Viernes 19 de abril 2024

Los Reyes Magos y los padres mentirosos

Redacción 06/01/2022 - 00.59.hs

Además de su desembozado ejemplo de corrupción política, EEUU está promoviendo a través de sus multinacionales y de sus embajadas, los mismos métodos espurios para beneficiar a los partidos de derecha de todo el mundo.

 

JOSE ALBARRACIN

 

En la tradición cristiana el 6 de enero se emplea para recordar el pasaje del Evangelio de Mateo que narra la visita de los llamados "reyes magos" al recién nacido Jesús. El texto bíblico no habla de reyes, ni da sus nombres, ni dice que fueran tres. De hecho, en realidad, no eran ni reyes, ni magos: eran lo que en aquellas épocas podría calificarse como "científicos" provenientes de Oriente. No deja de ser una ironía, entonces, que el nuevo significado que ha pasado a tener esta fecha en Occidente, desde el año pasado, coincida con un brutal ataque contra la ciencia y contra la democracia: el asalto al Congreso de los Estados Unidos por los partidarios de Donald Trump, perdedor de las elecciones de 2020.

 

Es hoy.

 

Cuando se cumple su primer aniversario, apenas si se comienza a vislumbrar la gravedad del episodio que investiga un comité especial del Congreso, y que conmocionó al país del norte y al mundo entero. Hasta el momento sólo han sido condenados por el hecho algunos de sus participantes presenciales que, con la tecnología disponible, fueron fácilmente identificables como culpables de varios delitos.

 

Pero lo que aquel motín ponía en escena, era algo mucho más profundo, grave y preocupante.

 

Hoy se sabe que prominentes miembros del gobierno de Trump y varios abogados de renombre, trabajaron hasta último momento en diseñar una fachada "legal" para un autogolpe, que invalidara las elecciones presidenciales en las que triunfara Joe Biden, y perpetuara a Trump en el poder.

 

Se sabe, también, que varios periodistas "estrella" de la cadena Fox News, mientras en vivo minimizaban los incidentes en Washington, en privado enviaban mensajes a los colaboradores más cercanos del entonces presidente, rogándoles que hicieran algo para detener la batahola, a fin de "preservar el legado" de esa administración.

 

Es un hecho, por otra parte, que muchos de aquellos colaboradores de la Casa Blanca se han complotado para negar su colaboración en la investigación de estos sucesos, aún corriendo el riesgo de ser acusados de desacato y puestos en prisión.

 

Y está claro que el Partido Republicano, lejos de distanciarse de esos hechos sediciosos -y más lejos aún de condenarlos- lo que ha hecho, por el contrario, es expulsar de sus filas a los pocos dirigentes que se atrevieron a desafiar la evidente mentira en que se basaron, esto es, el supuesto fraude electoral. El mismo partido que cuando el presidente Richard Nixon fue acusado de actos bastante menos graves que los perpetrados por Trump, le soltó la mano y lo dejó caer.

 

Mesías.

 

La diferencia con aquellos episodios de los años setenta, está en los profundos cambios que ha experimentado el mundo, tanto en materia política, como tecnológica. Como dice ahora Francis Fukuyama -tratando de recular en su profecía del "fin del mundo" de hace treinta años atrás- el problema es que, a partir de internet y la atomización de la producción de "informaciones", las personas no sólo discrepamos en cuando a nuestros valores -como siempre hemos hecho- sino que, además, vivimos en universos fácticos distintos. Ya no se pelea tanto por las ideas, se pelea por capturar el relato de la verdad.

 

"Un partido político saludable, funcional, afronta sus derrotas electorales haciendo una autocrítica de sus errores, y redoblando sus esfuerzos para atraer más votantes la próxima vez. El Partido Republicano, como los movimientos autoritarios de todo el mundo, se ha mostrado incapaz de hacer esto. La retórica de sus líderes sugiere que se autoperciben como el único gobernante legítimo posible, y de ahí que describan la victoria de cualquier otro partido como el resultado de un fraude".

 

Estas palabras del grave editorial de New York Times, pueden extenderse en realidad a todas fuerzas políticas populistas de derecha creadas a semejanza del trumpismo: El brasileño Jair Bolsonaro ya está adelantando que en las elecciones de este año -que perderá casi seguro- serán fraudulentas. El año pasado, la peruana Keiko Fukimori jamás reconoció su derrota electoral en las presidenciales, mientras en Argentina, antes de conocerse el resultado de las parlamentarias, la Alianza Cambiemos anticipaba que habría fraude electoral.

 

El problema.

 

En realidad, lo ocurrido en EEUU no hace más que desnudar lo que ya era un secreto a voces, y es que aquel país en realidad no es una democracia real, sino un sistema de gobierno aristocrático. Gracias al adefesio constitucional del Colegio Electoral, y a la atomización de la elección presidencial en 51 distritos, hace mucho tiempo que el voto popular ha perdido significado real. Biden ganó las elecciones por más de siete millones de votos: su triunfo fue tan aplastante que ni debería discutirse. Hillary Clinton, por su parte, había sacado más de tres millones de votos de diferencia sobre los que obtuvo Trump en la elección anterior, pero perdió la presidencia por la cantidad de delegados cosechados.

 

Lejos de encarar una solución razonable a este problema, los republicanos se han dado a profundizar sus prácticas antidemocráticas, tanto restringiendo o suprimiendo el derecho a votar de las minorías y los trabajadores, como redibujando los distritos electorales para asegurarse la victoria.

 

El problema no es tanto que EEUU desnude su profunda decadencia moral e institucional: es que, además de su desembozado ejemplo de corrupción política, está promoviendo a través de sus multinacionales y de sus embajadas, los mismos métodos espurios para beneficiar a los partidos de derecha de todo el mundo.

 

El peligro para la democracia es real. Y no se combatirá con magia. Hará falta mucha militancia para convencer a la mayor cantidad de gente posible, de que los Reyes Magos son, en realidad, los padres. Y que los padres nos han estado mintiendo.

 

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