Sabado 23 de marzo 2024

Ana Mariani, autora de "La Cuca"

Redacción 03/04/2019 - 13.22.hs

“La Cuca” está basado en seis encuentros que Ana Mariani tuvo con Graciela Antón, la única mujer sentenciada a cadena perpetua por más de 80 delitos de lesa humanidad cometidos durante la dictadura militar.
Ana Paula Cuñado

 



Entre los delitos por los que fue acusada, se encuentran homicidios, privación ilegítima de la libertad, torturas, tormentos, desapariciones forzadas y abusos deshonestos. Tan sólo con 20 años, Antón comenzó a participar en la última dictadura cívico militar cumpliendo funciones en el Departamento de Informaciones de la Policía de Córdoba, conocido como el D2.

 



Durante el Juicio “Megacausa La Perla” siempre se destacó por ser la única mujer, por su imagen impecable y por la actitud que adoptaba frente a las víctimas y testigos, ya que reía irónicamente y gesticulaba frente a la cámara mientras ellos hacían sus declaraciones. En el libro La cuca (2016, editorial Aguilar, 192 páginas) se exponen los diálogos que la periodista Ana Mariani mantuvo con ella y los testimonios de las víctimas. La autora nos cuenta en este reportaje sus vivencias personales, sus impresiones y emociones en el proceso de creación de esta obra editorial que, como ella misma la califica, fue “la más difícil” de su vida.

 



Nacida en Santa Rosa, La Pampa, Ana Mariani es periodista, escritora y editora. Sus trabajos han estado siempre relacionados a los derechos humanos. Además del libro “La Cuca”, escribió “La vida por delante”, donde narra la persecución de un grupo de alumnos que asistían al Colegio Manuel Belgrano en el contexto de la dictadura militar, y es coautora de “La Perla. Historia y testimonios de un campo de concentración” libro en el cual se recopilan las declaraciones orales y escritas relacionadas al terrorismo de estado en Argentina, y de la publicación multimedia "El horror está enterrado en San Vicente", basada en sus investigaciones sobre las exhumaciones de desaparecidos en ese cementerio.

 



Trabajó para las editoriales Seix Barral y Gustavo Gili -en Barcelona- y en los diarios Córdoba, Tiempo de Córdoba y La Voz del Interior. Ganó, entre otros, el primer premio de Adepa (Asociación de Diarios de la República Argentina), en la categoría Bien Público (2002), por sus notas sobre el derecho a la identidad y las irregularidades en la entrega de niños en adopción.

 



¿Ana, cómo fue el proceso anterior a escribir el libro?, ¿Por qué decidiste entrevistar a una mujer que intervino directamente en las torturas y otros delitos contra los derechos humanos en el contexto de la dictadura militar?

 



A.M.: -Bueno, en realidad yo asistí a todos los juicios por delitos de lesa humanidad que se hicieron en Córdoba desde el del 2008 -que fue el de Luciano Benjamín Menéndez- y muchos otros más. En realidad, cuando entré al juicio de la Megacausa la Perla y la vi por primera vez sentada en el banco de los acusados, la única mujer, eso me impactó. Con el transcurso de las audiencias empecé a observar cómo se manifestaba ella, empecé a leer bibliografía, a ver si había otras mujeres en esta
situación, ella ya venía de una condena de siete años y bueno, lo que yo quería saber es si había otras mujeres en la misma situación. Por supuesto que encontré lo de las guardianas nazis y en Chile lo de la mujer de los perros -que lo cuento en el libro- y fue muy impactante. Pero después, no encontré ninguna otra mujer en Argentina que se haya destacado en relación a la violación de los derechos humanos como la Cuca Antón.
Claro, las condenas a las otras mujeres que participaron en la dictadura fueron menores…

 



A.M.: -Sí, fueron mucho menores. Y casi todas por apropiación de niños. Pero un personaje como éste, no encontré. En realidad, al principio no estaba de acuerdo con entrevistarla, tuve muchas contradicciones; primero pensaba que sí y después que no, porque no estaba de acuerdo en darle voz a los represores y genocidas. Lo conversé con un periodista amigo y finalmente, después de muchas charlas con él, llegamos a la conclusión de que era positivo hablar con ella para escribir este
libro.

 



¿Cómo se produce el acercamiento con Graciela Antón para hacerle las entrevistas? ¿A ella le agradó la idea desde un principio?

 



A.M.: -Y… al principio yo tenía mucho temor de que ella rechazara la propuesta, así que esperé hasta último momento, hasta el día de la última palabra de ellos (los imputados). Hablé con el abogado de la Cuca para contarle que quería entrevistarla, y primero ella dijo que no, pero después dijo que sí. La cuestión es que me sorprendí muchísimo con la amabilidad de ella, fue muy amable conmigo y esa primera vez que nos vimos, el día de la última palabra, me dijo que nos íbamos a volver a ver en la cárcel de Bower y ahí comenzó todo.

 



¿Cuál fue la primera impresión que tuviste de ella apenas la viste?

 



A.M.: -La sorpresa mía fue que ella siempre me atendió muy bien. Yo iba con la idea de que era muy probable que ella se hubiese informado de quién era yo antes de la entrevista, pero no, siempre fue muy amable hasta la última entrevista -que ahí yo la noté rara-. Hubo un cambio total. Yo siempre iba a cada entrevista con la idea de que ésa iba a ser la última. Es decir, yo pensaba: en algún momento, si es que todavía no sabe quién soy, me va a buscar. Y evidentemente cuando la vi seria y cuando vi cómo alejaba la silla y ese cambio de actitud tan grande, ahí yo pensé que ésa sería la última entrevista. Y es ahí donde ella me dice: “sé quién sos, mis hijos te buscaron y por lo tanto estamos en veredas diferentes. Vos usás el clavel rojo y yo uso la escarapela argentina. De todas formas -ella me dijo- somos personas civilizadas por lo cual podemos seguir viéndonos”. Sin embargo, la última vez que fui a verla me mandó a decir con una guardia que habíamos quedado en otra cosa, y no me
recibió.

