Martes 23 de abril 2024

Cotita, un pueblo efímero

Redaccion 03/10/2020 - 21.18.hs

En este artículo recorremos la historia de Cotita, un pequeño asentamiento urbano que se situó al sureste de nuestra provincia a comienzos del siglo XX, como consecuencia del paso del ferrocarril.
Claudia Guillermina Doba – José Horacio Pagella *
Cotita fue un pequeño asentamiento urbano, situado en la región sureste de la provincia de La Pampa, que se estableció alrededor de una estación ferroviaria. Esta última tenía su eje ubicado en el km 214 del trayecto entre Bahía Blanca y Toay, perteneciente al ramal Bahía Blanca al Noroeste, primera línea de ferrocarril que se introdujera en el territorio de La Pampa. Se inició como un desvío ferroviario para la carga de granos de cereales, al que por la magnitud de sus instalaciones, desde el Ministerio de Obras Públicas de la Nación se le otorgó la categoría de estación el 29 de julio de 1919, con el nombre oficial de Cotita. Dicha estación recibirá su habilitación al servicio público el 29 de abril de 1920. El topónimo Cotita deriva del apodo que recibiera Mariana Juana Cambaceres (1867-1949), hija del primer dueño de la estancia Hucal. Un enorme campo de la citada estancia, en vecindad inmediata hacia el oeste del asentamiento urbano, poseía la denominación de «La Cotita». En la actualidad, el sitio que supo ocupar el pequeño pueblo está abarcado, administrativamente, por el ejido comunal de la Comisión de Fomento de Perú.

 

El contexto.
Las tierras de planicie relicto que fueron asiento de Cotita, como localidad, pertenecían en su origen a la histórica estancia Hucal. En su viaje de 1916 por el Territorio Nacional de La Pampa, el periodista y escritor bonaerense Wenceslao Jaime Molins (1882-1965) había observado que dicha estancia era un latifundio que se constituía en un escollo para el avance de la colonización agrícola. Sobre esas tierras de vasta planicie se habían practicado los primeros cultivos con destino a la cosecha de granos de cereales y forraje, bajo la administración general de la estancia Hucal. Hacia finales de la década de 1910, al establecerse un desvío del ferrocarril en la zona de Cotita, con el objetivo de embarcar granos de trigo cosechados localmente, se iniciará un proceso de subdivisión de tierras en chacras para arrendamiento. Estas últimas darían lugar a la conformación de una colonia agrícola. Además de la logística del transporte ferroviario, la región tenía el potencial de contar, por ese entonces, con el servicio de asesoramiento técnico de la Asociación de Fomento Agrícola-Ganadero, con base en la localidad de Villa Alba (actualmente General San Martín), y la provisión de semillas de variedades seleccionadas de trigo por la Estación Experimental Nacional de Guatraché.

 

Colonos en las tierras.
Comenzado 1920, se producirá el arribo de colonos para dedicarse al trabajo rural en tierras aledañas a la localidad de Cotita. Ellos fueron inmigrantes del Viejo Mundo, en su mayoría alemanes del Volga, que habían llegado al lugar por medio del ferrocarril para instalarse, junto con sus familias, en el conglomerado de chacras conocido como «Colonia Cotita». Estos colonos trabajarían las tierras en calidad de arrendatarios, basándose ello en la firma de un contrato que regía la modalidad de uso de la chacra, así como la forma de abonar a los propietarios de la estancia Hucal el alquiler correspondiente. Tal pago se materializaba mediante bolsas con grano de trigo, que el colono dejaba puestas para el embarque en la estación Cotita. El contrato de arrendamiento obligaba, al colono, a sembrar dos tercios de la superficie de la chacra alquilada con trigo, dejando el resto para otros cultivos como maíz, lino o algún verdeo para pastoreo. Las chacras otorgadas en arrendamiento, en la Colonia Cotita, tenían una superficie que oscilaba entre 150 y 200 ha. Dentro de ellas tuvieron que levantar sus viviendas, cuya estructura básica incluía paredes de adobe y techo de chapa. Para la tracción de herramientas en las labores agrícolas, debieron proveerse de caballos mansos, los que no siempre eran fáciles de conseguir. Algunas restricciones de las chacras que recibían en alquiler, podían involucrar la invasión de vizcachas como plagas que deterioraban los suelos con sus cuevas, y la cobertura masiva de vegetación arbustiva de fachinal.

