Lunes 06 de mayo 2024

Sueños de campeón

Redacción 02/07/2014 - 03.52.hs
A los 13 o 14 años el boxeo puede resultar una elección poco usual, pero también un posible camino a otra vida. En la Escuela de Juan Carlos Cevallos, chicos y chicas se ilusionan a puro puño cerrado.
El cuadrilátero es pequeño. Dos sogas actúan como límite y en ese espacio no hay escapatoria, hay que impactar y esquivar. Moverse, mantener los brazos en guardia, las piernas en acción y la respiración continua. Federico y Franco no se dan tregua, intercambian golpes y cuando llega el final se saludan como si nada. Alrededor, algunos castigan la bolsa que cuelga del techo, otros suman abdominales o hacen sombra con sus propios movimientos.
El boxeo tiene una atracción especial. Muchos lo rechazan, pero tantos otros lo enaltecen como una disciplina noble. Y en su historia, desbordada de relatos de gloria pero también de tragedia, de campeones sin corona y de soñadores que encontraron en sus puños una posibilidad que la vida no les dio.
"Yo jugaba al fútbol, estaba todo el día con la pelota, hasta que un día me acerqué al gimnasio. Tenía 13 años y me enganché con el boxeo. A los 14 dejé la escuela, empecé a trabajar de albañil y otras cosas y al mismo tiempo fui entrenando cada vez más y empecé a pelear. Hoy puedo decir que vivo gracias a este deporte porque es mi sustento", afirmó Sergio Gil, que a los 23 años es el referente y "ejemplo a seguir" en la Escuela de Boxeo de Juan Carlos Cevallos.
La escuela, que Cevallos maneja junto a su pareja Beatriz Caliba en el barrio Corazón de Jesús, en Zona Norte, tiene más de 30 niños, adolescentes y jóvenes que concurren al pequeño galpón donde encuentran no solo entrenamiento y técnica sino contención, cariño y, muchas veces, un plato de comida o un par de zapatillas.
"Nosotros buscamos que sean buenos deportistas, pero antes queremos que sean buenas personas. Que representen de la mejor manera al barrio. Y las horas que están acá adentro no están en la calle. Es una tarea que tiene sus complicaciones pero que nosotros hacemos a puro pulmón porque en 11 años de la Escuela recibimos todo el apoyo de la gente. A veces un chico no viene a entrenar porque no tiene calzado, por eso buscamos ayuda todo el tiempo porque no queremos que les falte nada", describió Caliba, que es promotora nacional de boxeo.
El frío de afuera se combate con el calor interno. El espacio en el humilde gimnasio no sobra pero allí hay padres, hermanos, amigos que comparten un mate y alientan a los suyos. Algunos se desvelan por ese mundo de glamour, millones y fama que se insinúa cuando un boxeador comienza a acumular éxitos. Ser el próximo "Maravilla" Martínez o "Chino" Maidana que encante a las multitudes y abra las puertas a las oportunidades.
"Cuando estás por hacer tu primera pelea es una mezcla de un montón de cosas. Los días previos no podés dormir, y cuando estás ahí ya pasó. Esperaste tanto y en un abrir y cerrar de ojos ya pasó. Antes de subir al ring te pasa de todo, ganas de subir enseguida, ganas de no subir, pero cuando empieza tenés que boxear, y solo te concentrás en eso", contó Franco Ramírez, que a los 14 años ya inició su carrera como amateur y se prepara, junto a Federico Navarro (15), para la clasificación a los Juegos Evita.
Brian (11), Luciano (13) y Talía Cofré (13) son hermanos y los tres pasan horas en la Escuela. Belén Navarro (13) también se sintió atraída por un deporte que históricamente fue monopolio de los hombres pero que en los últimos años se extendió al gusto femenino, tanto que la última gran figura del box pampeano es Mónica "la Gata" Acosta.
"Yo empecé a laburar de chico, dejé la escuela y me acostumbré a trabajar. Siempre me gustó el box y ahora que estoy sin trabajo vengo a descargar y a hacer algo que me gusta, y está bueno ver que muchos chicos, en lugar de estar en una esquina perdiendo el tiempo o haciendo otras cosas, vengan acá y tengan su lugar", apuntó Jonathan Olguín (22).
En la Argentina un boxeador puede iniciar su carrera profesional a los 20 años. Hasta esa edad es amateur y pelea con cabezales de protección y guantes de 10 onzas. Alan Vila tiene 21 años y acumula 5 peleas en el campo profesional. Como cualquier otro, sabe que el sacrificio es innegociable para seguir en el camino.
"A veces te dan ganas de no venir, es cansador, pero si querés llegar a algo no queda otra. Entre todos nos alentamos aunque cada uno venga por distintos motivos", dijo Alan.
"Lo más duro es el reloj. Levantarse a la mañana para salir a correr, pero hoy tenés que ser atleta. Si no estás bien preparado no hay chances. Mucha gente cree que solo es tener coraje y tirar piñas, pero nada que ver", agregó Sergio, actual campeón de los superligeros de la Federa-ción Latinoamericana de Box (FIB) y que cuando está cerca de una pelea entrena en triple turno.
"Yo sé que los chicos me ven como un ejemplo, y trato de transmitir eso. El boxeo es mi pasión y sueño con lograr lo máximo, pero también quiero terminar la escuela, es algo pendiente", admitió Gil.
Termina un round y Federico busca aire. Hizo guantes primero con Alan y después con Franco. Se saca el protector bucal y la botella de agua es su aliada más necesario. Está agotado pero entero. A su alrededor cada uno sigue con lo suyo, soñando que un día, desde el gimnasio de Zona Norte, salga el nuevo campeón.

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