Martes 23 de abril 2024

Reestructuración y transparencia

Redacción 01/09/2022 - 08.38.hs

El fracaso de Gorbachov no hay que buscarlo tanto en la ingenuidad de sus ideales, como en su desatención de la situación económica de su pueblo.

 

JOSE ALBARRACIN

 

"Nosotros antes éramos muy dogmáticos. Pero ahora los rusos nos enseñaron que tenemos que ser más críticos". Por improbable que parezca, la frase fue pronunciada por un viejo dirigente del Partido Comunista Argentino en 1988, y este cronista es testigo de primera mano. Que una persona sumamente inteligente y culta no advirtiera la contradicción de su afirmación (ser crítico por obediencia a Moscú era seguir siendo dogmático) habla a las claras de uno de los mayores defectos de la cultura política soviética, que sólo aceptaba el debate nominalmente, mientras campeaban el verticalismo y la obsecuencia.

 

Perez Troika.

 

Por aquellos años el PC argentino ya no recomendaba tanto a sus simpatizantes la lectura de "El Capital" de Karl Marx (tarea ciclópea si las hay), sino la de un librito bastante más llevadero y breve llamado "Perestroika", escrito por el entonces secretario general del PC soviético, Mijail Gorbachov, quien acaba de morir a los 91 años.

 

Se deba o no a esta promoción, lo cierto es que ese libro se transformó en un best seller fenomenal, y un tema de conversación apasionada en todo Occidente. Pero, como suele suceder con los best sellers, hoy poca gente lo recuerda, muchos no lo conservan, y muchos más ni siquiera lo leyeron pese a comprarlo. (¿Quién recuerda hoy "Los dueños de la Argentina", aquel libro con el que Luis Majul decía desnudar a los popes del empresariado argentino, los mismos a los que hoy sirve como su más fiel caniche?)

 

Como quiera, el libro de Gorbachov se centraba en explicar su plan de reformas para la mayor potencia comunista del mundo, la que encabezaba la llamada "guerra fría" contra los Estados Unidos. Por una parte, la "Perestroika" o reestructuración, propugnaba dinamizar a la economía soviética, que venía de un estancamiento progresivo en las dos últimas décadas. Por otro lado, la "Glasnost" o transparencia, que promovía una apertura política, una revitalización de la libre expresión, y en general, un mayor control popular sobre los administradores de la cosa pública.

 

Dispar.

 

El legado de Gorbachov es enorme, pero dispar. Pocos dirigentes habrán tenido mayor trascendencia histórica que él en el siglo XX. Pero mientras en Occidente su figura era y es la de un dirigente democrático y compasivo (hasta le dieron el Premio Nobel de la Paz en 1990), sus compatriotas tienen una larga lista de reproches para hacerle. En su momento se decía que el viejo Mijail podría ganar una elección en cualquier país del mundo, menos en Rusia.

 

Entre sus aciertos se cuentan el retiro de tropas de Afganistán (una guerra condenada al fracaso desde el vamos); el tratado de no proliferación nuclear firmado con el presidente norteamericano Ronald Reagan, que puso fin a la amenaza permanente de una hecatombe nuclear; la liberación de disidentes políticos (como Andrei Sajarov) y la purga de burócratas corruptos. También lo fue levantar la censura sobre muchos libros, y percibir que el ateísmo que se impulsaba desde Moscú no era sino otra forma de religión oficial, dando pasos hacia la libertad de cultos.

 

En el debe está, desde luego, la desintegración de la URSS en 1991, fenómeno que el actual presidente ruso, Vladimir Putin, define como "la mayor catástrofe geopolítica del siglo XX". Sin recaer en la historia contrafáctica, debe decirse que ningún fenómeno histórico es inevitable, y ahí está como prueba la también comunista China, donde se encararon reformas económicas formidables sin perder la estabilidad ni la unidad territorial.

 

Pacífico.

 

Pero incluso aquel proceso desgarrador terminó siendo incruento, en buena medida, por el liderazgo de Gorbachov. A diferencia de Yugoslavia -que al disolverse como estado se atomizó en casi una decena de países, regados con la sangre de miles de muertos, en medio de una feroz guerra étnica- la caída de la URSS se produjo sin disparar un sólo tiro.

 

Este fenómeno es destacado por el historiador inglés Eric Hobsbawm en su formidable "Historia del Siglo XX", donde se dedica un capítulo completo a la Unión Soviética, de indispensable lectura. Allí se sostiene que este proceso increíblemente pacífico sirve para desmontar aquel mito del "Imperio del Mal" que lanzara Reagan, seguramente inspirado en "La guerra de las galaxias" (los libros no eran lo suyo).

 

Tampoco es un hecho menor que Rusia haya conservado prácticamente todo su territorio, y siga siendo el país más extenso del mundo.

 

El fracaso de Gorbachov no hay que buscarlo tanto en la ingenuidad de sus ideales, como en su desatención de la situación económica de su pueblo. Si hubiera revisado sus lecturas marxistas, hubiera percibido la centralidad que tiene la economía. Que por lindas que sean las promesas de libertad, cuando silban las tripas no hay otra cosa que descontento. Y las góndolas en los mercados rusos estaban vacías de todos los productos esenciales, excepto, claro está, de vodka.

 

Sin ser marxista, la misma idea la sintetizó el entonces candidato a la presidencia de EEUU, Bill Clinton, en un debate electoral contra el republicano George Bush 1°. Una frase que le hubiera venido bien a Gorbachov, o entre nosotros, a su contemporáneo Raúl Alfonsín: "Es la economía, estúpido".

 

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