Martes 26 de marzo 2024

Los sonámbulos del fin del mundo

Redacción 02/06/2022 - 11.12.hs

La dirigencia europea parece encaminarse, siguiendo la batuta de Estados Unidos en la OTAN, a una guerra total con Rusia. En tanto, Joe Biden juega a ser Churchill.

 

JOSE ALBARRACIN

 

El historiador australiano Christopher Clark, uno de los máximos expertos vivos en historia del siglo XX, describe la Europa de 1914 en una obra intitulada "Los sonámbulos", en la cual afirma que en ese momento la guerra mundial que se avecinaba era perfectamente evitable, si los líderes de varias naciones europeas (y no sólo los alemanes) hubieran sido conscientes de los peligros que se avecinaban, y hubieran dejado de lado sus rutinas burocráticas e ideológicas. Y es que, cuando las hostilidades han escalado hasta cierto nivel, ya es demasiado tarde para volver atrás y negociar la paz. El mes pasado, en el diario francés Le Figaro, el ex asesor del presidente Nicolas Sarkozy, Henri Guaino, usó la misma expresión para con la actual dirigencia europea, que según su visión, se encamina -como caminantes dormidos, y con la guía miope de los Estados Unidos- hacia una guerra total con Rusia.

 

Sueño.

 

Siguiendo la misma línea, el historiador norteamericano Christopher Caldwell señala como comienzo de las hostilidades en Ucrania el sangriento golpe de estado patrocinado por los EEUU en 2014, que depuso al gobierno legítimo de Viktor Yanukovich, cuyo principal "defecto" era su posición amistosa hacia Moscú. Ante este cambio radical de la situación política, Rusia reaccionó anexando la península de Crimea, que no sólo tiene una mayoría étnica y lingüística rusa, sino que además es la base de la flota rusa en el Mar Negro, y donde fallecieron cientos de miles de soviéticos en la defensa de Sebastopol.

 

Aquella anexión produjo escasas pérdidas humanas, y durante un tiempo mantuvo un status quo en la región, hasta que el nuevo gobierno ucraniano del cómico televisivo Volodimir Zelensky se despachó con el "chiste" de solicitar la incorporación de su país a la OTAN (ahora, ya concretada la invasión rusa, reculó para confesar que "había comprendido" la necesidad de que Ucrania mantuviera un status neutral).

 

La proclama no podía ser más más explosiva, sobre todo si se tiene en cuenta que en el este ucraniano la región del Donbas peleaba por su incorporación a Rusia, y era sofocada brutalmente por fuerzas mercenarias (no por el ejército) bancadas por los oligarcas de Kiev.

 

Armas.

 

Ese conflicto en el este fue el que permitió el paulatino ingreso de armas a Ucrania, primero desde República Checa y Turquía, y luego directamente desde EEUU y Gran Bretaña. Cómo es que Washington cree que proveer de armas a Ucrania no es lo mismo que participar del combate, sólo puede explicarse por el sonambulismo de Biden, a quien su opositor Donald Trump siempre apodaba "Sleeping Joe" (somnoliento Joe).

 

A esto hay que sumarle la retórica incendiaria: Biden asegurando que Putin no debía permanecer en el poder, o que debía ser juzgado por crímenes de guerra, y su secretario de Defensa Lloyd Austin asegurando que el objetivo de EEUU era desangrar y debilitar a Rusia. ¿Cuáles son las posibilidades reales de desescalar el conflicto con semejante escenario?

 

Nadie lo puso mejor que Noam Chomksy, cuando comentando estos "pronunciamientos heroicos" comentó amargamente: "ellos creerán que están jugando el papel de Churchill, muy emocionados, pero la traducción de esas frases, en los hechos, será la destrucción de Ucrania".

 

Nobel.

 

Quién diría que algún día Chomsky coincidiría con la opinión de Henry Kissinger, ex canciller de Nixon, y -créase o no- Premio Nobel de la Paz en 1973. Con 98 años a cuestas, el gran arquitecto de la "real politik" diplomática sigue siendo escuchado, como por ejemplo, en el último foro de Davos, donde pidió a los gritos un inmediato retorno a la mesa de negociaciones, dando por hecho que Ucrania debería renunciar a los territorios ya ocupados por Rusia en el este y el corredor marítimo hacia Crimea.

 

Ya a comienzos de año Kissinger había denunciado la miopía de Washington, asegurando que la demonización de Putin no era otra cosa que un pretexto para reconocer la falta de políticas concretas para con Moscú, y la incapacidad de comprender los designios de un líder mundial insoslayable, cuyas protestas por las amenazas militares a su país son perfectamente claras y razonables.

 

Sin embargo, nada parece indicar que el gobierno de Biden -que se encamina a unas elecciones de medio término realmente complejas- vaya a querer mostrar ningún signo de debilidad en su frente interno, donde la oposición republicana está preparando los cubiertos para almorzarlo crudo.

 

En la guerra están todos de acuerdo, y de ahí que el Congreso acabe de aprobar una ayuda militar a Ucrania por 40 mil millones de dólares, una suma curiosamente parecida a la que el FMI le concedió al gobierno cambiemita argentino cuatro años atrás, para evitar su debacle electoral. Habrá que ver si con semejante suma de dinero Zelensky es capaz de provocar el mismo nivel de destrucción que el que consiguió Macri en Argentina.

 

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