró la paz y una misión en la vida, que la llevó a trabajar con Unicef, y en la actualidad, a dirigir su fundación de ayuda a los niños víctimas de la guerra.

 

Por estos días, su preocupación está concentrada en Ucrania. Sin embargo, no puede dejar de señalar las "horribles imágenes de los tiroteos en escuelas (norteamericanas). Puede que no veamos fotos de los cuerpos de esos niños asesinados, como ocurre con las guerras que tienen lugar en otros países, pero estos ataques son el equivalente doméstico de la guerra. La idea de compartir imágenes de matanzas, especialmente de niños, puede parecer insoportable, pero debemos confrontar ese hecho. Es más fácil ignorar las realidades de la guerra si no vemos sus consecuencias concretas".

 

"Yo llevo la guerra impresa en mi cuerpo -concluye-. No se puede escapar de las cicatrices, físicas o mentales. Hoy estoy agradecida por el poder de aquella imagen mía a los nueve años, y por el viaje que me trajo hasta aquí como persona. Mi horror, que apenas puedo recordar, se volvió universal. Estoy orgullosa de que, con el tiempo, me he transformado en un símbolo de la paz".

 

Hace falta mucha paz interior para no mencionar, ni por un momento, al gobierno criminal que la mutiló siendo una niña. Y no sólo eso, sino también, para condolerse de los niños de ese mismo país, que gracias a la locura y la codicia de la industria armamentista, son asesinados casi a diario, justo en los lugares donde deberían estar más cuidados.

 

' '

¿Querés recibir notificaciones de alertas?