Sabado 23 de marzo 2024

Durante la dictadura de Pinochet, treinta presos protagonizaron una cinematográfica fuga

Redacción 30/04/2016 - 00.58.hs

Los militantes saben que lo que van a realizar cambiará el curso de la historia y que les va la vida en ello: la posibilidad de salir vivos en la operación es bajísima, pero todos han aceptado el riesgo.
Francisco Bompadre *
La mayoría de los presos políticos durante la dictadura chilena de Augusto Pinoche viene de familias comunistas que se oponen al régimen dictatorial.
La tarde del 7 de septiembre de 1986, los encargados de la seguridad del dictador Augusto Pinochet le informan que los preparativos de regreso a la ciudad de Santiago están listos. Como es costumbre, el dictador acaba de pasar el fin de semana en su finca El Melocotón a 35 km. de la capital chilena.
Cerca de allí, en una casa de verano, treinta jóvenes bien afeitados y con el pelo corto se preparan para vivir el momento más importante de sus vidas. Con todas las persianas bajas, dentro de la casa, los militantes del Frente Patriótico Manuel Rodríguez (FPMR) -brazo armado del Partido Comunista chileno- están en posición firme con las armas al hombro: acaban de escuchar el himno del Frente y luego las palabras que el presidente Allende le dirigió al pueblo antes de quitarse la vida en el Palacio de La Moneda. La sala en penumbras de la casa provoca mayor solemnidad en el ritual de los activistas responsables de la operación siglo xx: el asesinato del dictador chileno.

 

Plan de acción.
El Comandante Ernesto explica el plan de acción. Disponen de 38 fusiles M-16, lanzagranadas, municiones y explosivos plásticos. El presidente Pinochet y su nieto de 10 años suben al Mercedes Benz blindado y vidrios polarizados, además de las motocicletas otros vehículos son parte de la comitiva: dos coches con militares armados, un Mercedes Benz alternativo y los vehículos de la "seguridad avanzada" que se adelantan y van cortando el paso en la carretera para que el dictador viaje sin interrupciones. Del total de 27 hombres que conforman la seguridad de Pinochet, 23 son expertos en combate y van armados.
Cuando la comitiva se recorta en el horizonte, el Comandante Ernesto da el primer toque de silbato y cada uno de los militantes acude a su posición: los primeros disparos no tardan en llegar, se oyen frenazos de los autos y de pronto una explosión hace volar por el aire un vehículo. El chofer del dictador reacciona rápidamente y hace marcha atrás, lo que les da la pista a los jóvenes que es el auto que lleva a Pinochet.
Uno de los activistas apunta con el lanzacohetes al Mercedes y dispara: el proyectil va en dirección correcta para acabar con la vida del dictador. Impacta en el automóvil, pero no explota. Fue disparado desde muy cerca, y ese tipo de armas requiere de al menos 10 metros de recorrido para que la espoleta se cargue. El Mercedes choca de un empujón al coche militar que le impide la retirada y logra escapar. Luego de los 8 minutos más intensos de sus vidas, los militantes suben a sus coches y se alejan hacia Santiago. La respuesta de Pinochet ante el atentado, la muerte de 5 custodios y de otros 12 que resultaron heridos no se hace esperar: asesinatos selectivos de referentes de la izquierda, aumento de torturas, detenciones y la matanza de 12 miembros del FPMR (entre ellos el Comandante Ernesto).
El "fiscal de hierro contra el FPMR", Fernando Torres Silva, dispuso agrupar a los presos políticos más importantes del régimen en un solo presidio. Desde entonces, la cárcel pública de Santiago se vuelve de alta seguridad y se refuerzan los controles y la vigilancia. Sin darse cuenta, había juntado a los militantes más preparados y combativos del FPMR, entre ellos 18 de los que habían participado en el atentado contra el dictador. Ese día se comenzó a escribir la historia de la fuga más espectacular de la historia penitenciaria chilena.

 

