Miércoles 24 de abril 2024

Contagio, el rescate

Redacción Avances 20/09/2020 - 14.16.hs

Lucía ensaya en estas líneas formas de contagio a partir de un tesoro chino, el oso panda. En Sichuan, China, la autora tuvo un amigo cuyo trabajo era cuidar a estos maravillosos animales.

 

Lucía Argenchina *

 

Fernando Pessoa dice “Sentir es estar distraído”.

 

Una vez leí que si un extraterrestre se asomara al mundo y viera a alguien cortando el pasto le pareceríamos idiotas. También que los hurones son la tercera mascota en Estados Unidos después de perros y gatos, y que la Nasa los usa para llevar cables hasta lugares recónditos.

 

Hebe Uhart tenía la teoría de que los animales están en el mundo para ser nuestro ejemplo, de lo que uno quiera buscar ejemplos, hay.

 

En Sichuan, China, tuve un amigo que tenía lo que juzgo como el mejor trabajo del mundo, cuidaba osos panda. Sus anécdotas eran más cercanas a los Tres Chiflados o el Chavo que a las de un trabajador.

 

Fundamentalmente trabaja de abrazarlos y darles de comer, y aunque alguna vez las garras lo lastiman y los olores son fuertes; oírlos gemir y estar a diario con ellos le resulta encantador. Ponerlos a dormir, cuando son varios, es un despelote, y el esfuerzo físico de llevarlos a trepar árboles resulta agotador. Pero responden a todo con un abrazo.

 

En chino, panda se dice oso gato 熊猫 (xiongmao), porque parecen osos pero tienen pupilas verticales como los gatos. Los parches ojerosos son su marca personal, se distinguen unos de otros por eso y emiten sonidos enteramente curvos. Casi toda su vida morfan, juegan y duermen. Tener un panda en un zoológico es carísimo, porque son tesoros y requieren muchos cuidados, pero porque cualquier cosa que casi toda su vida morfe, juegue y duerma es carísima.

 

Mi amigo Li andaba por la vida como si fuera mitad hombre, mitad panda, contagiado. Los humanos, animales de hábitos, la mitad de lo que somos es por contagio, aunque le digan afinidades electivas o supervivencia. Jaime Sabines, poeta mexicano, decía que a cierta edad la juventud venía sólo por contagio.

 

Ahora que la palabra contagiar es roja y le tememos, me gusta rescatarla por lo lindo. Contagiar ternura, dicha, pasión por los libros o las cosas analógicas (sin tanta pantallita), contagiar valentía y viajes de la mente… Contagiar ejemplos de animales, amor, paciencia, reciprocidad, empatía. Porque, parafraseando a Juarroz, cuando se ha puesto el pie del otro lado, el otro lado es el mayor contagio.

 

* Traductora

 

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