Viernes 12 de abril 2024

Listas para el empoderamiento

Redacción 25/01/2022 - 00.48.hs

En un mundo agotadoramente patriarcal, en el que los deseos corren el riesgo de responder al marketing confuso que se apropia de discursos de libertad para vender más opresión, se suma la exigencia de ejercitar una militancia despabilada.

 

Victoria Santesteban

 

Hay quienes hacemos listas en cada nuevo año, con objetivos grandilocuentes y mundanos, unos funcionales a exigencias propias de un sistema que todavía no logramos desarticular y otros, por fin, que responden a deseos genuinos, a esos sueños auténticos que nos conectan con lo más profundo de nuestras existencias y así el mundo cobra en verdad sentido. Para esa lista en papel, de puño y letra, para la armada en Word o en un Excel esquemático, para las notas mentales que retienen las encomiendas del 2022 que van a martillar durante el año insistiendo en su concreción, una revisión previa antes de su puesta en marcha. Reflexiones necesarias sobre las exigencias que agobian, los planes incoherentes, los objetivos vacíos para discernir sobre la correspondencia de cada renglón con aquello que genuinamente añoramos. ¿Cuánto hay de mandato social, de márketing opresivo y cuánto de auténtica aspiración en las listas de la (auto)exigencia? Un repaso previo sobre esa planificación no siempre sensata para tachar, antes de su ejecución, todo objetivo que nada tenga que ver con nosotras mismas y nos distraiga la existencia. Para sólo atender a lo que nos empodera, a lo identitario y soñado.

 

Exhaustas.

 

Por más revuelta feminista mundial, cierto es que la estructura que sostiene el mundo continúa respondiendo a los cánones machistas, por lo que los varones detentan privilegios que hacen que nuestras existencias sean todavía bastante más difíciles. Las demandas y reproches a la orden de nuestros días convierten lo cotidiano en agotador, cuando se cae en la cuenta de cuánto cuesta romper techos de cristal y pactos de varones, patear mandatos heteronormativos, desentenderse de las órdenes de belleza hegemónica y de maternidad obstinada, malabarear entre el trabajo y la casa, entre el cuidado de quienes nos rodean y de nosotras mismas, entre quedarse y salir, entre aceptar y rechazar, entre esa ambivalencia esquizofrénica de órdenes y contraordenes que hacen peligrar nuestra estabilidad emocional. En "Cansadas" Nuria Varela se explaya sobre el agotamiento femenino dado por un contexto que no amaina, que suma exigencias, que aggiorna violencias y las invisibiliza. Es el hartazgo por una desigualdad que no disminuye: "Cansancio por hacerlo todo solas, por nadar a contracorriente a diario, por haber apoyado sistemáticamente a todas nuestras sucesivas parejas, por habernos embarcado solas en la hipoteca, por haber aguantado la presión laboral. ¿Cómo no estar cansadas viviendo a toda velocidad, embutidas en una talla 38, sobre un tacón de 7 cm (o más) y peleando cada mañana contra el paso del tiempo?". Y para quienes deciden maternar, las exigencias se reproducen al ritmo de un "nuevo mamismo", de una maternidad inalcanzable, que de facto devalúa lo que las madres reales hacen, explica Esther Vivas en "Mamá Desobediente". "Las mujeres ahora no solo debemos ser madres devotas, sino supermamás o "mamás máquina", tan sacrificadas como las madres de siempre, pero con una vida laboral y pública activa y, por supuesto, con un cuerpo perfecto. El sexismo se ha sofisticado hasta materializarse en la negación moderna de la discriminación que sufrimos mujeres, trans y travestis, explican Bosh y Ferrer. Así, en la coexistencia del machismo tradicional y el moderno, nos enfrentamos a nuevas formas de violencias que coexisten con las viejas y es lo que explica Marcela Legarde a partir de la idea de sincretismo de género: en la frontera entre mujeres domésticas y públicas, madresposas-semiciudadanas, que se concreta en tener atributos modernos - un título universitario, una carrera profesional, un trabajo fuera de casa, participación en la vida pública - y a la vez, sujetas a valoraciones premodernas. "¿Querían derechos y salir de sus casas? Ahí tienen".

 

Feministas.

 

En todo este menjunje exigente en medio de una cultura del simulacro que quiere vender que el sexismo es algo del pasado, y que la mujer empoderada es aquella que compra zapatos y carteras con su propio sueldo, es que nos sentamos a proyectarnos y a escribir la lista de objetivos 2022. A esa lista que nos jacta de un multitasking "natural" se agrega la tarea de hacer frente al patriarcado, conscientes de la carga agotadora de la etiqueta de "feministas". Esa conciencia de género, de responsabilidad sobre lo cotidiano, de compromiso sororo, de desafío constante al poder patriarcal, de valentía por desafiar mandatos, es exigencia más que no guarda coherencia con los renglones donde se lee empezar el gimnasio, terminar la carrera, bajar 2 kilos y lograr un ascenso. Volvemos sobre esos objetivos, para repensarlos. Y concluir, que en una de esas se trata de darnos la posibilidad de querernos más, de hablarnos con ternura y decirnos que somos suficientes. De confiar en nosotras a pesar del mundo ensimismado en destruir la propia estima. A decir que no, a no agradar a todos. Que pensar en esa lista sea momento de conexión con la identidad que supimos construir, y deconstruir también, donde nos permitimos ser, depuradas de toda intromisión exógena que poco tiene que ver con nuestras aspiraciones. Detenernos a pensar en la vida que queremos y disfrutar ese tiempo en el que se sueña despierta es todo un acto de rebeldía. "Objetivos 2022: Ser valientes para vivir nuestras elecciones, ser fuertes para afrontar a quienes esa libertad les resulta incómoda".

 

* Abogada, Magíster en Derechos Humanos y Libertades Civiles

 

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