Posibilidades.
La única posibilidad de fugarse de esa cárcel es construir un túnel, esa fue la conclusión a la que arribaron los 4 primeros organizadores del escape luego de descartar otras variantes. Pero de todas maneras se enfrentan a una seria de obstáculos de difícil resolución: dónde depositar la tierra y las piedras en una cárcel de cemento, hierro y baldosas; ocultar la decisión a los más de 200 presos políticos y al resto de los presos comunes para evitar delaciones o filtraciones durante todo el transcurso de tiempo que lleve la construcción del túnel; evitar dar señales del plan a los propios familiares que los visitan en la cárcel; sortear los controles aleatorios que realizan los guardia cárceles mientras se encuentren trabajando en el túnel; obtener las herramientas necesarias para cavar los 80 metros que requiere el túnel hasta la salida abandonada de la estación de trenes; comunicar el plan en el momento debido a la dirección del FPMR, para obtener el apoyo y la logística necesaria.
Los organizadores de la fuga sacan la cuenta de la tierra que deben extraer del túnel de unos 80 metros de largo por medio metro cuadrado de boca, y se dan cuenta que están ante un problema irresoluble. Pero un día, mientras miran un partido de fútbol en la cárcel, uno de ellos se percata que el techo tiene una leve inclinación, lo que les permite suponer la existencia de un entretecho donde podrían depositar el material que extraigan. Hacen la prueba, abren una placa del techo desde su propia celda y se encuentran con un lugar ideal para alojar la tierra, dado que el entretecho recorre las 30 celdas del segundo piso de la cárcel.
El inicio.
Se las ingenian utilizando 16 docenas de huevos (que piden a sus familiares con la excusa de hacer una tortilla) para lograr la argamasa y moldear el bloque que se colocará en el agujero del techo; de esta forma, la placa se vuelve resistente para poder sacarla y ponerla varias veces al día sin que se rompa y que al mismo tiempo se parezca al techo original para que no llame la atención de los guardiacárceles y los presos.
Como se alojan en el segundo piso y el túnel debe hacerse desde una celda de la planta baja, necesitan realizar otro agujero más que comunique el entretecho de la cárcel con la celda desde dónde van a cavar el túnel.
Realizan un nuevo agujero en la celda de abajo, que es la de los dos presos que se sumaron al plan original y luego abren el túnel en la tierra. La principal vía de acceso al túnel es una puertita de 50 cm. cuadrados que disimula las junturas con pasta de yeso y huevos, y por si acaso, igual colocan una cocinilla por delante para disimular. Luego de dos horas de trabajo logran sacar un puñado de arena con las herramientas con que cuentan, sólo una cuchara y un tenedor: allí deciden incorporar más personas a la organización. Al mismo tiempo, sustraen algunas herramientas del taller de artesanías del que algunos participan. Todo el trabajo que se ha dividido por turnos, debe hacerse sin abandonar las rutinas normales de la vida carcelaria para no llamar la atención.

 

Plebiscito.
En octubre de 1988 el plebiscito sobre la continuidad de Pinochet en el gobierno obtuvo una clara negativa contra el dictador, lo que fue relajando algunos controles dentro de la cárcel, dado que muchos de los presos podrían convertirse en poco tiempo en funcionarios y legisladores del próximo gobierno elegido. Los internos aprovechan la oportunidad para seguir adelante con su plan, aunque saben que no pueden cometer ninguna imprudencia. Luego de los 25 metros de recorrido dentro del túnel (que se cava a 3 metros de profundidad del suelo) los dolores de cabeza y la falta de oxígeno complican aún más las tareas: colocan lamparillas de luz, toman aspirinas, reducen la duración de los turnos, fabrican una pequeña turbina que lleva aire a través de decenas de botellas de coca-cola unidas, invierten la polaridad de unos walkman y usan los auriculares como micrófonos para poder avisar sobre las visitas sorpresas y de esta forma salir más rápido del túnel, limpiarse y cambiar la ropa sucia.
Entre las elecciones presidenciales que eligen a Patricio Aylwin y la asunción del cargo, deben llegar a finalizar los 80 metros del túnel, de lo contrario sería un golpe contra la naciente democracia y no contra Pinochet.

 

El día elegido.
Eligen el 29 de enero que cae lunes y habrá menos personas en la calle cuando logren salir del túnel. Ese día hay visita familiar en la cárcel y el control es redoblado por parte de los organizadores: un simple abrazo más fuerte de lo normal o un regalo a alguno de los hijos puede llamar la atención y arruinar más de un año y medio de sacrificio, disciplina, determinación e ingenio. La hora pautada es a las 22, pero a las 20 se mete al túnel el primer grupo de avanzada que debe terminar la excavación abriendo el suelo y hacer contacto con los miembros del FPMR que los esperan. Para lograr una salida más fluida, todo el grupo ya está metido a las 22, dado que cada persona tarda unos 15 minutos en recorrer los 80 metros y si entran de a uno la fuga tardaría demasiado. Los nervios están al máximo: tienen doble ropa para descartar la que se ensucie, el aire se vuelve escaso con tantas personas dentro del túnel, algunos presos rompen sin querer -por los nervios- bombillas de luz, la sensación de ahogo y claustrofobia es insoportable.

 

La libertad.
La dirección del FPMR ha dispuesto 100 militantes armados en los alrededores de la cárcel y a las 22 en punto comienzan una serie de explosiones menores en edificios públicos para distraer a la policía. Las explosiones son el aviso para que los presos terminen de abrir el túnel: los primeros en salir escuchan unas palabras desde la oscuridad de la estación, se trata de sus compañeros del FPMR. A las 22.30 todos están afuera, temblorosos y en silencio. Dejan sus ropas sucias y los 24 presos van por la oscuridad de dos en dos -evitando que el guardia de la torre los vea- hasta el micro escolar que los va a distribuir en distintos puntos de la ciudad. Cada uno recibe al subir un papel con una dirección y un nombre, algo de dinero, un peine y boletos de colectivos. Algunos piden armas pero el encargado del operativo se niega porque están muy nerviosos. El más hábil de los evadidos vuelve a entrar y recorre en sentido inverso los 80 metros del túnel, llega hasta la galería y da aviso a otros presos, luego se vuelve a fugar. Los presos se quedan atónitos, no creen lo que acaban de escuchar, piensan que es una trampa para aplicarles la ley de fugas y matarlos. Mandan a uno de ellos para que corrobore lo del túnel, juntan unos 25 militantes y también se fugan. Sólo 6 de estos últimos serían recapturados: la operación -sin herir ni a un solo guardia- es un éxito total. Otro golpe del FPMR a la dictadura pinochetista.

 

* Abogado, docente de la UNLPam

 

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