Viernes 19 de abril 2024

Un Rayo en el parque

Redacción 02/08/2017 - 16.30.hs

Desde hace seis años un caballo de chapa es el fiel compañero de la multitud de chicos y chicas que va al parque Oliver. La escultura es obra de Natalia Dittler, una artista que invita a romper estructuras y "a jugar".
Es uno más en los domingos cuando cientos de adolescentes se amontonan para las batallas de rap. Escucha los recitales o eventos musicales, observa a los bikers y skaters hacer sus saltos y a los que se dan sus primeros palos en el cemento. Se sonroja y espía en silencio a las parejitas que se roban los primeros besos y comparte los picnics, los juegos, los mimos, los enojos y las risas de miles de grupos de amigos y amigas. De padres y de madres con sus hijos. Rayo siempre está, no importa el clima, si es de día o de noche o si quieren subirse a su lomo metálico para esa foto que va a lucir en Instagram o Facebook. Es uno más.
"Estaba charlando con un amigo y tiró la frase'más desubicado que caballo arriba del techo'. Eso me quedó y un día fui al taller de Mario Eyheramonho y le dije que quería hacer un caballo. Me miró y me dijo:'Dale, tengo un montón de caños de escape y los podemos usar". Yo trabajo mucho con reciclado así que ahí nació el caballo Rayo, le quedó ese nombre porque iba a ir arriba del techo, pero después me dio miedo por el metal y los rayos así que quedó en el piso", cuenta Natalia Dittler, escultora y ceramista y autora de esa figura que desde 2011 se levanta sobre un costado del anfiteatro del parque Oliver, un lugar emblemático de la ciudad y cuyo historial está atravesado por generaciones de chicos y chicas.
Natalia es una de las artistas más reconocidas de la provincia. Un "espíritu inquieto" que la impulsa a incursionar en distintas ramas del arte, a combinarlas, trabajarlas y compartirlas. Obras que buscan salir a la calle "para que la gente se sienta parte y las tome como propias".
"En el caso del caballo, anduvo dando vueltas en distintos lugares hasta que surgió la chance de ubicarlo en un lugar público, y quedó en el Oliver. Estoy feliz de que esté ahí porque está bueno que circule tanta gente y niños, que sea parte de todos. Hace mucho que está y lo que me gusta de esta obra es que pasás por el parque y hay gente mirándolo, subiéndose, chicos sacándose fotos. Me pasó de entrar a esos sitios de compra y venta de cosas en Facebook y hay gente que tiene en su foto de perfil a sus hijos subidos al caballo, por eso que esté en el parque es hermoso".

 


A Natalia le gustaba dibujar, pero no tenía una veta artística definida. Después de terminar el secundario en el colegio Provincia empezó a estudiar Geología. Dos años después se dio cuenta de que no era el camino que la iba a satisfacer y se anotó en el Crear, casi una cita a ciegas que desembocó en un amor eterno.
"A los 23 conocí la cerámica, la escultura,se abrió todo un mundo nuevo para mí, fue un momento de conocer obras, museos. Conocí el arte. Una profesora, Mirta Funaro, me invitó al Centro Municipal de Cultura a estudiar la tecnicatura en Cerámica y ahí conocí a Mario Eyheramonho así que con él aprendí a ensamblar, a soldar, a cortar con amoladora. Con su libertad y su generosidad me enseñó mucho a trabajar con el metal. Aprendí que por ahí no hace falta tener el material, es poner un poco de tiempo y ganas y hacer todo reciclado, como fue con el caballo".
Natalia, que entre otras distinciones obtuvo en 2014 el premio del público en el encuentro nacional de ceramistas "Barro Calchaquí" en Salta, incursiona también en la música, en las imágenes, en vertientes artísticas que combina en un trabajo en conjunto, como sucedió hace unos días en la presentación del nuevo libro de Edgar Morisoli.
"Me gusta capacitarme, aprender, viajo mucho para dar talleres y seminarios, y tuve la suerte de ganar muchos premios y gracias a eso conocer gente muy valiosa. Como me dijo una profesora, tengo 'un espíritu inquieto'. Hago videos y me metí a hacer música. Lo mejor para mí es fusionar todo eso y compartirlo con otros artistas, de la danza, de la música, integrar todos esos lenguajes porque es hermoso trabajar en equipo, aprender de los demás".
Y ese trabajo en conjunto es el que hace en estos días con dos Eyheramonho, Mario y Leandro, con quienes levanta esculturas que, como la de Rayo, irán a espacios públicos de Santa Rosa. Solo que en lugar de un caballo habrá perros, casi un símbolo de la Santa Rosa de hoy.
"Son tres perros, hay uno que está en el CMC y los otros van a ir a una rotonda. Son perros de la calle. Esta es una ciudad que los cuida mucho, se les da de comer, se les hacen casitas en la calle, si se pierde uno todo el mundo está alerta. Inspiran un amor y un cuidado que nos llevó a representar a esos perros que la ciudad tanto cuida. Por suerte entre los tres nos entendemos muy bien, y me dejan trabajar con libertad. No somos muchas las escultoras mujeres así que está bueno poder tener ese lugar", destacó la 'pequeña' Natalia con una energía que la hace aparecer gigante.
"Está buenísimo llevar el arte a la calle, creo que ése es el lugar donde debe estar, es donde los adolescentes transitan más y por ahí hay que invitarlos a participar, no solo a mirar. A veces una persona aparece y te cambia el camino, está bueno innovar, dejar lugar a la sorpresa".

 

El juego del arte
Natalia explora a diario su veta artística con otro perfil, junto a otras personas y en otros ámbitos."Por las mañanas estoy en el centro educativo terapéutico Solar, con chicos con discapacidad, ahí trabajo todo lo que es arte y cerámica. Ellos no tienen un límite, no es que les da vergüenza cuando pintan o dibujan, para ellos todo está bien, sienten otra libertad. A veces desde mi estructura les planteo una actividad y ellos me demuestran que el arte no tiene estructura sino que hay que seguir lo que uno siente y jugar, es como un juego. Cuando estoy con el barro o soldando estoy jugando, cuando la rutina te corta esa posibilidad está bueno volver a acordarte de ese juego, no tener miedo de mezclar los colores, o si combina o no, entonces es jugar, explorar con ellos, liberar las estructuras internas, al menos en el arte", dijo Natalia, que por las tardes lleva adelante talleres de creatividad en la clínica de psicopatología Imago.

 

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