 



¿Cómo te sentiste esa última vez que fuiste y no quiso recibirte?

 



A.M: -Después de la última vez que fui y no me recibió, cuando salí sentí un alivio muy grande. Sentí que lo que yo quería, ya estaba. Y me sentí tranquila por primera vez. Porque cada vez que iba a entrevistarla era muy pesado todo lo que conllevaba. Fue el libro más difícil de mi vida. Fue el libro más difícil para encontrarle el tono, para tratar de no juzgarla, porque yo en ningún momento la juzgo a ella. Yo dejo que ella hable, le hago las preguntas y son los que sufrieron sus torturas y violaciones
los que hablan de ella, por lo cual yo siempre me mantuve al margen y fue la justicia la que la juzgó.

 



¿Vos habías entrevistado a las víctimas antes de entrevistarla a ella?

 



A.M.: -Digamos que como yo venía de haber escrito antes “La Perla” tenía muchos testimonios y mucha llegada a todos los que de alguna manera habían sufrido y se habían salvado de la tortura. Entonces fueron contemporáneas algunas entrevistas a las víctimas, algunas las hice antes y otras las hice después. Además yo al haber asistido al juicio escuché a muchas de esas víctimas antes de verla a ella, por lo cual iba con toda la información de lo que le había sucedido a cada uno de ellos…
y los testimonios eran realmente desgarradores.

 



Ella siempre negó todo aquello de lo que se la acusó. A pesar de eso, vos que la viste en persona y conversaste con ella, ¿nunca observaste un mínimo signo de arrepentimiento o remordimiento?

 



A.M.: -Nunca, jamás, ella mostró un signo de haber hecho absolutamente nada. Al contrario, se mostraba como una abuela amorosa, como una madre amorosa, con una familia excelente. Como que evidentemente todo era una fantasía y un invento que ella no sabía por qué habían ido contra ella. Pero ella por un lado decía que no había participado en nada, pero a la vez decía que era la que estaba en la parte de investigaciones, recibía todas las documentaciones de todos los que ellos llamaban subversivos. Entonces es imposible que -si de acuerdo a lo que ella decía, trabajaba en la época de la dictadura- no fuera por lo menos una colaboradora.

 



Creo que como sociedad no estamos acostumbrados a que se hable de una mujer torturadora… En este sentido ¿crees que en algún punto los delitos de los cuales se la acusa y el no arrepentimiento de ella, adquieren un peso más fuerte por el hecho de que sea una mujer?

 



A.M.: -Lo que pasa es que las mujeres culturalmente traemos una imagen de la mujer como un ser que jamás podría llegar a cometer determinadas cosas y sin embargo yo creo que para la perversión no hay género, la violencia también la puede ejercer una mujer. Por supuesto que los casos son mucho menores y eso lo comprobé en toda la investigación que hice. Más allá de que yo soy feminista y estoy absolutamente de acuerdo con todos nuestros derechos y demás, eso no me impidió reconocer que para la perversión no hay género.

 



¿Sentís que escribir este libro produjo un cambio en algún aspecto de tu vida?

 



A.M.: -Sí. Después de que terminé el libro. Porque uno cuando está en eso, estás con toda la adrenalina puesta en el proyecto. Pero cuando parás te das cuenta que siempre te van a quedar marcas. Yo no me olvido del olor de la cárcel, de lo que vi ahí. Vuelve en sueños. Sobre todo, más que con ella, con lo que vi en la cárcel, el contexto. Entrar en una cárcel es todo un tema, es muy fuerte lo que ves, incluso cómo se trata al que está preso. Todas esas imágenes me cambiaron mucho y me dejaron marcas que vuelven a mis pensamientos y mis sueños. Y por otra parte en esa época, parece que uno está tan metido en lo que está haciendo que por ahí deja de lado algunas cosas que son importantes en la vida, como los afectos y demás, que después de que terminás un trabajo así, sobre todo éste que fue el más difícil de mi vida, tenés que volver a eso, volver a tener paz y tratar de buscar en esos afectos… esa paz.

 



Después de la última vez que la entrevistaste ¿te quedaste con ganas de volver a verla?

 



A.M.: -No, lo que me hubiera gustado es ir y entregarle el libro. Para que ella viera que lo que yo le había dicho el primer dia, que era que iba a escribir un libro con todo lo que ella me dijera, era verdad. Pero obviamente, también tuve mis temores al rechazo de ella o a lo que ella me pudiera decir. De cualquier manera sé que el libro le debe haber llegado.

 



Con el libro terminado, ¿sentís que te quedó alguna pregunta por hacerle, que se te ocurrió después de escribir el libro?

 



A.M: -No. Yo sentí que le había preguntado lo que quería preguntarle. Sobre todo en la última entrevista, en la que noté el cambio de actitud de ella y me di cuenta que era la última entrevista. Ahí le pregunté todo lo que quería saber y me faltaba preguntarle.Y creo que ella no me iba a decir nada más de lo que me dijo, por más que yo le hiciera la pregunta más insólita, ella no me iba a contestar nada más. Yo ya había conseguido lo que quería. Que ella me dijera que era responsable de todo lo que se la acusaba… no lo iba a conseguir nunca. Lo que yo más quería era llegar a entender cómo se había llegado a constituir esa mente, cómo se estructuraba. Pero bueno, las conclusiones las saca el lector o algún psicólogo.

 


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