 

Resiliencia de los colonos.
Superada la etapa de instalación y preparación para la puesta en producción de las tierras, los colonos tuvieron que hacer frente a distintas contingencias meteorológicas y económicas que fueron surgiendo en el transcurso de los años. Por ejemplo, fueron muy dañinas las sequías que ocurrieron en la región entre los años 1927 y 1929, así como las del último lustro de la década de 1930. Éstas, acompañadas de vientos frecuentes e intensos, llevaban a que los suelos de sus chacras se erosionaran fácilmente. Este problema también tenía consecuencias sobre el tránsito ferroviario de la zona, ya que en ciertos sectores cercanos a Cotita, los trenes debían detenerse para la limpieza de las vías, que habían quedado obstaculizadas por acumulaciones de arena proveniente de los campos erosionados. Por otro lado, las lluvias inoportunas en época de cosecha y emparve del cereal, podían conducir a pérdidas cuantiosas para la producción granífera. Los infortunios derivados del clima de la región, en combinación con la coyuntura de precios elevados de la tierra y la ocurrencia de crisis económicas, como la comenzada a nivel mundial en 1929, fueron poniendo a prueba a estos colonos que aspiraban a crecer y ser dueños de sus chacras. Lamentablemente, varios de ellos sucumbieron ante tales eventualidades, y terminaron siendo parte de la ola de expulsión demográfica que se dio en La Pampa hasta 1960. En adición a dicho contexto, debe mencionarse que, debido a la situación de quebranto económico que envolvía a la primera familia propietaria de la estancia Hucal, las tierras de la Colonia Cotita se sometieron a instancias de venta, mediante remate público, en los años 1927, 1929 y 1940. Para los colonos que pudieron persistir en el territorio, recién hacia el final de la primera mitad del siglo XX tendrían mejores oportunidades crediticias, a los fines de facilitarles la compra de tierras, y convertirse así en propietarios. Sin embargo, la mayoría continuó con sus actividades rurales en campos alquilados hasta que, al culminar la década de 1960, dejaron de tener vigencia leyes nacionales de arrendamiento que frenaban desalojos y sostenían el valor de los alquileres a niveles relativamente bajos.

 

Asentamiento urbano.
Ubicado en el extremo norte del departamento provincial Hucal, y dividido en dos sectores por la Ruta Nacional 35, Cotita se constituyó en un pequeño asentamiento urbano que apenas llegó a superar el número de 40 habitantes, hacia mediados del siglo pasado, como se indicara en la Guía Comercial FFCC Sud, Oeste y Midland de 1949. La misma guía, en su edición de 1940, informaba que unas 6 casas, construidas de paredes de adobe y techo de chapa, constituían la infraestructura habitacional del pueblo, que no ofrecía hospedaje para viajeros. Con relación a las personas que tuvieron residencia permanente, en dicho asentamiento urbano, se recuerdan a miembros de las familias Desch, Kronemberger, Leger, Muñoz, Obholz y Sebal. Los servicios de Cotita incluían, además de la estación ferroviaria, una escuela de nivel inicial, un destacamento policial, una herrería, dos silos para acopio de granos de cereales y un comercio de ramos generales. Este último, propiedad de la familia Mondelo, incluía venta de pan, carne y leña, expendio de combustibles líquidos y servicio de estafeta postal. Además, había un pequeño tambo, propiedad de José Beck, con una producción de 1000 litros mensuales de leche fluida, que tenía como destino el consumo local y el del pueblo vecino de Hucal. El acotado desarrollo urbano de Cotita se debió a su naturaleza de lugar de paso y, por depender fuertemente de la actividad ferroviaria, su existencia como asentamiento quedaría atada a la operatividad de la estación de ferrocarril.

 

