Miércoles 27 de marzo 2024

El Ateneo Grand Splendid cumple 20 años

Redacción Avances 20/12/2020 - 07.16.hs

Hace dos décadas el viejo cine y teatro fundado en 1914 se transformó en una librería particular en la que se podía leer en un palco y tomar un café en el escenario. Hoy es proclamada como una de las librerías más hermosas del mundo.

 

En diciembre de hace 20 años la avenida Santa Fe se vestía de fiesta con una nueva librería que no se parecía a ninguna otra que hubiera en el país, a pesar de que las librerías constituyen una de las características distintivas no solo de una de las arterias principales de la ciudad,  sino de todo el país que en total cuenta con unas 1200.

 

Este nuevo local pertenecía a la cadena de librerías El Ateneo del grupo Ilhsa que también es dueño de la cadena Yenny.

 

Ubicado en el número 1860 de la avenida mencionada, en el barrio de la Recoleta, tenía una característica que la hacía única: estaba construida en el cine y teatro Grand Splendid, donde también hubo en un tiempo un estudio de grabación.

 

Ese cine-teatro había sido fundado por el empresario austríaco Max Glücksmann en 1914. En la revista Caras y Caretas del 29 de agosto de ese año la inauguración fue reseñada como la llegada de “un nuevo teatro-cinematógrafo digno por todos conceptos del lujo y el adelanto que caracterizan a nuestra gran metrópoli”.

 

Lo más novedoso en el proceso de puesta en valor es que la arquitectura del local fue respetada. La adaptación a su nueva función no implicó demoliciones que cambiaran su identidad, sino, por el contrario, un aprovechamiento total de su arquitectura de estilo ecléctico pensada para un lugar de espectáculos. Los lectores podían tomar los libros de sus lugares de exposición y leerlos en un palco o en el café instalado en el espacio en el que había estado el escenario. Mirando hacia arriba podía verse aún toda la maquinaria escenográfica.

 

La otra novedad era que, al igual que sucedía hacía tiempo en otras latitudes, la librería no era solo un despacho de libros, sino que le permitía a los lectores apoltronarse cómodamente en sus instalaciones para disfrutar de un buen libro. La cafetería no solo era un espacio de lectura, sino también un lugar de encuentro del que se podía disfrutar del mismo modo que en cualquier otro bar de Buenos Aires, pero con el valor agregado de estar en un espacio único.

 

El proyecto.

 

Adolfo de Vincenzi, director general del Grupo Ilhsa S.A. contó cómo se originó el proyecto de instalar una gran librería en un espacio tradicional pensado para una función muy distinta: “La idea de convertir el cine-teatro en librería surgió de una visita que hicimos cuando nos ofrecieron la propiedad y, por primera vez, a pesar de haber ido muchísimas veces antes a ver películas, pude ver el Grand Splendid con todas las luces prendidas. Recién ahí descubrí la majestuosidad del lugar. En ese momento me convencí de que una librería allí sería única y mágica”.

 

Una vez tomada la decisión de alojar allí un local de El Ateneo, tuvo lugar el proceso de restauración y puesta en valor. “La obra llevó 7 meses –cuenta Vincenzi– y costó 3.3 millones de dólares. Hicimos un gran trabajo de restauración, conservando todo lo original del lugar. Inclusive la nivelación del piso de la planta baja fue llevada a su estado original para que quedara como cuando el cine-teatro fue inaugurado”.

 

Lo que no pudo incorporarse al proyecto de la librería fue el estudio de grabación: “Estaba ubicado en un entrepiso justo encima del escenario. Cuando remodelamos la propiedad, ese estudio era ya un salón vacío que por su acceso muy complicado no se pudo habilitar para el público.”

 

Luego de haber sido reciclado como librería,  el local fue visitado por porteños curiosos y con ganas de experimentar cómo era leer en el lugar que había sido ocupado por las butacas o tomar un café donde había estado el escenario.

 

El proyecto tenía una impronta que venía de Europa, donde desde hace mucho tiempo, se conservan viejos edificios, pero se los adapta a nuevas funciones con todas las comodidades de que se dispone en el momento actual. Muy pronto, el turismo internacional se sumó a las visitas frecuentes a esa librería sui generis. “El Ateneo Grand Splendid –observa Vincenzi- tuvo desde su inauguración hasta el presente una repercusión increíble. Hoy figura en todas las guías de turismo de Buenos Aires nacionales y extranjeras. En su momento fue una gran novedad para Buenos Aires, hoy es la librería más hermosa del mundo. Así fue proclamada por el periódico inglés The Guardian y por la revista National Geographic.”

 

Actualmente, en el reciclado espacio fundado en 1914 y que hace 20 años fue convertido en librería, no solo se venden libros, sino también música, películas y se realizan presentaciones de libros y discos, cursos, lecturas y otras actividades culturales. (Tiempo Argentino)

 

BITACORA

 

Laura Hana, autora de El Conjuro

 

“La escritura de Clarice Lispector siempre produce efectos”

 

Cuando la psicoanalista y poeta Laura Hana leyó “El huevo y la gallina”, el cuento de Clarice Lispector, en un taller de filosofía, hace veinte años, quedó tan fascinada como perturbada ante lo inefable, “eso imposible de decir y sin embargo, siempre posible de sentir”. El amor por la obra de la escritora brasileña, que emerge de la lectura voraz de todos sus libros, deviene escritura. En “El conjuro. Escritos con Clarice Lispector” (Paradiso), Hana despliega un texto singular, una crónica de su enamoramiento como lectora, que puede ser leída en la cornisa entre la narración y el poema, entre el misterio y la revelación de un mundo.

 

Hana confiesa que el encuentro con Lispector (1920-1977) “ha tocado mi sensibilidad de una manera inédita y me ha producido un efecto de captura”.

 

– Si “escribir es dar lo que otro toma”, ¿qué te dio Clarice como escritora?

 

En mi libro escribo, hago mía esta frase de Clarice: “Dar la mano a alguien siempre fue lo que esperé de la alegría”. Escribiendo, el reconocimiento se vacía y se hace obra. Ella lo aceptaba en cada pausa de su hacer, sorprendida. Solo queda escribir, dar la mano cuando se escribe. ¿Qué mano se da? Si imagino que alguien toma mi mano, ¿cómo escribo? Dar la mano que no escribe. Escribir es dar la mano, pero si doy la mano doy lo que escribo. La mano que escribe es la mano dada. El encuentro con Clarice Lispector me llevó a un viaje a Río de Janeiro, tenía las dos direcciones donde había vivido. Fui al primer departamento y había una placa que decía que había pasado sus últimos días ahí, antes de que se enfermara. Después tenía otra dirección, donde no había nada que indicara que había vivido ahí, justo bajó un joven y le pregunté si sabía que Clarice Lispector había vivido ahí y me dijo que sí, que su madre vivía en ese departamento. Cuando regresó, me pidió que volviera al día siguiente: “Mi madre te recibe a la hora del té”. Me senté en un sillón que daba justo a la ventana, donde Clarice escribía porque hay fotos en las que aparece con la máquina de escribir en su falda; y fui recorriendo ese departamento para ver si encontraba algún signo de su estadía en ese lugar. En ese viaje a Río de Janeiro fui al cementerio de Caju, donde está enterrada Clarice, y lo asombroso es que mi frase preferida, “dar la mano a alguien es lo que siempre esperé de la alegría”, está en su lápida. El conjuro es un libro de amor y también es una separación a partir de lo que escribo. Después de ese viaje a Río de Janeiro adviene en mí la escritora. (Página/12)

 

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