Domingo 21 de abril 2024

Militancia feminista para cambiar el mundo

Redacción 04/01/2022 - 00.31.hs

Las instituciones del Estado deben agilizar los mecanismos para prevenir, sancionar y erradicar la violencia; y el compromiso ciudadano con la causa feminista es fundamental para comenzar a llegar a tiempo.

 

* Victoria Santesteban

 

Violencia. Con las cifras de la violencia de género de 2021, que dieron cuenta de la comisión de un femicidio cada 30 horas en Argentina, pensar y repensar las formas de hacer frente a esta violación letal de derechos humanos deviene urgente. Las primeras noticias de la violencia machista de este 2022 refuerzan esta urgencia por batallarla, por activar todo mecanismo de resistencia y combate a los abusos de antaño que hacen del mundo un lugar tantísimo más difícil para mujeres y toda la comunidad LGTBIQ+.

 

Es imposible pensar en términos de convivencia democrática en contextos todavía patriarcales, en los que el ejercicio de derechos deviene ilusorio. La agenda feminista de este comienzo de año por supuesto exige, inevitablemente, continuar ensayando acciones diversas para que el machismo deje de tenerla tan fácil. Esta agenda, que no se permite lamentar estática las estadísticas ni quedarse en teorías y ensayos de laboratorio, está en movimiento, es acción continúa, es salir a las calles, pisar el territorio, tocar puertas y ayudar a la vecina. Y también es, en la mesa, contratacar todo mensaje patriarcal que se cuela al almuerzo.

 

Es, además, desde el sillón, mirar un noticiero con lentes de género. Vociferar, por fin, un discurso feminista que deconstruya cada fibra engendrada en el patriarcado. 2022 es otro año de lucha ensimismada en cambiar el mundo, en volverlo más justo, en desmantelar las estructuras que no caen por sí solas. Hay que empujarlas, entre todos, entre todas.

 

En ese zarandeo cotidiano, por más chiquito que nos parezca el empujón que le damos al armatoste patriarcal, convencernos que es militancia lisa y llana que hace la diferencia. Prescindir de pretensiones grandilocuentes que nos frenen de antemano la acción militante para encontrar a diario oportunidades para aflojar las tuercas y desarmarlo todo.

 

Femicidios.

 

El año nuevo continúo como el viejo, confirmando los números de la violencia femicida. En San Juan, Yoselín Ailén Rodriguez, de 11 años, fue encontrada sin vida, con signos de abuso sexual en un descampado. Su primo, Juan Carlos Rodríguez, de 24 años, es el único detenido por el hecho. En la madrugada de ayer, en La Plata, Tamara Gómez Coronel, de 30 años, fue asesinada por su ex pareja, Nelson Iván Tévez, de 34. En 3 días de 2022, en Argentina existen dos nuevas víctimas de femicidio, lo que ratifica la estadística espeluznante de que cada 30 horas una mujer es asesinada por su condición de tal en el país.

 

En comparación con el año anterior, el Observatorio de Violencias de Género "Ahora que sí nos ven" detalló que enero de 2021 fue el mes con más víctimas registradas, con un total de 39 mujeres asesinadas. Pensar en enero de 2022 con los números que ya aparecieron a poco de estrenar el año resulta desesperante. ¿Cómo hacer para que cada mujer, niña y adolescente ejerza por fin ese derecho a una vida libre de violencia del que tanto hablan leyes y tratados? ¿Cuánto tiempo más para ensayar formas de prevención y erradicación de las violencias de género cuando apremian los números, cuando continúa siendo realidad cotidiana -que no termina de conmocionar a todos ni a todas- que casi a diario una mujer sea víctima de femicidio? A la vez que las instituciones del Estado deben agilizar diligentemente los mecanismos para prevenir, sancionar y erradicar la violencia, el compromiso ciudadano con la causa feminista deviene fundamental para comenzar a llegar a tiempo.

 

Si cada persona que habita este suelo argentino atestado de injusticias basadas en el género, hiciera de su cotidianeidad militancia por los derechos humanos, la prevención de las violencias sería un hecho, con personas protegiéndonos unas a otras en una red feminista de cuidados. Si junto a los cambios institucionales necesarios, se animen a la causa feminista quienes desde la orilla todavía no dan el chapuzón a las olas verdes, el 2022 podrá ser, ahí sí, un nuevo año, de estreno en materia de desarticulación de la violencia de género. Zambullirse al feminismo, para que esas muertes no nos sean indiferentes.

 

Militancia.

 

Desde la comodidad de un sillón con un televisor que anuncia un femicidio puede, o no haber un acto militante. Cambiar de canal para evitar ver la realidad espantosa que cuenta esa pantalla y que supera la ficción más sangrienta, ensimismarse con la víctima para exonerar al varón, repetir la violencia mediática del canal de turno sin la capacidad crítica de revisar la intencionalidad de ese discurso de odio y su nocividad.

 

O bien, muy bien, muy por el contrario, indignarse, empatizar y convencerse que el femicidio de la tele no es un hecho aislado, y que si se reproduce el mensaje patriarcal de ensañamiento con la mujer, si esas muertes nos son indiferentes, se continúa sustentando el andamiaje que hace posible la brutalidad misógina.

 

Cuando se corre ese velo que nos quita humanidad, que nos aísla queriendo convencernos que nos salvamos individualmente, cuando con las lentes de género vemos la opresión, es que el enojo por la injusticia toma cuerpo y alma, y ya nada vuelve a ser igual. El enojo funciona como motor para movilizar la acción consecuente, convencida, de no querer seguir siendo cómplices del sistema que oprime, cosifica y explota a niñas, adolescentes, mujeres y toda la comunidad LGTBIQ+.

 

Sentir el dolor ajeno y que ese dolor no nos sea indiferente, pensar en la posibilidad -tan posible- que esas violencias nos toquen todavía más de cerca, son pasos necesarios para desmantelar los slogans patriarcales responsables de cada femicidio, y adherir, por fin, a la causa feminista.

 

Futuro.

 

Con las letras de León que van guiando estas otras tanto menos poéticas, la muerte no puede encontrarnos vacíos, vacías, solos, solas. Sin haber hecho lo suficiente. Sin haber si quiera hecho el intento de cambiar, un poquito, el mundo. Cuando quienes no están - todavía - empapados por las olas feministas, quienes las esquivan y evitan si quiera llegar a la orilla por temor, prejuicios y excusas, tal vez no sepan que el feminismo es movimiento para la libertad, y que esa libertad es la que habilita una militancia diversificada, desde la comodidad del sillón con acciones concretas, hasta el fervor de la calle, desde los pelos verdes y el glitter, hasta los trajecitos académicos en salas pomposas. ¿Cómo no abrazar una causa así, que permite toda militancia en tanto genuina y sentida, que aboga por la autodeterminación y el empoderamiento, por la diversidad y el amor y tiene a la libertad como bandera?

 

Como no unirse a esta revolución que salva y arrulla, desprejuiciada, y sueña con un futuro de igualdad. Militar para que ese futuro no nos sea indiferente. Para que sea, feminista.

 

* Abogada, Magíster en Derechos Humanos y Libertades Civiles

 

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