La estación Cotita.
Localizándose a unos 10 km de las estaciones vecinas próximas Hucal y Perú, la de Cotita fue la última en habilitarse al servicio en el ramal ferroviario Bahía Blanca al Noroeste, para prestar servicio de cargas, pasajeros y telégrafo. La estación, de modesta infraestructura, fue construida con chapas de zinc y madera, teniendo como unidades anexas, una pequeña casa con paredes de ladrillo para el jefe de la misma, y dos galpones para el almacenamiento de granos de cereales, que se complementaban con instalaciones de silos de acopiadores comerciales. Esto último delataba la importancia logística de la estación Cotita ya que, por su ubicación, se constituía en punto de embarque de granos de trigo cosechados en los campos aledaños de pediplanicie. En mucha menor escala, la leña fue otro producto que se supo despachar por ferrocarril desde Cotita. En oportunidad de realizarse eventos sociales en la localidad, como por ejemplo bailes, los galpones de la estación eran utilizados alternativamente para dichos fines. Para la provisión de agua de uso diario, Cotita dependía de la que se acarreaba desde la estación Hucal, por medio de una cisterna transportada por locomotora, ya que la captación de agua subterránea en el sitio de planicie exigía de perforaciones que superaban los 80 metros de profundidad. Hasta 1940 se hallaba pendiente un proyecto de empalme ferroviario, que no llegó a concretarse, entre las estaciones Cotita y Remecó, para conformar un corredor que en dirección hacia el este comunicaría con Guatraché y líneas de ferrocarril que recorrían el oeste de la provincia de Buenos Aires. Habiendo alcanzado su medio siglo de actividad, la estación Cotita sufrió su clausura con el transcurrir de la década del 70, adelantándose al destino de vaciamiento y cierre de la sección ferroviaria Bahía Blanca-Toay hacia el final del siglo XX. En el cierre de la estación, tuvo un impacto importante el hecho de haberse pavimentado la Ruta Nacional 35 que, a escasos metros de ella se extendía en un recorrido paralelo a las vías férreas. A la tertulia ferroviaria del ramal Bahía Blanca al Noroeste, Cotita llegó última, y fue de las primeras en retirarse.

 

La educación formal.
A pesar de su escaso desarrollo urbano, en Cotita se generó la necesidad de contar con un establecimiento de educación primaria, representada mayormente por los hijos de trabajadores rurales y de las familias del poblado. La atención a tal demanda comenzó con una resolución del Consejo Nacional de Educación, emitida el 6 de julio 1928, por la cual se encomendaba la creación de una escuela en la localidad de Cotita, con capacidad para 40 educandos. Para la década de 1930, la escuela que aparece funcionando en Cotita es la Nº 73, cabiendo la posibilidad de que portara ese número por el traslado de la escuela que desarrollara actividades en Colonia Helvecia, un sitio al sur del departamento Hucal. En diciembre de 1934, el periódico «La Palabra» de Bernasconi informaba de la realización de una fiesta de finalización del año escolar en Cotita, organizado por la Escuela Nº 73 mientras estaba a cargo de su primera directora, Dolores Coria de Logioio. La matrícula anual máxima que llegó a poseer fue de unos 60 educandos, y tuvo un comedor escolar prestando servicios. La escuela contaba con un amplio patio para juegos, y un pequeño espacio donde los niños participaban en tareas de huerta. María Inés Beck fue la última directora de la escuela, cuando se produce su cierre en 1972, al no haber niños inscriptos para dicho año escolar. En 1971, a la escuela solo había asistido Oscar Wiedemann, como último educando en la historia de la misma. En Cotita, el cierre de su escuela no fue un hecho aislado, sino que acompañó a la emigración de colonos agrícolas de la zona, el cese de actividades de su estación ferroviaria, y la desaparición de su pequeño asentamiento urbano.

 

Visibilización de Cotita.
Cotita es uno de los tantos asentamientos urbanos del país que, nacido bajo la cultura ferroviaria, hoy forma parte de la lista de «pueblos desaparecidos», cuando recientemente se han cumplido 100 años desde que su estación de ferrocarril le diera identidad. Ya no quedan rastros de sus edificaciones y, en cuanto a su estación ferroviaria, solo son observables un andén derruido y las torres que sostenían las señales de tráfico de trenes en ambas cabeceras, además de unos pocos árboles de eucaliptus que allí sobreviven. Como sociedad pampeana, debemos preocuparnos de que esa desaparición no progrese más allá de lo material, tratando de que los simbolismos asociados a lo que fue la cultura de ese asentamiento, adquieran perennidad en la memoria de las futuras generaciones, como legado de un pasado de lucha contra una gran variedad de adversidades. Un esfuerzo en dicho aspecto, se está realizando mediante una acción de extensión desde la Universidad Nacional de La Pampa, que implica un trabajo conjunto con la Comisión de Fomento de Perú, la Municipalidad de Abramo, la Asociación Pampeana de Conservación del Patrimonio Cultural y la Asociación Hucal Despierta.

 

* Docentes e investigadores de la UNLPam

 

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